Tercer Milenio

Tiempo por paciente y empatía

Limitar el número de pacientes atendidos al día para garantizar un tiempo razonable para dedicarle a cada uno de ellos. Es la principal reivindicación de los médicos, tanto los que se han puesto en huelga –en Cataluña, en Andalucía o en Galicia– como los que no. Una atención más empática suele relacionarse con una mayor satisfacción del paciente, un mayor bienestar y un mejor seguimiento de los tratamientos. Además, la empatía podría proteger contra el vacío del médico ‘quemado’.

Consulta en el centro de salud Ensanche de Teruel
Consulta en el centro de salud Ensanche de Teruel
Antonio García

(En mitad de la consulta) "La señora Osorio interrumpe mis pensamientos sobre todo lo que tengo que tener en cuenta para decirme que la espalda le ha estado doliendo durante los últimos meses. Desde su punto de vista, este es probablemente el asunto más importante en nuestra visita. Mi instinto es levantar una mano y mantener a raya todas las interrupciones. No es que no quiera escuchar lo que ella ha dicho, sino que tengo la sensación de estar haciendo malabares con tantos pensamientos y que debo resolverlos todos antes de que se acabe el tiempo. Eso me mantiene en un estado de pánico moderado. ¿Qué sucede si me olvido de alguno? Intento escribir lo más rápido que puedo, pero cada vez que me pongo con el ordenador no estoy mirando a la señora Osorio. No quiero que mi paciente piense que el ordenador es más importante que ella, pero tengo que seguir mirando a la pantalla para obtener sus resultados de laboratorio, revisar su informe de mamografía, documentar el progreso de sus enfermedades, ordenar las pruebas, rellenar sus prescripciones".

Médicos en huelga

Esta escena de tensión latente y bulliciosa era descrita por la médico Danielle Ofri en la revista ‘The Lancet’ en el año 2010. Unos años después, su esencia está en el centro de las huelgas de médicos que han empezado a salpicar España de punta a punta. En Cataluña, en Andalucía o en Galicia, los médicos de atención primaria (y algunos otros) han dicho basta. Entre sus reivindicaciones –mejorar sueldos y equipamientos, recuperar la dotación de personal carcomida por los recortes, reforzar su papel y la acción comunitaria– hay una central: limitar el número de pacientes atendidos al día y garantizar un mínimo de doce minutos para estar con cada uno de ellos.

La petición –o la exigencia–no es baladí, ni afecta únicamente a su propia salud laboral. Hace solo unos días se publicaban estas líneas en la revista médica más prestigiosa, ‘The New England Journal of Medicine’: "Se han hecho progresos reales, pero algo se ha perdido, algo que creemos que debe recuperarse. Lo que necesitamos, según nuestro punto de vista, es una medicina interpersonal. Esto no significa solo ser agradable, sino ser efectivo".

Beneficios de la empatía

Una atención más empática suele relacionarse con una mayor satisfacción del paciente, con un mayor bienestar y con un mejor seguimiento de los tratamientos, con diferencias de hasta el 15 por ciento en personas con diabetes o con el colesterol alto, por ejemplo. Además, cerca del 80% de las denuncias y quejas a los médicos tienen como causa principal o añadida una mala comunicación.

Sorprendentemente, bastan pequeños aumentos del tiempo en consulta para percibir resultados. En general, no lleva más de noventa segundos escuchar a los pacientes sin interrumpirles al principio de la consulta. Solo esta medida ya aumenta el ambiente de confianza, mejorando de paso la crucial confección de la historia clínica –otro estudio observó, sin embargo, que los médicos interrumpen de media a los pacientes una vez cada 18 segundos (aunque algunas pueden estar justificadas, dicen otros)–.

Independientemente de la empatía, un minuto más en cada visita parece bastar para mejorar el seguimiento de la presión arterial, preguntar por el consumo de tabaco y alcohol, informar sobre vacunaciones necesarias y para dar más información sobre promoción y educación de la salud.

