Viejos y solos

Parece que el futuro que nos espera es la soledad en la vejez.

La población aragonesa envejece.
La población aragonesa envejece.

Viejos y solos. Eso será Aragón en 2033 según el INE, porque más del doble que en la actualidad tendrán más de 65 años y vivirán solos. Solos, mientras se nos llena la boca contando la vida de nuestros hijos volando por el mundo en uno de esos amargos contrasentidos que tiene esta sociedad de hoy.

Solos y viejos, sin que se escuche al Banco de España que avisa del bajo crecimiento salarial, por la parcialidad involuntaria, el desánimo, el paro, el pacto de convenios o la reforma laboral. Sí, volvemos a la casilla de salida olvidando que seguimos en la batalla. Porque en este nuevo ‘it’ de patinetes eléctricos que te tropiezas en cualquier sitio, las empresas van a pagar a los usuarios para que recarguen en sus casas, indicándoles dónde están para que se los lleven. Manda narices. Una manera más de evitarse contratos de trabajo. Como tantos otros recortes porque sí. Así nos van dejando solos y viejos y más pobres.

Casi sin recuerdos a qué agarrar para sentirnos únicos y queridos. Para volver a fechas que no puedes saltarte, que parten el corazón. Que traen de golpe a mi madre ante la Ofrenda, ante una Virgen a la que llenó de velas y peticiones y de miles de por qués; y a mi padre, grande como un mallo, al que una jota le abría el alma. Lo digo hoy pensando en mi hermana, con sus ojos vidriosos siguiendo las flores por televisión y en la distancia, para quien mi hermano siempre tenía un paquete preparado. No hay que mirar atrás, aunque el pasado es el futuro, pero, qué cosas, la Ofrenda me puede y me emociona, aunque me canse por larga y huya de tanta bandurria que se me mete en casa.