Por
  • Isabel Soria

Saberes

Nuestros ojos se abrieron a nuevas pantallas.
Nuestros ojos se abrieron a nuevas pantallas.
Ayúa Carreño / HERALDO

Los niños, los jóvenes, los adultos y la sociedad entera cada vez sabemos menos y vivimos sumidos en la más profunda de las ignorancias. La culpa puede echarse al sistema educativo hasta que este sale de nuestras vidas a los 16 ó 18 años o a los 23 si los estudios son superiores. Pero después de eso, es de cada cual. De cada cual y de la televisión. Los libros, los pobres, nunca han gozado de gran éxito.

Antes las personas llenaban su cabeza con certidumbres, con hechos y experiencias tomadas directamente de la costumbre, de la intuición y de la naturaleza, de datos empíricos y metafísicos, de elementos culturales que servían para darle sentido a su vida. Pero es que, desde hace ya bastantes años, nuestros ojos se abrieron a nuevas ventanas y nuestro horizonte creció gracias a las pantallas, algo a priori positivo. Pero a partir de los noventa, la televisión trajo los programas basura y la estupidez diaria a la vida de muchas personas que se convirtieron en una masa de público que consumía ‘acción morbosa’. Aquella soñada tele cultural, de rigor e interesante se fue por tierra y se entronizó el chisme del peor gusto. Y no parece acabar. Y, aunque está la televisión de referencia en España, La 2, y la televisión de pago con su multiplicidad de canales, es una pena que no se haya aprovechado este medio para crear saberes que hagan crecer a la persona y no aprovechar sus momentos tranquilidad para llenarlos con las opiniones de una amalgama de tertulianos que no paran de vocear sobre lo estúpido y envenenar las horas muertas del personal.

Isabel Soria es documentalista y técnico cultural

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