Adicciones sin sustancia

Más de la mitad de los menores experimentan problemas asociados al uso y abuso de los 'smartphones'.
Adicción al móvil.

El niño permanece con la nariz pegada a la pantalla del móvil. Lleva así desde que llegó a sus manos el regalo más preciado con motivo de su Comunión. Para sus padres, fue un obsequio envenenado: desde que el aparato entró en su vida, el pequeño parece un ser abducido, inerte, que ni oye ni ve ni entiende lo que ocurre en su entorno. De nada sirvió firmar el contrato bendecido por la Policía para hacer un uso racional del ‘smartphone’. Por supuesto que se comprometió a no compartir fotos íntimas; y a no acosar ni humillar a ningún compañero, vecino o conocido; y a utilizarlo de forma responsable, segura, privada, racional… y blablablá. Dijo a todo que sí, firmó, y ahora no hay quien le haga separarse de "su tesoro".

Los padres están tan preocupados que ya han hecho todo un máster en adicciones digitales. Así, se han enterado de que el propio Gobierno ha incluido recientemente en la Estrategia Nacional sobre Adicciones actuaciones para atajar el uso abusivo de las tecnologías. Es un intento de contrarrestar las cifras que se van conociendo: según los datos oficiales, el 18% de la población de entre 14 y 18 años utiliza de forma adictiva todo lo que tenga pantalla. De hecho, oficialmente ya se denominan "adicciones sin sustancia", dado que no enganchan a nada tangible, como pueda ser la cocaína o el cannabis. En el  nuevo término acuñado se incluye el uso compulsivo de las nuevas tecnologías, los juegos ‘online’ y los videojuegos.

Una vez bien informados, estos padres admiten su escaso poder de persuasión para hacer frente a los seductores algoritmos en los que queda atrapado su hijo. No ha cumplido los 10 años y hace caso omiso de sus indicaciones, pero obedece sin rechistar los dictados de la pantalla, que le ordena que no quede con sus amigos o, en todo caso, le sugiere como alternativa jugar con ellos a través de la ídem.

Saben que se trata de una  nueva "droga" que no mata físicamente, está cada vez más extendida y además es aceptada socialmente. Por ello no  pueden predicar la abstinencia, hay que convivir con ella y educar para extraer lo positivo de la pantalla. Y, en último y desesperado extremo, siempre les quedará llevar a su hijo a un "campamento de desintoxicación digital". Que ya existen, de verdad.