La sombra de la revolución

Los hijos y nietos de quienes protagonizaron los movimientos del 68, entienden sus logros como algo normal a sus vidas, como una batallita más de los que lucharon por ellos.

La sombra de la revolución
La sombra de la revolución

¿Cuántas generaciones del 68 hay? ¿La que hizo la revolución y salió a las calles? ¿La que luchó en España y empujó la Transición? ¿La que marcó los avances de los años ochenta y noventa? ¿La que se enteró de todo después? ¿La que aún sigue agarrada a sus recuerdos? ¿La que acabó viviendo una vida parecida a la que querían desterrar? Mayo del 68 es un símbolo, el arranque de un nuevo mundo que bullía en una sociedad para la que la guerra quedaba lejos, la II Guerra Mundial en Europa, la Civil en España; la de Vietnam que vivió en el cine. Una generación de jóvenes que buscaba su sitio en un mundo que se había desplomado en los campos de batalla y que había ido tejiéndose entre las ruinas. Crecer con la sombra de Mayo del 68 era hacerlo mirando un mito que el tiempo fue engrandeciendo, que aquí se aupó años después durante los años de la Transición. No haber sido protagonista de nada de aquello es casi un estigma para parte de una generación que ha querido ver en el 15-M su desquite revolucionario. Y nada más lejos. Cada momento tiene su historia, o cada historia su momento. Y tiende a ser justiciera. Porque después de haber celebrado los logros de Mayo del 68, la generación que no se fiaba de los mayores de 30 años e inventó la cultura juvenil vuelve a su realidad actual, la edad de la jubilación, y muchos se preguntan si revolucionará el concepto de vejez.

Esta generación ha desarrollado costumbres "que están en clara contradicción con la imagen que se tiene de la vejez en nuestra sociedad... se rebelará contra esa figura anticuada" y la cambiará, afirma el periodista alemán Rainer Böhme, que ha abierto un debate en su país con un libro sobre la ‘revolución’ del concepto de edad. Lo hemos visto y de manera descarnada desde que nos arrastrara la crisis, y, aun hoy, cuando uno de cada cuatro españoles tiene entre 50 y 69 años y sólo el 4% de las ofertas laborales están dirigidas a ellos. Las empresas han enfocado sus propuestas de contratación a los trabajadores jóvenes, pero fundamentalmente a los que tienen entre 25 y 45 años.

Todo hecho

Estamos, pues, en un cruce de generaciones bastante complejo: quienes hicieron la revolución, quienes se enteraron de ella tarde y se sintieron acomplejados y sus hijos y nietos que viven en el mundo que ellos cimentaron. Una generación esta última que no ha batallado por nada, a la que, en su mayor parte, se le ha dado todo hecho, que ha tenido fácil el acceso a la universidad, en una sociedad del Bienestar, lesionada por la crisis, pero manteniendo los derechos adquiridos años antes en las calles. Jóvenes que no han sido protagonistas de nada, pero que quieren encontrar su lugar en la Historia. Un momento de choque o de encuentro entre quienes lo hicieron todo y quienes viven de ello, pero se olvidan, a veces de manera cruel, de lo que lograron para ellos. Que, como dice Laura Revuelta, es una generación "que ignora cualquier pasado que no quede disecado en la pantalla de un móvil o capturado por Google y sus tentáculos".

Delia Millán indicaba que Rainer Böhme, "que pertenece a la generación posterior a la del 68, cree que en los próximos años se ampliará el debate sobre las facultades físicas y mentales de los mayores y habrá una nueva discusión sobre la discriminación de estas personas en nuestra sociedad. No obstante, según algunos estudios, los primeros que tienen una imagen muy negativa de la vejez son los miembros de la generación que lanzó la cultura del ‘sexo, drogas y rock and roll’". Todo un descoloque.

Quizá, como reza el cartel que ilustra la página "no hemos entendido nada". Quizá todo queda, para quienes no han vivido nada, como una batallita más del ‘Capitán Tan’ de turno. Porque, ¿por qué se ha facilitado tanto la vida a una generación que da por supuesto todo? ¿por qué aquellos revolucionarios se han acomodado tanto?

Joaquín Estefanía explica que desde entonces a hoy "ha habido continuidades y contradicciones. Entre las primeras, la aparición de una nueva izquierda que ha ido cambiando de faz conforme pasaba el tiempo. Los indignados, herederos de los ‘soixantehuitard’, no han producido ideologías de nuevo cuño que sustituyesen al marxismo en sus versiones (maoísmo, trotskismo, espartaquismo, guevarismo,…); tampoco han apoyado sin reservas a un régimen o a un país concreto (como ocurrió con Cuba) y no se identifican con una clase social concreta, entre otras cosas porque hoy las fronteras de clase son mucho más difusas". La clase media es tan amplia que ha acabado con el concepto de ‘burguesía’.

Críticos

Estefanía indica que a pesar de que terminó convertida en una imagen más que un programa, la revuelta del 68 "tuvo éxito en apelar a nuevos derechos dentro de la democracia, incluido el de cuestionar abiertamente la autoridad, provenga de donde provenga. Hoy nadie se atrevería a representar ese movimiento en una forma puramente crítica: todos los partidos políticos han tenido que adoptar, con diversos grados en sus programas, algunos aspectos de la agenda del 68. La fuerte idea de llevar la imaginación al poder, de develar la falta de imaginación de toda forma de poder; de expandir del campo de lo posible en la política como parte de una posición realista, es un legado que va más allá de los clichés, tan de moda a la hora de analizar lo que sucedió en esos días".

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