Por
  • Javier Sebastián

Bicicletas

Bicicletas por la acera/ foto: Andrea Merino
Uno de los grandes inventos del Barón de Sauerbronn.
Andrea Merino / HERALDO

El Barón de Sauerbronn inventó la bicicleta hace doscientos años. Y también una especie de máquina de escribir. Es curioso que una misma persona sea la que inventó dos ingenios tan trascendentes para mí. Yo estoy en deuda con Sauerbronn, pues llevo escribiendo en un teclado y dándole a los pedales desde hace tiempo y no pienso dejar de hacer ninguna de las dos cosas. Eso demuestra que hay amores completos y definitivos.

Una bicicleta no solo es un multiplicador de fuerza, también es una maquinaria de la alegría, como dice una canción de British Sea Power. Antón Castro escribió ‘Mis paseos en bicicleta’, uno de esos libros que dan felicidad. Desde que lo leí, me lo figuro siempre con una sonrisa en la boca.

Corremos y saltamos de alegría, mi bicicleta y yo. En bicicleta la vida se simplifica y todo queda claro. Yo aún no he hecho la proeza de Miguel Mena, que recorrió Aragón de norte a sur en bicicleta y lo contó en un libro titulado ‘Un viaje aragonés’. Cuando lo presentó en Barcelona, dijo que pedalear a solas es encontrarse consigo mismo. Y estoy de acuerdo, pues lo que se hace sin la concurrencia de otros acaba siendo una actividad reflexiva, no recíproca.

Visto además que, según la ONU, el verano en España se ha alargado cinco semanas desde 1980, la bicicleta es una aliada luminosa. Tan adorable como un teclado con el que escribir libros. Y ninguno emite CO2.

Javier Sebastián es escritor

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