Sobre resultados en satisfacción, una pequeña escena: en un congreso sobre cáncer, la representante de una plataforma de pacientes contó la anécdota de una persona que había ido a una revisión de seguimiento. Cuando le preguntó qué tal había ido le contestó, entusiasmada, que mucho mejor, que el médico de esta ocasión había sido encantador, que le había avisado si tenía que mirar al ordenador, como pidiéndole perdón cuando no podía mirarla a los ojos. Los resultados eran iguales a los de las visitas anteriores, seguía sin haber rastro de cáncer, pero el resultado de la visita parecía casi ser otro, mucho mejor. Hasta ese punto puede ser importante la comunicación en la percepción del paciente.

Pero hay matices. También parece necesaria una educación y una evidencia en la empatía.

Del problemático exceso de empatía al agotamiento de la compasión del médico quemado

Aumentar el tiempo de consulta es eficaz por sí mismo, pero no basta para mejorar la empatía. Es condición muy necesaria, pero no suficiente. Depende también de capacidad y predisposición. Incluso de formación: curiosamente, jornadas de uno o dos días bastan para dotar de herramientas y mejorar significativamente las habilidades y técnicas para comunicar.

Sin embargo, no todo es tan positivo y directo. La empatía excesiva puede generar conflictos y problemas. Uno es el de una atención desigual. Los psiquiatras conocen bien el término ‘contratransferencia’, los efectos que el paciente puede despertar en quienes les tratan y que pueden influir y condicionar la terapia. Ante una actitud particularmente empática, el médico podría, consciente o inconscientemente, atender mejor a aquellos pacientes con los que simplemente se entendiera mejor.

Otro problema es el del ‘médico quemado’, consecuencia de una sobrecarga diversa –los médicos son una de las profesiones con una tasa de suicidio más elevada–. Los estudios revelan que el médico quemado muestra niveles de empatía notablemente inferiores, lo que algunos han llamado el agotamiento de la compasión. Algunas teorías sostienen que una alta empatía conlleva mayor estrés emocional y, por tanto, predispone al agotamiento. De ahí que defiendan un cierto desapego, una distancia emocional que mantenga protegida la energía y lo que resulta primordial: la objetividad del juicio clínico.

Pero muchas otras abogan últimamente por lo contrario. Aunque los datos no permiten asegurarlo, la mayoría de ellos son más consistentes con la hipótesis de que la empatía protege en realidad contra el vacío del quemado, que los médicos más empáticos conservan mejor el sentido que le dan a su trabajo y que, de media, presentan mayor satisfacción con su labor. Pero separan tres categorías de empatía: la cognitiva –más desapegada–, la afectiva –inmersiva, especialmente involucrada– y una tercera, a la que llaman empatía clínica. Esta, la que consideran más apropiada, se encuentra en un término medio, en un punto que "les protege de una posición demasiado compasiva pero sin ignorar las reacciones emocionales y los sentimientos de los pacientes". Sostienen que "el objetivo de la empatía es centrar la atención en el paciente. Un oyente que esté ocupado teniendo sus propias emociones paralelas y haciendo introspección sobre ellas tendría el enfoque equivocado".

Para eso también hace falta tiempo. En el mismo artículo en que Danielle Ofri hablaba sobre la señora Osorio dice también: "Si tuviera el tiempo suficiente para que mis pensamientos fluyeran de forma lineal y singular, en lugar de hacerlo simultáneamente y al azar, no tendría miedo de olvidarme nada. Sospecho que en realidad sería más eficiente, ya que mis pacientes probablemente no tendrían que regresar con tanta frecuencia. Mis elecciones parecen reducirse, sin embargo, a atender a menos pensamientos, a aceptar la menor precisión de cada uno de ellos, a renunciar a una documentación exhaustiva o a tener un dolor de cabeza constante por sobrecarga neuronal".

El tiempo de este artículo se acabó.

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