Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Por qué nadar me abre el apetito

La temperatura del agua tiene mucho que ver con esa honda sensación de hambre que te invade después de pasar un rato nadando.

Nada más notar la caída de la temperatura externa, se activan las reservas de grasa marrón y el metabolismo se acelera
Nada más notar la caída de la temperatura externa, se activan las reservas de grasa marrón y el metabolismo se acelera
Don Le

Que después de un rato nadando en la piscina experimentes un hambre canina y se te haga la boca agua pensando en comida no es casualidad. La natación no solo pone a trabajar a los pulmones, el corazón y los músculos, sino que además, sumergido en agua, tu cuerpo realiza un trabajo extra para mantener la temperatura corporal constante. Nada más notar la caída de la temperatura externa, se activan las reservas de grasa marrón y el metabolismo se acelera. El gasto energético aumenta para compensar el frío. Y el apetito crece a la par.

La clave, por lo tanto, es la temperatura. Hace algunos años, investigadores de la Universidad de Florida (EE.. UU.) demostraron que hacer ejercicio dentro del agua aumenta el apetito mucho más que montar en bicicleta o salir a correr, pero solo si el agua está lo suficientemente fría. Para probarlo realizaron un experimento en el que pusieron a varios estudiantes a pedalear sobre una bici estática dentro de agua fría (a 20ºC) y agua templada (33ºC) durante 45 minutos. Después midieron cuántas calorías consumían en la siguiente comida. No había lugar a dudas: ejercitarse en agua fría aumentaba la ingesta de calorías espontánea en un 44%. Un dato a tener muy en cuenta si haces deporte con el objetivo de perder peso.

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