Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Carabelas portuguesas a babor

¿Una medusa? ¿Un sifonóforo? ¿Un barco? Suelen desplazarse en grandes grupos, arrastradas por las corrientes y los vientos dominantes.

Un ejemplar de Carabela Portuguesa
Un ejemplar de Carabela Portuguesa
Wikipedia

¿Alerta por la presencia de medusas de la especie carabela portuguesa cerca de la costa? Falsa alarma. Falsa porque aunque muchos medios se empecinen en presentarla como tal, la carabela portuguesa (Physalia physalis) no es una verdadera medusa. Sino un pariente cercano: es un sifonóforo. Aunque mejor sería decir que son un sifonóforo, pues estos son organismos coloniales, integrados por unos pequeños organismos invertebrados denominados zooides, idénticos genéticamente entre sí y que presentan formas y estructuras distintas según la función que desempeñan para el beneficio común.

En el caso de nuestra Physalia, los integrantes de la colonia se dividen en cuatro 'equipos' -técnicamente pólipos-, que definen y conforman las diferentes partes u órganos de la carabela. Así, uno de estos equipos, constituye el flotador, una vejiga llena gas, de forma oblonga, que emerge sobre la superficie y que se encarga del desplazamiento. Lo que la singulariza entre el resto de sifonóforos que, mayoritariamente son organismos sésiles (sujetos al suelo).

En los tentáculos -el segundo de los órganos o pólipos-, de hasta 9 metros de longitud, se localizan los nematocistos, que armados de diminutos arpones producen sustancias tóxicas que inyectan en los animales que se les ponen a tiro. Y que una vez paralizados son conducidos al pólipo u órgano digestivo, donde los gastrozooides se encargan de procesarlo y convertirlo en alimento para toda la colonia.

Además, las carabelas también cuentan con un órgano reproductor que, dependiendo del sexo de la misma, libera bien esperma, bien óvulos a la columna de agua para fecundar a -o ser fecundados por- los de otra Physalia, aprovechando que estos organismos suelen desplazarse en grandes grupos, arrastrados por las corrientes y los vientos dominantes.

A toda vela

Es precisamente el aspecto del flotador, que recuerda a una vela henchida, lo que le ha valido el nombre de carabela portuguesa. Aunque a veces también se la denomina fragata portuguesa. Craso error porque se trata de dos tipos de navíos diferentes –como una medusa y un sifonóforo-. Y, de hecho, la fragata ni siquiera es de origen luso.

La carabela portuguesa o carabela latina de dos mástiles, fue la embarcación a bordo de la cual se realizó la exploración portuguesa de la costa occidental africana a partir de 1440. Se trataba de una evolución de la carabela de un mástil, aparecida en el siglo XIII y que incorporaba las características de diseño más ventajosas de los barcos venecianos, árabes y orientales que en aquella época dominaban sus respectivos mares.

La carabela de dos palos latina, atendiendo a la forma de sus velas, triangulares, tenía una cubierta, un pequeño castillo a la popa y una capacidad de carga en torno a las 50 toneladas. Y resultaba idónea para navegar por mares desconocidos gracias a su facilidad para bolinear y avanzar contra los vientos. Además permitía navegar junto a la costa e incluso adentrarse y remontar ríos. En tanto que su tonelaje le confería autonomía para viajes relativamente largos. Fue con esta embarcación con la que Bartolomeu Dias consiguió doblar el cabo de Buena Esperanza.

Paradójicamente, la consecución de la hazaña evidenció las limitaciones de este tipo de nave: su limitada capacidad de carga y la necesidad de disponer de barcos más resistentes para soportar los envites de aquellas aguas y navegar por océano abierto.

Todo ello propició que para la crucial expedición con la que Vasco da Gama aspiraba alcanzar la costa india y abrir una ruta marítima bordeando el cabo de Buena Esperanza, los portugueses diseñasen un nuevo tipo de barco: la nao portuguesa. De mucho mayor tamaño y robustez. Con varias cubiertas, castillos a proa y popa y tres mástiles que combinaban vela redonda y latina. Pensada para recorrer grandes distancias por mar abierto, sin necesidad de escalas, y siguiendo rutas conocidas de las que se supiesen los vientos dominantes para sacar partido de su velamen.

Su gran capacidad le permitía albergar numerosas provisiones y productos para intercambiar. Era por tanto una embarcación perfecta para recorrer las nuevas rutas marítimas comerciales. Sin embargo, los lusos pronto entendieron la necesidad de acompañar el comercio con una capacidad militar intimidatoria si querían controlarlo. Ello dio paso a un nuevo tipo de embarcación, la carabela redonda. Con muchas similitudes, en cuanto a tamaño y resistencia, con la nao, pero diseñada al mismo tiempo para ser más ágil de maniobras y portar una artillería que le confería una gran capacidad bélica.

En los siglos XVI y XVII, el dominio y el imperio español se apoyarían en su galeón. En esencia un híbrido entre las naos y las carabelas redondas, y por tanto idóneo para que las flotas de las expediciones comerciales de ultramar -tanto en el Atlántico como en el Pacífico- pudiesen defender su cargamento ante hipotéticos ataques.

Y a partir del siglo XVII los holandeses e ingleses pasaron a dominar los mares a bordo de una nueva y formidable embarcación: la fragata holandesa.

Es más, puestos a ser estrictos, ni siquiera el de carabela es el nombre más acertado porque la Physalia, puede deshinchar su flotador y sumergirse durante breves periodos a fin de evitar algún peligro en la superficie.

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