Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Adiós a la madre de la biología molecular en España

Así fue la última visita a Zaragoza de Margarita Salas

Nunca dejó de investigar. La bioquímica Margarita Salas, gran figura de la ciencia española, acaba de fallecer a los 80 años. Hoy la recordamos desvelando la intrahistoria de su última visita a Zaragoza, para dar nombre a un colegio público, de la mano de uno de sus ‘hijos’ científicos.

El entusiasmo del alumnado del colegio que lleva su nombre conmovió a Margarita Salas.
El entusiasmo del alumnado del colegio que lleva su nombre conmovió a Margarita Salas.
Juan Pie

Margarita visitó varias veces Zaragoza en los últimos años. Participó en el ciclo ‘Trayectorias’ en el Paraninfo, con Luis Oro, conversó en la Aljafería y fue nombrada senadora honorífica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza. Tuve la fortuna de comer con ella durante su última visita a Zaragoza el pasado 26 de abril, posiblemente la más emotiva para ella. Por la tarde, clausuraba el X Congreso de Fisiología que organizan los estudiantes de Medicina y el profesor Juan Pie tuvo la gentileza de cumplir uno de mis sueños. Había conversado muchas veces con mi ídolo, pude escucharle muchas conferencias y fue mi profesora en la Escuela de Biología Molecular Eladio Viñuela de la UIMP (curso que seguía dirigiendo), pero nunca había estado en una comida tan íntima y tanto tiempo con ella.

'Su' colegio

Llevaba una enorme sonrisa y transmitía una emoción tremenda en sus ojos. Venía justo de visitar ‘su’ colegio, el CEIP Margaritas Salas. Estaba feliz, muy contenta. Le hacía una ilusión enorme. Le sorprendió y conmovió la alegría con la que los niños y niñas de su cole gritaban su nombre: "Había pequeñines de 3 años que gritaban mi nombre y corrían hacia mí. ¿Pero cómo iban a saber quién era yo? A los mayores digo que se lo habrán contado, pero a los pequeños… ¡Qué día tan bonito! Y estaban muy contentos de verme. Me han hecho dibujos, carteles, paneles... Ha sido inolvidable. Nada me hace más ilusión que un centro educativo lleve mi nombre y ver la alegría de estos chiquitines".

Hablamos de muchas cosas de ciencia y se interesó mucho por cómo estaba la investigación biomédica en Aragón. Hablamos de Nueva York y de Severo Ochoa, su gran maestro. Y, entre tema y tema, su colegio. El cole en Zaragoza fue algo que verdaderamente la conmovió. Dijo que intentaría venir al menos una vez al año a visitar el cole.

Decía que, si estaba bien, quería ir al laboratorio hasta el final de sus días: "La muerte me encontrará con la bata puesta"

Juan había elegido un restaurante muy bueno cerca de la plaza de San Francisco. Margarita se pidió un consomé y un pescado, quería que la comida fuera ligera. Por primera vez sentí que mi héroe se hacía mayor. Había envejecido por fuera en poco tiempo, pero la cabeza funcionaba a las mil maravillas. Como decía ella, "lo importante es no tener arrugas por el cerebro". Ya no se quejaba por las dificultades que tuvo por ser mujer, se quejaba de la discriminación que sentía ahora por ser mayor. Decía que, si Rita Levi Montalcini no faltó a su cita diaria con la ciencia hasta los 103 años, ella, si estaba bien, quería ir al laboratorio hasta el final de sus días: "La muerte me encontrará con la bata puesta".

Terminamos de comer y fuimos a la Facultad de Medicina. Allí, más de 500 estudiantes le recibieron con un entusiasmo sobrecogedor. Como si de un actor o cantante famoso se tratase, Margarita se hizo muchas fotografías y firmo autógrafos. Llegó a sentirse abrumada. No había podido venir el año pasado en el último momento y tenía muchas ganas de impartir su conferencia este.

Sonrisas, emoción y admiración. Y eso que muchos de sus fans más jóvenes probablemente no sabían que ella descubrió la dirección de lectura del mensaje genético en el ADN y los codones de iniciación y terminación, varios hitos en la historia de la ciencia.

Recordó las veces que sintió "la emoción de descubrir" de la que le hablaba Severo. Nos contó cómo, a su vuelta a España, junto con su marido Eladio, decidieron cambiar de tema de investigación por uno menos competitivo, influenciados por un curso al que habían asistido sobre bacteriófagos en los laboratorios de Cold Spring Harbor. Gracias a una ayuda que les consiguió Severo Ochoa pudieron comenzar a estudiar en profundidad a nivel molecular el bacteriófago Phi29 que infecta a Bacillus subtilis. Determinaron la estructura de la partícula viral y caracterizaron las diferentes proteínas que forman las distintas estructuras del fago. Realizaron el primer mapa físico y genético. Habló de la generosidad de Eladio, que cambió de tema de investigación para que Margarita tuviera entidad científica por sí sola.

Fue fascinante escuchar cómo hacían los experimentos en aquellos tiempos. Parece increíble que, en el desierto científico que se encontraron al volver a España, pudieran realizar tan gran labor. Pese a que las técnicas han evolucionado en estas décadas, la pasión, la curiosidad, el rigor científico, la meticulosidad y el esfuerzo seguían siendo los ingredientes clave.

En España eres analfabeto si no sabes que la Maja desnuda es de Goya o que las Meninas las pintó Velázquez. Sin embargo, no pasa nada si no sabes qué es el ADN, una célula, un virus o una bacteria, pese a las implicaciones en tu día a día y en tu salud. Margarita ocuparía un lugar clave en el ‘Museo del Prado’ de la ciencia española e internacional. Nadie daba un duro por Phi29 y ha sido la patente más rentable del CSIC, permitiendo el avance en muchas ramas de la biomedicina. Su historia de amor con Phi29 es un grito por la investigación básica, la ciencia basada en descubrir por descubrir.

Con su muerte, se ha ido la madre de la biología molecular en España, dejándonos huérfanos, pero nos queda su ejemplo, su gran legado y su escuela.

Alberto Jiménez Schuhmacher jefe del grupo de Oncología Molecular del Instituto de Investigación Sanitaria Aragón

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