Cortesías

Juan Moneva explicaba que en lo tocante a cortesía es más importante omitir que hacer.

Yo sé que hablar de don Juan Moneva no es precisamente lo más ‘cool’. Y si yo fuera de esos que gustan del castellano tirando a procaz y tabernario, a lo Pérez Reverte, escribiría ahora que me importa una mierda si es ‘cool’ o deja de serlo. Pero ando lejos de esas preferencias, y lo que me interesa es recordar aquí que Moneva, que fue un hombre conservador y, a mi humilde parecer, de sotanófilos excesos, tuvo una inteligencia extraordinaria (no conocemos muchos casos como él de licenciados en Químicas y doctores en Derecho), una personalidad arrolladora (siendo como era un hombre de orden, exigió al gobernador civil, con no poco riesgo personal, que terminara con los fusilamientos y los ‘paseos’ en la guerra), y fue un aragonesista cabal, enamorado hasta las cachas de su tierra, que defendió nuestro derecho foral y que abominó del baturrismo, del excesivo pilarismo y de la jota como mito popular. Hace unos días un querido amigo publicó algo que sabía que podía incomodarme; y días más tarde escribió con la más noble intención otro texto para halagarme y mostrarse cortés. Y yo entonces recordé a Moneva y su excepcional texto sobre la cortesía: "Es más importante en cortesía omitir que hacer, y vale más evitar desagrado que causar agrado. Aunque obligación primordial de cortesía es estar atento al prójimo, lo es más para no desagradarle que para satisfacer sus gustos". O sea, evitar molestar antes que tratar de agradar. En tiempos tan agitados, no es reflexión a desatender.