educación

Delfi Ruiz : “Nuestro proyecto de escuela no sería posible sin las familias”

Sin libros, y con la ayuda de un huerto escolar, esta maestra, recientemente jubilada, ha conseguido transformar la pequeña escuela de Olba (Teruel) en referente de innovación educativa nacional.

Delfi Ruiz Fernández, maestra de la escuela de Olba, del CRA Javalambre (Teruel), observa el trabajo de dos de sus alumnos
Delfi Ruiz Fernández, maestra de la escuela de Olba, del CRA Javalambre (Teruel), observa el trabajo de dos de sus alumnos
Jorge Escudero

A Delfi Ruiz (Portugalete, Bizkaia, 1958) la trajo a Aragón su pasión por la vida en un pueblo. En el paisaje se encontró con personas amables y decidió quedarse. Hoy, y siempre, hemos de agradecerle sus veintiocho años de utopía y de compromiso sostenido en la escuela de Olba.

¿Por qué decidiste ser maestra?

Siempre me han gustado los niños y conocer su mundo interior. Quería estudiar psicología infantil, pero para eso me tenía que ir a Vitoria y la economía familiar era muy precaria así que opté estudiar magisterio en Bilbao.

Tus principales destinos…

El primero fue, durante siete años, el C.P. Antonio Trueba, en Repélega, el barrio de Portugalete donde nací. Mi especialidad era el euskara. Los siguientes cuatro años estuve en excedencia voluntaria, intentando crear un espacio de inmersión lingüística. Luego trabajé en un centro de protección de menores en Tarragona. Reingresé en Olba y aquí he permanecido durante veintiocho años.

"Queremos que los niños se formen libres de miedos y con mentes abiertas"

¿Teruel tenía algo especial?

Teruel nos pareció un buen lugar, con mucho espacio y con personas amables. No conocíamos la provincia, así que cogimos la lista de vacantes y fuimos recorriendo los posibles destinos. Nuestra primera opción era el barrio de Los Villanuevas en Olba, una plaza poco apetecible por la distancia a Teruel, la mala carretera (entonces no existía la autovía), la despoblación (los niños que venían a la escuela acudían de otros barrios cercanos), la carencia de teléfono público (no había móviles). Nos instalamos en la casa del maestro, una casa de piedra, antigua y bastante destartalada en la que vivimos muy a gusto durante diecinueve años.

¿Por qué te has quedado en esta escuela?

Aquí encontré lo que buscaba. Al principio estábamos muy solos. En nuestro barrio solo vivían dos ancianas. Poco a poco el valle se fue repoblando. Este es un lugar hermoso con abundante vegetación, recorrido por el río Mijares y su red de acequias que lo mantienen verde y fresco. Es un privilegio vivir aquí.

¿Ha cambiado mucho la escuela en estas tres décadas?

Cuando llegué nos calentábamos con una agradable estufa de leña, obteníamos la información en una enciclopedia, sacábamos copias de los textos libres en una imprenta de gelatina y los niños eran del pueblo y ayudaban en los huertos familiares y en el cuidado de los pequeños rebaños que quedaban en la zona. Esa fue la última generación que aún intentaba vivir del campo en este valle. Algunos de ellos son los padres de mis actuales alumnos. Esto me resulta muy agradable y me enorgullece mucho.

¿Qué cambio destacarías?

La implicación de las familias. Empezaron siendo meros testigos de una obra de teatro o saliendo un fin de semana de acampada y, poco a poco, han pasado a participar, proponer, gestionar… Hemos ido perdiendo el miedo, ese miedo que se nos inculcó a todos de pequeños en la escuela, el miedo a ser juzgados por cualquier cosa que hagamos.

"La innovación es intrínseca a la escuela. Es cualquier cambio que se introduce para mejorar algo"

¿Tenemos miedo?

Sí, las maestras temen a las familias y estas a las maestras. El miedo genera distancia y alejamiento. Nos une el deseo de acabar con los miedos en nuestros hijos. Queremos cambiar ese miedo al ridículo por una sensación de tranquilidad cuando expreso mis ideas, mis ocurrencias, mis sentimientos y emociones. Cambiar el sentido del ridículo por el sentido del humor.

¿Qué han aportado los padres a la escuela?

Mucho. Nuestro proyecto no sería posible sin las familias. Están organizadas por comisiones que asumen el mantenimiento del huerto, la organización y desarrollo de talleres de experimentos, de cuentacuentos, de cocina, de yoga, de chi kung, de biodanza, de encuadernación, de comunicación no violenta, de sexualidad, las relaciones con las instituciones…

Vuestro centro es referente en innovación, pero ¿qué es la innovación?

Cualquier cambio que se introduce para mejorar algo. Es intrínseca a la escuela. Precisamente es en ella donde se está gestando el futuro, donde se están desarrollando las personas que se ocuparán de que el planeta sea de una manera o de otra. No deberíamos hablar de “innovación, sí o innovación, no”, sino de “aquí la innovación se hace de esta manera y aquí de esta otra”, en función del momento, del lugar de las situaciones concretas.

¿Podemos decir que el huerto es vuestra base para innovar?

