inmigración, xenofobia y aporofobia

Adela Cortina: "El cerebro tiende a la xenofobia porque busca la supervivencia"

"No se odia al extranjero que compra un piso de medio millón, sino al que no tiene recursos y cruza el Estrecho para escapar de la guerra y poder sobrevivir", ha apuntado la 'madre' del término aporofobia.

Adela Cortina en imagen de archivo.
Adela Cortina en imagen de archivo.
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La catedrática de Filosofía Moral de la Universidad de Valencia Adela Cortina ha afirmado que causas biosociales inducen al cerebro humano a que tenga tendencia a la xenofobia, pues en él impera la supervivencia, busca lo conocido y se enerva ante lo que no controla.

Adela Cortina ha realizado estas consideraciones en las Jornadas de Otoño organizadas por la Cátedra Cultural Javier Muguerza de la Universidad de La Laguna, donde ha impartido una conferencia titulada 'Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío a la democracia', indica el centro docente en un comunicado.

Sin embargo, la filósofa precisó que no cree en el determinismo que esto parece implicar, pues tener una tendencia no implica tener que seguirla ya que "decidimos qué tendencias queremos cultivar y cuáles no gracias a la facultad que nos da la libertad”.

Cortina disertó sobre el término “aporofobia” que ella misma acuñó para definir el desprecio hacia los pobres, que fue incorporado al diccionario en diciembre de 2017 y, ese mismo año, la Fundación para el Español Urgente (Fundeu) la eligió palabra del año.

Para la filósofa, muchos de los fenómenos de rechazo que se suelen explicar por razones raciales o culturales se entienden, realmente, por la aporofobia.

En España entran cada año 82 millones de turistas. ¿Hay hacia ellos xenofobia? Tampoco se odia al extranjero que compra un piso de medio millón, sino al que no tiene recursos y cruza el Estrecho para escapar de la guerra y poder sobrevivir. El trato que se da a esa gente no es porque sea extranjera, sino porque es pobre”, puntualizó.

Sobre la tendencia xenófoba del cerebro humano, Cortina señaló que, además del rechazo a lo desconocido para buscar la seguridad, existe un segundo mecanismo, la disociación.

Eludimos la información desagradable para defendernos de las circunstancias que nos perturban, justamente por ese impulso de sobrevivir”, explicó, y por ello las personas indigentes se vuelven realmente invisibles para el resto de la sociedad.

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