El cuento feminista

Las mujeres tienen enemigos declarados que no reconocen su igualdad con los hombres.

Hasta que los hombres no tomen conciencia no terminará la opresión machista.
Hasta que los hombres no tomen conciencia no terminará la opresión machista.

Cuando yo era niño, las mujeres se levantaban a las cinco de la mañana para hacerles el desayuno a sus maridos. Mi padre se lo preparaba él mismo, y eso me gustaba. Quizás fue el primer gesto feminista que vi, aunque entonces no sabía interpretarlo. En los años ochenta, los hombres maltrataban a las mujeres con el silencio cómplice de la sociedad. La violencia era física (un individuo apaleó a su mujer en mi barrio a la vista de todos) y psicológica. A menudo oía decir: "Algo habrá hecho» y «qué harto estaría ese hombre para tener que pegarle". Hemos avanzado, pero falta mucho para lograr un mundo igualitario. El sistema patriarcal cree que la vida de las mujeres no forma parte de la historia, sino que es el cuento de unas criadas con útero, como escribió Margaret Atwood.

Las mujeres tienen enemigos declarados que no reconocen su igualdad con los hombres (eso, y no otra cosa es el feminismo). Pero hasta que precisamente nosotros, los hombres, no tomemos conciencia y no alcemos la voz, no terminará la opresión machista y la masacre de miles de muertas. Es un trabajo diario que necesita reflexión sobre nuestro comportamiento y nuestro lenguaje. Y sobre todo necesita respeto por nuestras amigas, compañeras, hermanas, madres e hijas. Escucho últimamente negar el feminicidio. Mentes reaccionarias se están organizando en torno a un partido de nombre latino. Pues si de latín se trata, yo grito esa consigna que aparece en ‘El cuento de la criada’: "Nolite te bastardes carborundorum".

Ángel Gracia es poeta y narrador