Los españoles ante la "vergüenza colectiva" de pedir agua del grifo en el bar

El 14 % de los establecimientos niegan agua del grifo y una de cada diez personas no se atreve a pedirla.

Un vaso de agua
Cada vez que un cliente elige el agua del grifo frente a la embotellada, el establecimiento deja de ingresar, de media, dos euros por botella.

Inmersos en un verano con temperaturas extremas, el consumo del agua de la red pública se incrementa, sobre todo en los hogares un 20 %, porque a la hora de pedir agua del grifo en bares y restaurantes, entre los españoles todavía aflora un sentimiento de "vergüenza colectiva".

"España ha perdido la tradición de beber agua del grifo", explica a Efe, Fernando Morcillo, presidente de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS), quien asegura que cuando un comensal pide agua en un restaurante, y se la sirven embotellada, no se atreve a insinuar que prefería la del grifo.

El consumidor no puede justificarse ante un camarero al pedir una jarra de agua en la comida, "no debería existir ningún problema", argumenta Morcillo, quien afirma "desconocer con exactitud", el miedo a pedir agua corriente fuera de casa.

"No es un problema de garantía de calidad del agua, quizá sea más una razón de carácter social y cultural", señala el experto.

Según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) el 14 % de los establecimientos niegan agua del grifo y una de cada diez personas no se atreve a pedirla, bien porque piensa que no se la van a dar o bien por vergüenza.

Para la OCU, la reticencia a suministrarla se encuentra más en la cuenta de resultados: cada vez que un cliente elige el agua del grifo frente a la embotellada, el establecimiento deja de ingresar, de media, dos euros por botella.

Fernando Morcillo insiste en "beber agua corriente" y antepone dos razones frente al agua embotellada: su coste es 300 veces menor que el agua de botella y es uno de los productos más analizado con requerimientos estrictos y potentes para el control de calidad.

En España, cada persona consume unos 132 litros diarios de agua corriente con fines domésticos, dicha cifra aumenta cuando se añade el uso de agua que proviene de la ciudad y la industria, en este caso, suman 240 litros diarios por habitante censado, aunque en el verano el consumo en los hogares se incrementa un 20 %.

El precio medio del agua doméstica en 2018 se sitúa en 1,84 euros/metro cúbico (sin IVA), uno de los más bajos de Europa, lo que supone de media un 0,98 por ciento del gasto total de los hogares españoles, según ASEA.

Para Morcillo, aunque un episodio de calor conlleva implícito un elevado consumo de agua como es el rellenado de piscinas, torres de refrigeración industriales, riego de jardines y aumento de las duchas de refresco entre otras acciones, en general, los españoles tenemos un gran "conciencia" de ahorro en el consumo.

En este punto detalla que en momentos de fuerte periodos de sequía, entre la ciudadanía caló la necesidad de un uso racional del agua lo propicia, que, de forma tímida, desciendan los usos.

En el agua -una vez superados todos los parámetros establecidos por la legislación para el consumo humano y requisitos sanitarios, hay que tener en cuenta la calidad organoléptica, lo que percibimos por el gusto y que predispone aguas más amables y otras más duras.

Esa peculiaridad tiene que ver mucho con "la geología donde están ubicados los sistema de captación de agua", y no en todas las ciudades es igual, añade el experto para asegurar que, en Madrid el agua es de muy buena calidad.

Las más agradables al gusto son las aguas de sierras de origen granítico y en este caso, la madrileña, procedente de la sierra de Guadarrama es un agua muy natural y con un componente añadido que la mejora, su filtrado en un terreno arenoso.

Por el contrario, en zonas de costa donde el terreno es roca caliza, esta se disuelve, muy poquito, pero lo suficiente para afectar al sabor, concluye Morcillo.

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