Sí, pero el huerto no es un fin en sí mismo. El huerto es muy importante en nuestro proyecto, pero no es el proyecto. Nuestro proyecto va más allá y es algo más profundo. Lo que pretendemos es acompañar a los niños en su desarrollo personal, proporcionarles el tiempo y las herramientas necesarias para que se formen como personas libres de miedos y con mentes abiertas.

"El huerto es muy importante en nuestro proyecto, pero no es el proyecto"

Háblanos de los inicios…

Hace unos diez años, un vecino del pueblo nos dejó su huerto, que estaba al lado de la escuela. Por dos cursos lo mantuvimos con toda la ilusión entre los profesores y los alumnos, pero era muy difícil. Sin una ayuda externa no podíamos continuar, así que me puse a buscar esa ayuda. Tardó un poquito, pero un par de años más tarde llegó en forma de una pareja con dos niñas. María Niubó, la madre, retomó el proyecto y lo llevó adelante con la ayuda de su compañero y de otras dos o tres personas que colaboraban puntualmente.

Delfi Ruiz, en el huerto de la escuela de Olba (Teruel), con tres de sus alumnos
Delfi Ruiz, en el huerto de la escuela de Olba (Teruel), con tres de sus alumnos
Jorge Escudero

Ahora tenéis tres huertos…

Uno es la huerta de verduras y flores a la que llamamos Huerto Marina en recuerdo a la hija mayor de María que murió hace tres años. A Marina le hemos dedicado un rincón con un precioso cerezo que este año nos regaló con unas cerezas gordas y dulces. El segundo es el huerto domo, donde levantamos una estructura de domo con cañas bajo la que hacemos chi kung. Y en el tercero tenemos el invernadero.

¿Formamos adecuadamente a los estudiantes de magisterio para dar respuesta a las necesidades de la escuela rural?

En los últimos cursos he tenido en el aula varias estudiantes de magisterio. Todas coincidían en que no sabían cómo atender tantos niveles distintos dentro de la misma clase. En nuestro caso aún les sorprendía más el hecho de que lo hiciéramos sin libros. Curiosamente, cuando empiecen a trabajar es lo que se van a encontrar con toda probabilidad: aulas con nueve o doce niños, con distintas edades y necesidades, desde los tres hasta los doce años y, probablemente, su mejor formación será el recuerdo de lo que hacía su maestra en la escuela de su pueblo porque en las escuelas de magisterio parece que no acaban de tener en cuenta que la escuela rural existe. No ha habido demasiada innovación en la formación inicial del profesorado y es precisamente ahí donde se deberían gestar los cambios y desde donde se podría extender la red de la innovación.

¿Podrías señalar tres principios que deben presidir el trabajo del profesorado en la escuela rural?

Los principios son válidos no solo para la escuela rural. El primero, el respeto hacia ti misma y hacia lo que te rodea. El segundo, el amor hacia lo que haces, que es lo que le va a dar sentido. El tercero, la ilusión. Siempre hay que mantener la ilusión e intentar contagiarla.

Los escolares de Olba (Teruel) en el huerto del aula
Los escolares de Olba (Teruel) en el huerto del aula
Jorge Escudero

UNA MADRE Y UNA MAESTRA 

Las escuelas las explican las personas que en ellas se reúnen para aprender, para compartir, para apoyarse mutuamente en la hermosa tarea de descubrir el mundo. A veces basta la presencia de un maestro o de un grupo de madres para cambiar el curso de la historia de una escuela. También los inspectores o las psicólogas de los equipos de orientación pueden cambiar la escuela. Y, por supuesto, los niños la cambian, con su manera de ser y de estar. En ocasiones, para que la escuela cambie basta el compromiso de una maestra o la participación de un padre o el consejo de un inspector o la intervención de una orientadora. Es mejor, claro, que sea la comunidad educativa en su conjunto la que aúne esfuerzos, voluntades y entusiasmos.

DAR LA VUELTA AL MUNDO, PARTIENDO DE UN GUSANO  

En el caso de la escuela de Olba, Delfi Ruiz y María Niubó son la conjunción de los astros que ha cambiado el rumbo de la escuela. Delfi me cuenta que María derrocha voluntad e ilusión; coordina la comisión que gestiona el huerto y anima a toda la comunidad educativa a colaborar. Además, se ocupa de que el hortal esté cuidado, propone lo que debería hacerse en el huerto en cada momento, acompaña a los escolares en las salidas y explica y participa en los trabajos previstos para ese día: plantar, cosechar, cavar, estercolar, regar, quitar malas hierbas, etc. María consiguió la cesión de los huertos vecinos a la escuela. Así empezaron a dar sus frutos el huerto domo y el huerto invernadero. También fue ella la que propuso al resto de la comunidad presentarse al concurso de Huertos Escolares Ecológicos, y su proyecto resultó premiado en un concurso estatal. María dice que Delfi es una maestra acogedora, que quiere a los niños y los niños la quieren a ella, una maestra que ha abierto las puertas de la escuela a la participación de las familias. En el huerto, Delfi es capaz de explicar la regla de tres o de dar la vuelta al mundo partiendo de un gusano. Es divertida, alegre, buena compañera. Es su amiga. “Juntas —concluye María— hemos soñado una escuela que empieza a hacerse realidad”.

Víctor Juan. Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación de la Universidad de Zaragoza y  director del Museo Pedagógico de Aragón

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