Más allá del gesto

Imagen de la manifestación del 8 de marzo de 2016 en Zaragoza con motivo del Día Internacional de la Mujer.
Día Internacional de la Mujer.
Oliver Duch

Hoy, todas estamos llamadas a secundar una acción solidaria contra la violencia de género que no parece tener fin en nuestro país. Dicha acción se ha materializado en un paro de las mujeres, aunque no solo de nosotras, en nuestras actividades laborales. Este tipo de acción, la interrupción colectiva de la actividad laboral con un fin reivindicativo, se denomina en nuestro idioma huelga. Por tanto, creo que cualquier temor al uso del término huelga no es sino un síntoma más del abuso de eufemismos al que nos tienen acostumbradas nuestros políticos. La acción de este 8 de Marzo es una huelga en toda regla y sin paliativos.

Desde determinados sectores ideológicos se está cuestionando la acción. Espero que sea más por rechazo al recurso a la huelga, ya que según determinados planteamientos políticos y morales esta se considera no apropiada para las denominadas gentes de orden, que por no compartir los fines de la misma. Pero en este caso la huelga es una medida, en mi opinión, muy afortunada. Para las que podemos hacer escuchar nuestra voz se trata, además, de un imperativo moral al que debemos atender. Se trata de visualizar el trabajo que hacemos las mujeres, por lo que su ausencia es una manera muy efectiva de demostrarlo. El trabajo que hacemos es como la salud. Los hombres no se dan cuenta de él hasta que falta, pero en ese momento no saben qué hacer ni a quién recurrir. Es lógico, ya que solo han perdido el 50% de los recursos humanos disponibles. Aunque sea una forma un poco drástica de hacerlo, hay que conseguir que en el género masculino se imponga la idea de que ‘trabajan, luego existen’.

Hasta ahora solo he hablado de trabajo, excluyendo de forma intencionada que este sea dentro o fuera del hogar. La única desventaja que tiene la propuesta de huelga es que no servirá para vislumbrar a aquellas que solo desempeñan el trabajo en el hogar. Son muchas y tan necesarias como las que trabajamos fuera, pero siempre están en el furgón de cola de la atención de los mandatarios. No hay que olvidar que hemos podido paliar algunas de las consecuencias de esta grave crisis que hemos padecido gracias a la solidaridad intrafamiliar.

Es tiempo de actuar ya, pues no podemos seguir esperando que llegue no se sabe qué nivel de recuperación económica para afrontar el problema de violencia social más grave que tenemos. Y para actuar sugiero dos propuestas. La primera es la referida precisamente al trabajo en el hogar. Sí, aunque parezca carecer de sentido en términos de publicidad, lo primero que se necesita para erradicar la violencia de género es que todos los hombres que conviven con nosotras piensen que el recurso a la imposición física es una atrocidad a la que no tienen derecho. ¿Alguien en su sano juicio piensa hoy en día que puede comprarse un esclavo? Pues no entiendo por qué están convencidos de que sí pueden disponer de una esclava. Hagámosles ver que en casa somos imprescindibles. Puede ser un buen día para que empiecen a lavar la ropa, fregar los platos y a cuidar del abuelo. Y he dicho el primer día, no el único.

La segunda idea está destinada a combatir la falta de recursos que nuestras autoridades argumentan para no implantar las políticas de protección de las víctimas, tan necesarias. Mi sugerencia se encamina a obtener de nuestras administraciones el compromiso de que las deducciones de nuestros sueldos debidas a la huelga se usen íntegramente en medidas destinadas únicamente a la protección de las víctimas. Más medios de protección ante denuncias de acoso, reducción de los plazos de tramitación, control efectivo de los agresores y otras causas son las que están detrás de muchos de los actos violentos que se han materializado. La excusa oficial siempre es la falta de medios. Pues muchos o pocos, propongo que las administraciones nos den debida cuenta del seguimiento y del efecto económico de la huelga. Los empleadores públicos son libres de utilizar? este dinero donde quieran. Nosotras solo lo pagaremos, pero creo que podemos exigir que se use precisamente en lo que ha motivado nuestra acción. No hay déficit excesivo o techo de gasto que lo impida. Con ello conseguiremos ir más allá del gesto.