Pseudociencias, pseudoterapias, terapias complementarias, alternativas, naturales, medicina integrativa, tradicional... Con tanta nomenclatura y variedad, no es difícil despistarse en este mundo de disciplinas no avaladas por la comunidad científica. Pero, ¿qué son y qué tratan (presuntamente)?

Se conocen como pseudociencias aquellas que dicen ser científicas pero que no respetan un método de investigación válido o no pueden ser comprobadas de modo certero. No existe un listado cerrado puesto que unas terapias pueden tener eficacia para una indicación en concreto pero ser pseudoterapias para el tratamiento de una patología. Sería como tomar manzanilla para las molestias estomacales (de eficacia demostrada), pero también pretender curar un cáncer solo a base de infusiones de esta planta.

En 2011, Sanidad elaboró un informe en el que identificó 139 técnicas que englobó bajo el término de terapias naturales, advirtiendo de que solo unas pocas influían en la salud y el resto estaban orientadas al bienestar. El Ministerio afirmó entonces que “la ausencia de demostración de su eficacia no debe ser considerada siempre como sinónimo de ineficacia”, puesto que muchos pacientes referían mejoría en sus síntomas aunque no se disponían de estudios “que permitan determinar si es debido al tratamiento o a un efecto placebo”.

El documento aglutinó estas terapias en varias categorías:

Sistemas integrales o completos: Homeopatía, medicina naturista, naturopatía, medicina tradicional china, acupuntura, ayurveda.

Prácticas biológicas: Fitoterapia, terapia nutricional, tratamientos con suplementos nutricionales y vitaminas.

Prácticas de manipulación y basadas en el cuerpo: Osteopatía, quiropraxia, quiromasaje, drenaje linfático, reflexología, shiatsu, sotai, aromaterapia.

Técnicas de la mente y el cuerpo: Yoga, meditación, kinesiología, hipnoterapia, sofronización, musicoterapia, arteterapia.

Técnicas sobre la base de la energía: Qi-Gong, reiki, terapia floral, terapia biomanética o con campos magnéticos.