Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

Sobre la nieve, en trece cristales

En el Pirineo han caído las primeras nevadas y los esquís ya cortan las pistas, pero el manto que cubre los paisajes no tiene por qué dejar en blanco la mente. Blanco... ¿por qué no es transparente la nieve si un cristal de hielo lo es? A continuación, trece copos de ciencia y literatura que caen a distinta velocidad y despiertan la curiosidad, el asombro o hacen cerrar los ojos y sonreír en silencio.

Nevadas que transforman el mundo.
Nevadas que transforman el mundo.
EFE / Eliseo Trigo

"Una nieve pequeña y siniestra parece estar cayendo implacablemente en este momento. La radio dice que terminará siendo aguanieve y lluvia, pero no lo creo. Creo que va a seguir y seguir, bajando, hasta que todo el mundo… etc. Tiene ese aspecto". Edward Gorey en ‘Mundos flotantes’, sobre alguno de estos días por aquí.

Los copos de nieve comienzan a formarse cuando una pequeña gota de agua, a baja temperatura, se encuentra con una partícula que viaja por el aire (¿de polvo? ¿de polen?). El agua se congela a su alrededor formando un cristal de hielo de seis lados que ejercerá de germen. (Ese cristal tendrá siempre seis lados por ser la estructura de más baja energía, aquella en la que el agua mejor ‘descansa’). Después, con el tiempo, el vapor de agua se va congelando sobre él, dando lugar a sus formas caprichosas y características. Durante su formación y trayecto hasta el suelo, los cristales chocan unos contra otros formando agregados. Así es como vemos la mayoría de copos resultantes.

"La primera persona que fotografió esos cristales fue Wilson Bentley, un granjero de Vermont (Estados Unidos), en el año 1885. Después de muchos intentos infructuosos, Bentley consiguió unir el ocular de un microscopio a una cámara para poder captar este fenómeno. Llegó a crear una colección de cinco mil imágenes, inventando así el género de la fotomicrografía, la fotografía ampliada de objetos invisibles a simple vista". Alicia Kopf, ‘Hermano de hielo’.

Los copos suelen tener alrededor de un centímetro de longitud, pero en 1887 se registró el más grande hasta ahora conocido. Se dice que medía algo más de 38.

Cristal de nieve, fiel a su simetría hexagonal.
Cristal de nieve, fiel a su simetría hexagonal.
Barbara Friedman

Se asume que todos los brazos de un cristal de nieve son iguales entre sí, pero que no hay dos copos o cristales iguales. Esto es así porque, a medida que se van formando y caen hasta el suelo, cada copo (cada cristal) se ve sometido a las mismas condiciones de temperatura y presión que determinan la forma de sus brazos. En cambio, es improbable, virtualmente imposible, que dos copos diferentes sigan exactamente el mismo trayecto vital. Los dos más parecidos que se han encontrado los fotografió la científica Nancy Knight en 1988, pero ni siquiera aquellos eran exactamente iguales. (En la disputa entre genética y ambiente, no hay gemelo que resulte finalmente en una copia fiel. La individualidad a buen recaudo).

"¡Qué lleno de genio creativo está el aire en el que se generan estos [copos de nieve]! No los admiraría más si las verdaderas estrellas cayeran y se alojaran en mi abrigo. La naturaleza está llena de genio. Lleno de la divinidad". Henry David Thoreau. (Puede cambiarse divinidad por física-química más o menos fundamental).

Las formas de los cristales dependen fundamentalmente de la humedad y la temperatura a la que se forman. A mayor humedad suelen aparecer contornos más rocambolescos. Según la temperatura se achatan o alargan en forma de espinas y columnas.

El origen del granizo es similar al de la nieve, pero suele tener lugar en nubes más verticales y los cristales-germen han de verse sometidos a vientos en ascensión. Su peso los empuja hacia abajo pero las corrientes los vuelven e elevar a las capas más altas de las nubes, donde recogen más y más capas de agua. Esto puede repetirse varias veces hasta que el peso les obliga a bajar; definitivamente.

Prácticamente el 70 por ciento del agua dulce del planeta se encuentra en forma de hielo o nieve.

"Tras perder la carrera por la conquista del Polo Sur ante el noruego Roald Amundsen, Shackleton entendió que solo quedaba una gran hazaña en la inexpugnable Antártida: cruzar el continente helado de punta a punta atravesando el polo (…) ¿Qué idea tenía este hombre del amor? (…) El hombre que triunfó en lo imposible y fracasó en lo que parecía sencillo. Quizá sea este el verdadero legado de Shackleton: hacernos entender que las fuerzas hostiles de este globo pueden ser domadas; que no hay más que enfrentarse a las olas, plantarle cara al viento, que el frío es una palabra muy pequeña en casi todos los idiomas, pero el amor, en cambio, no entiende de distancias ni de rumbos, que al enfrentarse a él toda determinación es poca y los planes no sirven para nada. Shackleton, que llegó tarde al polo y tarde al día de los enamorados –nació el 15 de febrero de 1874–". Ben Clark, ‘Los últimos perros de Shackleton’.

Paradójicamente, la nieve es un gran aislante. Muchos animales la utilizan para construir sus madrigueras. En ocasiones, lo similar sí que sirve contra lo similar.

Aunque el hielo que forma la nieve es prácticamente transparente, nosotros vemos blanca la nieve. La razón se encuentra en el aire que queda atrapado entre los copos, que dispersa la luz en todas direcciones, resultando de esa mezcla el blanco-reunión de todos los colores. Se podría decir que el copo es transparente, pero blanco en comunidad. ¿Cuál es, pues, su color real?

Dylan Thomas, en ‘La Navidad de un niño en Gales’: "Nevó el año pasado también: hice un muñeco de nieve y mi hermano lo derribó y yo derribé a mi hermano y luego tomamos té".

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