Como continentes

Así como determinadas proyecciones cartográficas nos engañan sobre el tamaño real de los continentes, también la importancia real de las personas puede aparecer distorsionada.

El mundo está lleno de personas ínfimas que deberían estar representadas en el mapamundi como continentes. Digo esto porque Sergio del Molino, en su magnífico ensayo ‘La España vacía’, habla de la proyección Mercator para señalar que los países no aparecen en los mapamundis según sus verdaderas dimensiones, sino en función de una fórmula que los agranda cuanto más cerca están de los polos. Es un mecanismo de compensación representativa poco realista, que hace que por ejemplo Groenlandia aparezca en los mapas del mismo tamaño que África, cuando en realidad es 14 veces más pequeña.

Hay también una especie de proyección Mercator humana. Pienso en una novela de Patricio Pron, titulada ‘El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan’, y en seguida me viene a la cabeza una lista de individuos de proporciones injustamente agigantadas. Como si estar más cerca de la idiotez los agrandara. Contrastan con esas personas a las que podríamos considerar empequeñecidas en relación con la enorme importancia de sus aportaciones a un mundo menos feo, menos arruinado. Gente como los premios Nobel de la Paz de este año, Nadia Murad y Denis Mukwege. Pero también individuos anónimos que van en bicicleta a la universidad para no contaminar, o que les hacen fotos a sus pacientes para no olvidar nunca sus caras de felicidad cuando se curan. Pienso en mi perra Maggie, que es una gran persona. No hay ninguna proyección Mercator animal, que yo sepa. Mi perra sería un continente.