¿Por qué los lapiceros son hexagonales?
No es cuestión de estética. La idea tiene truco.

Sí, también hay lapiceros cilíndricos. Y triangulares. Pero si uno piensa en un lápiz ideal, en el lápiz por antonomasia, seguro que viene a su mente uno de forma hexagonal y probablemente decorado con rayas amarillas y negras. Y con un tope rojo en lo más alto.
Son los lápices que marcaron la infancia de varias generaciones y que todavía se fabrican así, porque esa forma angulosa no es ningún capricho.
La idea surgió a comienzos del siglo XIX en Estados Unidos. Ya había modelos de lápices anteriores, pero fue el empresario Ebenezer Wood quien empezó a fabricarlos en serie con forma de hexágono (o de octógono). Estos modelos tienen dos grandes ventajas: hacen más cómodo el agarre de quien los utiliza y además, ahorran mucha madera en su fabricación.
Imagine un círculo y un hexágono: aunque la diferencia es mínima, el segundo necesita un poquito menos de madera. Y eso, lápiz a lápiz, en factorías que hacen millones de ellos al año, se nota en la cuenta de resultados.
La idea era brillante. Solo que Wood nunca la patentó. Y un empresario de origen alemán, Eberhard Faber, se la copió, y comenzó a fabricar sus propios modelos. Faber sabía lo que se hacía: procedía de una familia que llevaba fabricando lápices en Europa desde el siglo XVII y que lo sigue haciendo varios siglos después. La marca Faber-Castell es hoy en día uno de los principales fabricantes mundiales de lapiceros y lápices de colores.
Su gran competidor es otra empresa alemana, Staedtler, que también lleva en el negocio desde el siglo XVII.
Como curiosidad, mientras que los lápices de Faber-Castell más clásicos tienen el exterior de color verde, los Staedtler se pasaron en el siglo XIX a la combinación de negro y amarillo. Y todo por una cuestión de modas: la marca más famosa entonces en Europa, L&C Hardtmuth Company, empezó a hacer sus lapiceros amarillos, y muchas otras empresas les copiaron para dar más glamur a sus productos.
Y no fue mala idea. Al menos para la casa Staedtler, que combinó el amarillo con líneas negras y creo así uno de los lápices más icónicos de todos los tiempos.
Yo siempre lo compraba del número 2. ¿Y ustedes?