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Operación Bikini: Hay una alcachofa en mi plato

Comer saludablemente es imprescindible para perder peso. Pero por favor, evite las dietas milagro que prometen mucho a cambio de nada (de comida).

Una alimentación saludable ayuda a perder peso.
Una alimentación saludable ayuda a perder peso.
Pixabay

“En abril, aguas mil”. “Abril, uno bueno entre mil”. “Una flor no hace abril, sino mil”. “Abril, que agua rezumas y de lila perfumas”. Hay un ciento de refranes sobre este mes. ¿Qué más se puede decir de él? Que nos lo hemos marcado como el inicio de la Operación Bikini y eso rima más con “Si en abril no haces deberes, en verano no desesperes”. Que es un refrán que me acabo de inventar.

Y como además este año cae Semana Santa, entre procesión y procesión siempre habrá un hueco para el disfrute. Un aperitivo por aquí, una torrija por allá... Vamos, una maravilla. Sin ánimo de ser aguafiestas, el capítulo tres de esta serie sobre la lucha contra la grasa, después de los dedicados a los cuidados especializados y a las cremas, va de consejos nutricionales. Que son por todos conocidos, pero nunca está de más recordarlos.

No nos engañemos. Si necesitamos perder (más o menos) kilos es porque nos los hemos puesto encima, al abrigo (nunca mejor dicho) de esas prendas amplias y calentitas que ahora empezamos a quitarnos. Así que recurrimos a todas esas dietas que (dicen) llevar las famosas y que abundan en internet. La del kiwi. La de la piña. La de la alcachofa. La de los colores. La de cosernos la boca, ya puestos... Seguir una dieta saludable debería ser una constante a lo largo del año, olvidándonos de los despropósitos alimenticios que muchas veces constituyen nuestro día a día. Las prisas, las comidas fuera de casa, el abuso de los alimentos procesados y el difícil de erradicar el hábito de picar entre horas dan al traste con nuestras buenas intenciones dietéticas. Pero no todo está perdido, y si no esperamos milagros ni ponemos en peligro nuestra salud con draconianas restricciones calóricas, y si también hacemos algo de ejercicio, es posible llegar al verano con algún kilo de menos. Por favor, no me odien.

Porque adelgazar requiere paciencia, constancia, una buena dosis de sacrificio y mucha fuerza de voluntad. Y sentido común, ese que desaparece por arte de magia cuando pretendemos quitarnos diez kilos en un mes. “Una pérdida de dos o tres kilos en ese lapso de tiempo es lo adecuado”, explica la dietista Pilar Magaña, entre harta y divertida de ver pasar por su consulta a gente que pide imposibles para poder entrar pasado mañana en un vestido o no desbordar un bañador. El cuerpo, que es sabio, necesita todo tipo de nutrientes para estar saludable. Si no recibe suficientes carbohidratos, proteínas, legumbres o cereales, a la larga lo acabaremos pagando. El temido efecto rebote no es otra cosa que la respuesta del organismo a las carencias alimenticias. Esto es, si el organismo echa de menos un nutriente en concreto, cuando se lo das lo aprovecha más que si recibe dosis adecuadas y regulares del mismo. Hay que comer de todo, en su justa medida, si queremos mantenernos en un peso ideal, o adelgazar, insiste Magaña.

Comer de todo, y cinco veces al día. Parece una contradicción, comer tantas veces cuando lo que se quiere es estar más delgado. La explicación es el estilo de vida que llevamos, con menos horas de sueño, muchas horas de trabajo... el día se hace muy largo y es necesario mantener el ritmo. Y no, mejor no saltarse la merienda si no queremos tener que pedir después cena para cuatro (sin los otros tres comensales). Además, según Pilar Magaña, muchas veces comemos por ansiedad, más que por hambre. Tendemos a llenar demasiado el plato, aunque sea de pechugas de pollo a la plancha. “Me pasa con las clientas, que cuando están a dieta acaban comiéndose dos filetes cuando antes sólo se habrían comido uno. La excusa que ponen es: 'Como la dietista me ha dicho que puedo comer lo que quiera...'. Hombre, sí, ¡pero hay que dejar de comer cuando ya no se tiene hambre!”.

Pero, ¡ay, ponerse a dieta en una sociedad como la española, que todo lo celebra comiendo y bebiendo! No es fácil restringir la ingesta calórica delante de una barra atiborrada de pinchos. Teniendo en cuenta que lo de picar entre horas está reñido con combatir las lorzas, siempre se puede elegir, entre la abultada oferta, opciones más saludables. Champiñones, encurtidos, gambas a la plancha, boquerones, pulpo, mejillones... “mucho mejor que la manida bolsa de patatas fritas para acompañar las cervezas”, explica la dietista. Porque esa es otra, las bebidas alcohólicas no casan bien con un plan de adelgazamiento. El alcohol, prohibido, o por lo menos altamente restringido. “Y entendemos por alcohol permitido un poco de vino tinto en las comidas”, añade. De las bebidas de alta graduación mejor nos olvidamos, y la cerveza... “bueno, una de vez en cuando no le hace mal a nadie”, admite Magaña. A su juicio, las infusiones, los cafés, el agua, los zumos naturales y poco más son las bebidas que no interferirán en nuestros planes de pérdida de peso. Mal vamos de cara a las terracitas primaverales. Sí, seguir con éxito una dieta es muy duro.

A la hora de diseñar una dieta estándar para perder peso, esta experta propone comenzar el día con un kiwi en ayunas para combatir el estreñimiento, un café con leche desnatada y un bol de cereales integrales, o una tostada de pan integral (“mejor pan de barra, el de molde tiene mucha grasa”) con queso fresco y jamón serrano, o galletas María (seis como mucho). Para almorzar, una pieza de fruta y un minibocadillo de pan integral con jamón york. A la hora de la comida, verdura rehogada y pollo a la plancha con pimientos rojos. O unos garbanzos de ayuno, con huevo duro, en plan plato único. De postre, un yogur. Como merienda propone otra pieza de fruta y una infusión, para llegar a la cena con una ración de verdura y otra de proteína tipo pechuga de pollo a la plancha. O si se ha optado a la hora de comer por el plato de garbanzos, compensar la ingesta con un par de rodajas de piña, queso fresco y pechuga de pavo. Desaconseja vivamente cenar ensaladas, porque la lechuga tiende a retener mucho líquido.

Y poco más. Mucha agua, algo de ejercicio, grandes dosis de paciencia y nada, pero nada de prisa. “Adelgazar es una carrera de fondo. Mejor no esperar a última hora para ponerse a dieta, pero a estas alturas de año, no se puede pretender perder en un mes lo que nos hemos puesto encima en todo un invierno”, zanja Pilar Magaña.

Y yo añado: que les aproveche...

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