¿Qué es lo que más nos molesta de nuestros jefes?

Estas son algunas de las quejas que, en alguna ocasión, han tenido los empleados de cualquier empresa o institución pública.

El primer puesto en el ranquin de las quejas lo ocupó el no reconocimiento de los triunfos de los empleados
El primer puesto en el ranquin de las quejas lo ocupó el no reconocimiento de los triunfos de los empleados
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Que exijan mucho, que se escaqueen, que no se responsabilicen de los fracasos del equipo pero sí de los éxitos, que no cuenten con la opinión de los trabajadores, que deleguen demasiado, que no se impliquen lo suficiente, que no sepan comunicarse con la plantilla... Estas son solo algunas de las quejas que, alguna vez, han tenido los empleados de cualquier empresa o institución pública respecto a su jefe.

Una encuesta, realizada a 1.000 trabajadores del Reino Unido, reveló que, entre las nueve protestas más frecuentes sobre los directivos, ocho hacían referencia a comportamientos ausentes; es decir, que los empleados estaban más preocupados por lo que sus jefes no hacían que por lo que hacían.

El primer puesto en el ranquin de las quejas lo ocupó el no reconocimiento de los triunfos de los empleados, punto que suscribió el 63% de los entrevistados. Tras él, como la segunda protesta más compartida: no aportar directrices claras a la hora de desempeñar determinadas labores, algo en lo que coincidió el 57%.

No tener tiempo para conocer a los empleados, rehusar a reunirse con ellos o atribuirse el mérito de las ideas de otros son las quejas que completan los cinco primeros puestos de la lista. Las siguientes son no ofrecer críticas constructivas, no saberse el nombre de los trabajadores, evitar hablar con la gente en persona o por teléfono y, cerrando el ranquin, no preguntar a los empleados cómo es su vida fuera de la oficina.

La guía del buen jefe

Los resultados de la encuesta muestran que todas estas reclamaciones podrían ser solventadas con unas sencillas frases. "Esto es lo que aprecio de ti y de tu contribución", "hola María, ¿cómo estás?", "¿qué piensas sobre esta propuesta?" o "déjame contarte algo que me costó mucho aprender" son algunas de las fórmulas lingüísticas que ayudarían a mejorar la relación entre jefes y subalternos.

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