La discriminación contra las mujeres se incardina en lo más cotidiano.
La discriminación contra las mujeres se incardina en lo más cotidiano.
HERALDO

La semana pasada, una película sobre el tabú de la menstruación en India ganó un Óscar al mejor corto documental. Solo el 18% de las mujeres en ese país utiliza compresas: o no pueden permitírselo, o ni siquiera conocen su existencia. El vídeo cuenta cómo muchas jóvenes dejan estudios u oficio ante la imposibilidad de mantener cierta higiene, por vergüenza o incomprensión. Mientras tienen el periodo, por ejemplo, a las hindúes no les está permitido ir al templo a rezar porque se cree que, griten cuanto griten, los dioses no van a escuchar sus plegarias. La buena noticia es que una asociación trata de fomentar el uso de paños sanitarios, manufacturados y distribuidos por trabajadoras del país. Demuestran que uno de los objetos que marca la diferencia con el mundo subdesarrollado es la compresa. O no. Unas amigas argentinas acaban de abrir el primer bar de yerba mate en Williamsburg, un barrio de moda en Brooklyn. Durante la inauguración, su gestor comentaba lo difícil que resulta ayudar a las emprendedoras. Solo el 1% de los inversores con los que trabaja su empresa tiene interés en los negocios de propiedad femenina. Lo preocupante es que las cifras pueden extrapolarse a todo el país, y no difieren mucho de otros lugares. Me pregunto qué pensarían los inversores si supieran además que dos de las tres socias están casadas (entre ellas). Debería ser un dato irrelevante, tanto como que, cinco días al mes, tienen la regla. Les prometo que no es como en India: aquí hay compresas.

Almudena Vidorreta es profesora en la Universidad de la Ciudad de Nueva York

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