Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Wagensberg. La decisión personal de ser creativo

El pasado sábado fallecía Jorge Wagensberg, maestro de divulgadores y museógrafo 'total' que practico la interdisciplinariedad y la dispersión intelectual con entusiasmo.

Jorge Wagensberg, durante una visita a Zaragoza
Jorge Wagensberg, durante una visita a Zaragoza
Heraldo

Hay personas que crean, que construyen, que hacen que sucedan cosas. Jorge Wagensberg (1948-2018) era una de ellas. Una vez se preguntó qué probabilidades tenía una hormiga de dar una vuelta a la Tierra, puesta en órbita. Quiso desafiar la respuesta lógica -probabilidad cero- y entregó al astronauta Pedro Duque un trozo de ámbar que encerraba dentro a una hormiga con el encargo de llevarlo en uno de sus viajes espaciales. Así, treinta millones de años después de haber existido hasta acabar atrapada por una gota de resina, aquella hormiga hizo un viaje imposible.

La pregunta que más le gustaba, me contaba en una entrevista publicada en Tercer Milenio, dio título a uno de sus libros: 'Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?'. “Es toda una actitud del científico, que ve el mundo como respuestas”, argumentaba. Él era un gran fabricante de preguntas. "Preguntar es rebelarse", decía. E “investigar es conversar, no es algo de premios Nobel sino que lo hacemos todos los días”. Sin perder nunca de vista que "conversar es hablar después de escuchar y escuchar después de hablar", que “cambiar de respuesta es evolución. Cambiar de pregunta es revolución".

Tras la noticia de su muerte, hace unos días, descubro que a Jorge Wagensberg le maravillaban los herreros enamorados de su trabajo. Los buscaba allí donde iba (por ejemplo en Calaceite, ese lugar con “un paisaje bíblico que tiene la virtud de ser muy mediterráneo pero fuera del mar”, donde pasó tantas vacaciones). Los herreros quedaron en su memoria como “prototipos del artesano creativo cuya prioridad absoluta es acabar dignamente la faena que tiene entre manos. Todo lo demás no cuenta, o cuenta menos”. Escribió convencido: “Hay una profunda trascendencia en esta actitud: el proyecto por delante de las identidades individuales o institucionales”. Para él, esta actitud era el pilar central de la creatividad humana, lo que “marca la línea roja que separa a los individuos y a los colectivos que funcionan de los que no funcionan”. Un dilema que veía como un pulso entre dos tendencias contrapuestas: la creatividad o la mediocridad. Algo que para él no era ni un don ni un defecto, sino una decisión personal.

Y, como con tanta maestría hacía, destiló esta reflexión en uno de sus aforismos: “Hay dos tipos de personas: las que van a favor de los proyectos y las que van a favor de sí mismas”.

De forma personalísima. Wagensberg puso grandes proyectos en pie. El Museo de la Ciencia de Barcelona, el primero que abrió en España, hoy Cosmocaixa, es un museo de autor, lleno de preguntas. “Realidad concentrada”, lo llamaba él. Recuerdo su colección de nidos, su muro geológico, su bosque inundado.

Maestro de divulgadores

Despedimos a un gran pensador que inspiró a generaciones de divulgadores de la ciencia. En aquel pionero Museo de la Ciencia, allá por 1991 colgó el cartel de “prohibido no tocar”. Con su ampliación de 2004 , inventó "la museología total". Para él, "los museos son las catedrales del futuro, lugares de encuentro, lugares para conversar, para discutir con el método científico, es decir, partiendo de la base de que la razón no la tiene la autoridad sino la evidencia”. Y creía que la trascendencia de un museo no se mide por el número de visitantes, sino por la conversación que genera. Invitado a diversos foros, siempre animó a dar el paso de construir un museo de la ciencia en Zaragoza, como "equipamiento cultural inevitable en el siglo XXI". No se paraba. Desde 2014, trabajaba en la dirección museológica del futuro Museo del Hermitage de Barcelona, una fusión de arte y ciencia.

Físico de formación, fue profesor de una asignatura que tiene algo de poético: Teoría de los Procesos Irreversibles. Su labor de difusión llegó lejos a lomos de los “libros para pensar la ciencia” de la colección Metatemas de Tusquets, que dirigió. Se autodefinía así: "Cultivo la investigación en ciencia y el ensayo en pensamiento científico y practico la interdisciplinariedad y la dispersión intelectual con entusiasmo".

Aquel gran cubo de hielo que, deshaciéndose lentamente, nos hablaba del cambio climático en el Pabellón de España de la Expo Zaragoza 2008 salió de su imaginación.

En el año 2000, invitamos a Jorge Wagensberg a ser quien cerrara una fascinante sección de Tercer Milenio llamada 'Ciencia soñada'. Lanzó la sugerencia de aplicar el método científico a la convivencia, algo que hoy conecta bien con la iniciativa Ciencia en el Parlamento, que plantea hacer política basada en la evidencia científica.

En 2015, en su intervención en las III jornadas de Divulgación Innovadora D+i de Zaragoza, recomendó "no cargarnos lo inútil, pues la evolución demuestra que casi todo sirve para algo", "no despreciar nada de lo que ocurre alrededor" y "mirar más allá de la frontera más cercana, por encima del horizonte".

Wagensberg nos ha enseñado a mirar.

Y a ver que nada es imposible, ni siquiera para una hormiga.

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