autismo

Pinceladas de superación contra el autismo

La joven aragonesa Laura Gil, que padece un trastorno del espectro autista, presenta ‘Mujeres’, una humilde exposición de catorce cuadros que se puede visitar hasta final de mes.

Laura Gil es una joven y alegre zaragozana que cursa 1º de ESO en el Instituto de Educación Secundaria Avempace. Sin embargo, sus capacidades no son como las del resto de sus compañeros. Laura es autista, un trastorno de origen neurobiológico que, principalmente, le dificulta la comprensión y la comunicación con otras personas. Una condición que no le impide desarrollar su gran pasión, la pintura. De hecho, a sus 13 años acaba de presentar su primera exposición. Una obra de 14 cuadros que podrá visitarse hasta el próximo 30 de abril en el restaurante Dfabula, ubicado en la calle Luis Pomarón 9, junto a la Fundación DFA (Disminuidos Físicos de Aragón).

A esta institución, “su segunda casa” -tal y como la define su madre-, llegó con apenas cuatro años. Actualmente asiste a terapia dos días a la semana junto a psicoterapeutas y personal especializado. “Vimos que hacían otras exposiciones y pensamos que podía mostrar sus cuadros. Sin ninguna pretensión, tan solo que ella se motivara y fuera feliz”, explica Sole, su progenitora y uno de los grandes apoyos de Laura en su día a día.

El pasado 4 de abril tuvo lugar la inauguración. Un evento humilde y cercano, que reunió a varias decenas de familiares y amigos cuyo único fin era respaldar a la joven pintora, que incluso se animó a dar un breve y emotivo discurso. “La gente me dijo que eran muy chulos y que les gustaban mucho”, reconoce la protagonista en referencia a su obra, basada en la recreación de los cuadros de la pintora argentina Romina Lerda, a los que Laura ha aportado su toque personal.

La pintura ha formado parte de su vida prácticamente desde el inicio. “De pequeña cogía papeles y dibujaba, pintaba mapas… hasta que en el colegio empezó esta actividad como extraescolar”, explica su madre. Actualmente, tras cinco años pintando en lienzo, Laura recibe tres horas de clase, distribuidas en dos días a la semana, con el pintor Rafael Navarro.

Trastorno del espectro autista

Cuando se quita la bata y deja a un lado el lienzo, la brocha, los acrílicos y los pinceles, Laura es una niña alegre, trabajadora y muy vergonzosa. Consciente de su trastorno, hace de la sonrisa su mejor carta de presentación.

El autismo afecta a cada niño de una manera. La mayoría de la gente se queda con que es un problema físico, pero hay muchos casos que no es así. Más que aportarle nosotros a ella, siempre digo que Laura nos aporta mucho más a los demás: empatía, tranquilidad, cariño… Intentas ver la vida como la ve ella, es una maravilla”, describe emocionada su madre.

A la hora de relacionarse, Laura tiene más problemas con la gente de su edad, a pesar de que conserva su “fantástico” grupo de amigos que “le quieren y le cuidan” como la que más. “Nunca ha tenido un problema de adaptación. Deja un poso de cariño enorme en la gente y, por eso, el día de la exposición vino mucha gente que ha trabajado con ella”, recuerda Goyo, padre de la joven, que asegura haber moderado su carácter gracias a su hija. “Cuando veo un partido de fútbol ya no grito y lo de criticar a alguien cuando sale en la televisión… Dios me libre”, confiesa sonriente.

“A veces pregunta: ¿Por qué ellos hablan de una manera y a mí me cuesta más? Lo que hacemos es explicarle con total normalidad lo que es el autismo, como hemos hecho siempre. También tiene momentos de bajón, cuando ve que sus amigos hacen cosas que ella no puede, como salir sola a la calle… Todavía tiene que aprender a manejarse mejor, pero cuando le mandamos a comprar algo a la tienda de abajo, para ella es un subidón y le da una vitalidad impresionante”, afirma su madre antes de ser interrumpida por Laura: “¡Yo soy TEA (trastorno del espectro autista)!”, agrega la joven con una natural y emocionante espontaneidad.

El autismo y las instituciones

Además de los dos días de terapia en DFA, Laura cuenta con un aula TEA en el instituto, donde trabaja aspectos relacionados con el autismo. “El objetivo es que, progresivamente, la niña esté cada vez menos en este tipo de clases y más en el aula ordinaria, junto al resto”, explica Goyo, que lamenta el “lento” proceso por parte de las instituciones en la concesión de este servicio.

Hasta el 25 de julio no supimos dónde iba a ir Laura. El propio instituto se enteró unos pocos días antes. El proceso, al final, sale adelante, pero más despacio de lo que debería”, añade Sole.

Cuestionados por cómo definirían en una palabra a su hija, ambos coinciden y responden al unísono: “Laura es amor”. O lo que es lo mismo, un sinfín de pinceladas de superación contra el autismo.

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