Pilar Aznar: "Multar a los padres de los menores que beben no es la solución"

Pilar Aznar (Tabuenca, 1951), jubilada del mundo de la docencia desde 2012, siempre ha estado vinculada de alguna forma al voluntariado.

Pilar Aznar, en una de las dos unidades de atención de las adicciones de Proyecto Hombre.
Pilar Aznar, en una de las dos unidades de atención de las adicciones de Proyecto Hombre.
Raquel Labodía

¿Cómo llega al Centro de Solidaridad Zaragoza?

Toda mi vida me he dedicado a la docencia y al voluntariado de una forma u otra. Comencé en una comunidad como la parroquia de Begoña, con mucha ebullición, y en las asociaciones vecinales de Delicias. Cuando Carlos Gómez, director de Cáritas, dejó esta presidencia pensó en mí. Estoy encantada porque ha supuesto una oportunidad de vida.

¿Cómo le marcó la comunidad de Begoña?

Es la parroquia de Madre de Dios de Begoña, que está en la calle de Daroca. Eran finales de los 60 y los 70 y allí estaban sacerdotes que marcaron una época en la vida cristina de la iglesia de Zaragoza, como Daniel Ortega y Benito Ardid, entre otros. Era una comunidad muy progresista y comprometida y de allí salimos gente que entendimos que ese compromiso cristiano había que llevarlo a otras facetas sociales.

En el campo de la educación ha tenido responsabilidades y ha conocido mundo.

Estuve unos años en la dirección provincial de Educación, como asesora de Pilar de la Vega, cuando aún no había competencias. Fue una época de una gran filosofía e ideología. Después estuve en Bogotá, en el colegio español de profesora. Con posterioridad pasé seis años en Marruecos, en el colegio español de Tánger.

El alcohol ha desbancado a la cocaína como principal causa de las atenciones de Proyecto Hombre. ¿Cómo se lucha contra él cuando forma parte de nuestras relaciones sociales y cultura?

Vivimos en una sociedad en la que el alcohol está bien visto. Habría que hacer una campaña a largo plazo dirigida a la sociedad.

¿Hay un ejemplo a seguir?

Nos gusta el modelo islandés, que empezó hace 17 años. Hay una negación total de la publicidad, algo que aquí parece prácticamente imposible. También se ha invertido en crear alternativas de ocio atractivas para menores y adolescentes. A ello habría que añadir la prohibición de hacer botellón en las calles.

¿Qué opina de la medida de multar a los padres de los menores que beben?

Es una medida controvertida y no es la solución. No podemos denunciar a los padres por algo que hace un niño a las ocho de la tarde. Cualquier ley tiene que ir mucho mas allá.

Los adolescentes están más informados que nunca de los peligros del alcohol, ¿por qué siguen emborrachándose?

Confluyen muchos factores, soledad encubierta, creer que por una vez no pasa nada, pertenencia al grupo, demostrar que son mayores... Nosotros también tenemos algo de culpa, porque somos incapaces de proporcionarles otras formas de diversión.

¿El alcoholismo femenino sigue siendo un tabú?

Sigue siendo un tabú y está muy estigmatizado. Ahora tenemos en comunidad a 12 mujeres, más que nunca. Es un alcoholismo que se vive dentro de casa, silencioso y culpabilizante por educación y cultura. La mayoría son amas de casa y madres que esconden este problema porque se sienten avergonzadas. Cuando se implican en un tratamiento han pasado mucho tiempo con este problema interiorizado y son más vulnerables que los hombres.

La adicción a los fármacos no crea alarma social, ¿es un problema encubierto?

Es preocupante cómo la gente habla de la facilidad que tiene para acceder a ansiolíticos que consumidos de manera prolongada causan dependencia y síndrome de abstinencia cuando se dejan. Hay que ser conscientes de ello.

¿Qué se siente cuando se da el alta a una persona?

Cuando saludo a los nuevos siempre les digo que me alegro de verles aquí porque significa que reconocen que están enfermos. Cuando se van es una alegría inmensa y una satisfacción para todo el personal que ha estado implicado en su proceso.

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