Iñaki Alday: "La arquitectura debe definir cómo habitamos el planeta"

Iñaki Alday (Zaragoza, 1965) es decano de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Tulane, en la ciudad estadounidense de Nueva Orleans.

El decano Iñaki Alday, en su despacho en Tulane (EE. UU.)
El decano Iñaki Alday, en su despacho en Tulane (EE. UU.)
David Armentor

¿Pesa el decanato de una Escuela de Arquitectura de prestigio mundial como es Tulane?

Es complicado, porque el sistema americano es diferente. El decano es una suerte de CEO:tiene responsabilidad sobre lo académico; pero también sobre lo económico, desde gestión de personal hasta recaudación de fondos.

¿Por qué cree que lo eligieron?

La combinación de mi carrera académica con mi labor profesional le pareció atractiva a la Universidad de Virginia, donde fui catedrático desde 2011 a 2016. El centro quería innovar, sentía que se había quedado estancado en los noventa. Yo les hice un planteamiento: ‘La arquitectura más allá del objeto: retos contemporáneos’. Y me dieron el puesto. Luego llegó la oferta de la Escuela de Tulane, en Nueva Orleans.

¿Retos contemporáneos?

Sí. Para mí, el principal es uno: lograr que la arquitectura lidere temas de sostenibilidad, cambio climático, justicia social, equidad... Todos ellos tienen en Nueva Orleans un paradigma, puesto que es una de las ciudades más antiguas de Estados Unidos, con muchas capas históricas, culturales, un laboratorio para experimentar en estos asuntos.

Para, posteriormente, reflejarlos en el resto del mundo, ¿no?

Exacto. La arquitectura debe definir cómo habitamos el planeta, tomar una posición clara de cara a este respecto. Y esto es urgente:nos lo jugamos todo en los próximos veinte años.

¿En qué se diferencia la arquitectura en Estados Unidos de la española o la europea?

En España, la arquitectura es de una calidad extraordinaria, reconocida en todo el mundo. En las últimas décadas, el país se ha convertido en puntero en espacios públicos: centros de asistencia primaria, escuelas, hospitales, bibliotecas... La arquitectura ha colaborado en la construcción de una España moderna. En Estados Unidos, se limita a ser, básicamente, una operación comercial, que cuenta con pocas piezas de relevancia cultural.

Y en el caso de Zaragoza, ¿hasta qué punto es relevante?

Lo es, mucho. La ciudad ha experimentado una mejora en la calidad espacial importante. Las operaciones arquitectónicas en las riberas recuperaron el río Ebro, que dejó de ser el patio trasero de la ciudad para convertirse en el elemento de vertebración. El tranvía, un medio de transporte de última generación, funcional, con prioridad en el tráfico, fue otra iniciativa valiente; igual que las remodelaciones del casco, la de la calle Las Armas u otras inserciones urbanas, que han hecho de Zaragoza una ciudad amable arquitectónicamente.

¿Mantiene el nivel de trabajo en su despacho de Barcelona?

Afortunadamente. Aldayjover no para. Trabajamos ahora en una vivienda social en Barcelona e, internacionalmente, en edificaciones para el Banco Mundial en Bangladés o Sri Lanka. También remodelaremos la autopista más importante de Buenos Aires. Y seguimos con el Yamuna River Project, en Nueva Delhi.

¿Belleza o funcionalidad?

Ambas. No creo que se lleven mal. Existen cosas feas disfuncionales, pero también bonitas funcionales. A veces, lo funcional es bello, precisamente, por el despojo de ornamento superficial; aunque está claro que todos aspiramos a la belleza.

Factores como la domótica o el internet de las cosas, ¿supondrán un gran cambio?

Claro. Ya afectan, pero lo harán más. Estos elementos nos cambian la vida. Y la arquitectura es parte de ella. Llegarán cosas, aunque será lento, porque los edificios son para siempre o para muchos años. No es fácil construir otro si uno se queda obsoleto.

Igual que la constante búsqueda de eficiencia energética...

Sí. Pero debemos tener una mirada global en esto, hacer edificios que consuman lo menos posible en su mantenimiento, sí; pero también en su construcción. Y más importante es dónde los erigimos: un edificio eficiente en medio de la nada es disfuncional ecológicamente, puesto que genera unos tráficos, obliga a crear infraestructuras... Tenemos que mirar de forma holística estos temas.

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