Jugar a los monos

Una familia de monos.
Una familia de monos.
Sedat Suna / Efe

Hace unas cuantas semanas que mi hijo de seis años y yo jugamos a los monos. La cosa empezó el día que se me ocurrió imitar a un simio comiéndose un plátano, algo que muchos padres han hecho alguna vez para amenizar una cena. En aquella actuación, tras devorar el fruto de una dentellada, el animal lanzó la cáscara hacia atrás despreocupadamente. Al ver este gesto, mi hijo se desternilló y me pidió que repitiera la escena varias veces, riéndose sin parar, pero más intensamente cada vez que la mondadura imaginaria era arrojada al buen tuntún. Y así seguimos.

Estoy seguro de que tanta risa tiene que ver con la transgresión de las normas que se le imponen al niño y con lo chocante que a este le resulta que sea su padre quien las vulnere tan desvergonzadamente, al tirar la peladura sin el menor cuidado. A partir de entonces, venimos imaginado un mundo simiesco ajeno a las convenciones humanas. Nuestros monos dormitan, juegan, se miman, comen lo que hallan, o lo que rapiñan, no se preocupan de su aspecto y se lanzan al río pisando por sorpresa las cabezas de los orgullosos cocodrilos que lo patrullan. En definitiva, viven de modo inconsciente, sin pasado ni futuro. Su única regla es el cuidado mutuo frente a los peligros que se presentan, lo cual incluye a mamá mona y a los congéneres más cercanos.

Por otra parte, a mi hijo cada vez le seduce más la desfachatez de estos personajes, especialmente en su faceta ladrona, ya que unas de las cosas que más nos gustan cuando somos monos es sustraer las mochilas de las personas que pasan por nuestro territorio, así como toda la ropa que llevan puesta, aunque esto implique, además de habilidad, el uso de cierta fuerza. Por ello, aunque no hay duda de que mi hijo discierne entre el juego simiesco y la condición humana, ya he empezado a poner algunos límites a la desinhibición y al libertinaje. Aunque nos pese, tendré que recordarle al chico que no se puede ir por ahí pisando cabezas, ni siquiera las de los cocodrilos.

jusoz@unizar.es