Tercer Milenio

Innovadores, en carne y hueso

Leo Baekeland y la invención del plástico

En julio de 1907 Leo Baekeland escribió en su diario: “A menos que esté muy equivocado, este invento será importante en el futuro”. Se refería a la denominada baquelita, el primer plástico que se produjo. Y su inventor no estaba en absoluto equivocado. Adorado y demonizado a partes iguales, el plástico ha revolucionado para lo bueno y para lo malo el mundo en el que vivimos. Y el planeta.

Los clásicos teléfonos estaban hechos de baquelita
Los clásicos teléfonos estaban hechos de baquelita
Fernando Clavijo

Leo Baekeland nació en Gante (Bélgica) en 1863. Su padre era zapatero, sin ningún tipo de formación, quiso que Leo siguiera el negocio familiar y con 13 años le enseñó la profesión. Sin embargo, la oposición y esfuerzos de su madre (que trabajaba como criada en una casa) hicieron que Leo asistiera a clases nocturnas en la Escuela Técnica Municipal de Gante. Sus buenos resultados le permitieron obtener una beca para estudiar en la universidad de su ciudad natal. A los 21 años se doctoró cum laude en Química por dicha universidad.

Tras doctorarse, comenzó a impartir clases de ciencias. Cinco años después, en 1889, se casó con la hija del que fue su tutor de tesis. Obtuvieron una beca de estudios para viajar y aprovecharon la ocasión para viajar a Estados Unidos por su luna de miel. Y se instalaron definitivamente en aquel país.

El éxito, de la mano del papel fotográfico Velox

Su afición a la fotografía le venía de niño. Al llegar a Estados Unidos empezó a trabajar como químico en una empresa que fabricaba equipos de fotografía. En 1893 abandonó dicha empresa para fundar la suya propia, la Nepera Chemical Company.

Por aquella época las fotografías se revelaban con luz solar indirecta. Baekeland inventó el papel fotográfico Velox, que permitía el revelado con luz artificial (no dependiendo así de las condiciones climatológicas). Tal fue el éxito del mismo que Kodak quiso comprarle la patente. Tras rechazar una primera oferta, terminó vendiendo la patente por un millón de euros … de los de 1889. Más aún, Kodak tuvo que pagar cien mil dólares más por unos pasos omitidos en la patente sin los cuales no funcionaba. Una práctica permitida para evitar que se infringiera el uso de patentes, pero que Baekeland usó sibilinamente a su favor (“habéis pagado por la patente, no por mi conocimiento”).

Sea como fuere, el hijo de aquel zapatero y aquella ama de casa belgas ahora era rico. Inmensamente rico.

El descubrimiento de la baquelita

Con la vida más que resuelta, dedicó su vida a su verdadera pasión: investigar. Montó un laboratorio químico en su casa en el que hacer sus experimentos.

Empezó a probar con formaldehído y fenol. Observó que la condensación de dichas sustancias producía un residuo que quedaba adherido a los tubos de ensayo: había nacido la baquelita, el primer plástico totalmente sintético y resistente al calor. Baekeland obtuvo la patente de la baquelita en 1906.

El descubrimiento se anunció formalmente al mundo en 1909. Baekeland fundó en 1910 la Bakelite Corporation para comercializar la baquelita. El éxito fue nuevamente rotundo.

La baquelita era conocida popularmente como “el material de los mil usos”. Se utilizaba en un sinfín de objetos cotidianos, y no tanto (por ejemplo, en la bomba atómica). La Bakelite Corporation anunciaba la baquelita como “el cuarto reino” (tras el animal, el vegetal y el mineral). Una exageración comercial, aunque es cierto que los plásticos antecesores (tales como el celuloide) trataban de imitar sustancias naturales.

Un hombre sencillo

Leo Baekeland tuvo un tremendo éxito tanto en sus descubrimientos como en los negocios. En 1924 fue portada de la revista 'Time'. Vendió la Bakelite Corporation en 1939.

Pese a todo, llevaba una vida sencilla y austera, centrada en sus experimentos y sin olvidar su origen humilde. Solía vestir con zapatillas de deporte y tenía un solo traje. Se dice que su mujer convenció a un sastre para que pusiera en el escaparate un traje de 125 dólares por tan solo 25, abonándole ella la diferencia, a condición de que solo se lo vendiera a su marido. Después de ser 'convencido' de ir a la tienda para ver la oferta y terminar comprando la supuesta ganga, se encontró con un vecino al que ¡se lo vendió por 75 dólares!

Continuó investigando toda su vida. Recibió numerosos reconocimientos y le fueron concedidas unas cien patentes. Murió víctima de una hemorragia cerebral a la edad de 80 años.

Lecciones aprendidas

  • El talento no sabe de fronteras y se desarrolla allí donde encuentra una oportunidad.
  • Leo Baekeland presumía de llevar la vida que quería. Se dedicaba más a su pasión, la investigación, que a los negocios. Resulta difícil combinar talento investigador y visión de negocios, pero algunas personas como Leo Baekeland lo hicieron. Y no poco.
  • La respuesta a un problema requiere muchas veces de un enfoque distinto al que se le está dando. En la búsqueda de materiales resistentes se trataba de imitar a la naturaleza, en vez de buscar nuevos materiales. Otras veces sucede todo lo contrario: nos olvidamos de ella.

Ángel Gavín Autor del blog ‘El Miracielos’

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