Manual para hacer frente a los 'terrible two' de tu hijo

Si el pequeño ha comenzado con las pataletas desde primera hora de la mañana, no te pierdas esta sencilla guía para sobrellevar la temida fase de los dos años.

Durante esta fase, el niño comienza a reclamar su independencia.
Durante esta fase, el niño comienza a reclamar su independencia.
Unsplash

Al principio de la vida de un bebé, lo más complicado suelen ser las horas nocturnas en las que el pequeño no puede dormir. El niño come, gatea, aprende a dar palmas, sonríe cuando ve a sus padres y comienza a pronunciar sus primeras palabras. Sin embargo, llegados los 24 meses de vida, ese angelito se transforma. “Yo puedo solo”, “no”, “quita”, “fuera” se convierten en sus expresiones por excelencia, además de algún que otro berrinche. Si tu pequeño acaba de traspasar la barrera de los dos años, debes saber querido progenitor, que tu hijo ha entrado en una especie de fase premonitoria de la pubertad conocida como 'los terribles dos años' o 'terrible two', para los angloparlantes.

En esta etapa comienza a expresar los rasgos de su personalidad: “Antes eran más dependientes, pues necesitaban más a los padres, pero cuando cumplen los dos años, comienzan a hacer cosas de forma autónoma y esto es nuevo para los padres”, explica Alejandra García Pueyo, psicóloga infantil y juvenil.

El pequeño empieza a explorar y curiosear todo lo que le rodea. Cuando está tratando de hacer algo y rechaza toda ayuda, lo mejor es “dejar que lo intente solo”, afirma García Pueyo. En esos casos, "se le debe recordar que si lo necesita, puede contar contigo”, pero sin atosigarle. Con frecuencia, y debido a las limitaciones de la edad, se dará cuenta de que no puede, en ese momento surge el enfado debido a la frustración. “Cuando el niño tiene una rabieta, no hay que estar encima de él o dejarlo a su aire, sino entenderle y ponerse en su lugar”, afirma la psicóloga. Y continúa, “es importante normalizar su enfado y dejar que exprese su frustración”. Por ese motivo, hay que explicarle cómo debe solucionar su problema, “pero sin olvidar que estamos tratando con niños y no adultos”, dice.

Posiblemente, ese motivo que ha desencadenado el terrible enfado del pequeño sea algo. Que, ante los ojos de un adulto, parezca insignificante, pero que para un niño es motivo suficiente para causar destrozos. No se trata de razonar con él como si fuera un adulto, sino de proporcionarle las herramientas necesarias para que consiga aquello que se ha propuesto. Ante un enfado, lo primero que deben hacer los padres es gestionar sus propias emociones. “Hay padres que se desbordan”, dice García Pueyo, por lo que si el niño ve a su progenitor así, también va a intensificar su reacción, ya que aprenderá que esa es la forma correcta.

Los dos años: una edad maravillosa

No pasa nada, esta fase es lo mejor que le puede pasar a un niño, pues está dando a conocer su personalidad. Es el momento perfecto para enseñarle a gestionar sus emociones y aprender a lidiar con la frustración. “Hay que evitar ser autoritario e intentar explicar por qué no deben hacer esto o lo otro”, afirma la psicóloga infantil y juvenil. Los dos años son el momento ideal para empezar a fijar límites,  pero estos han de ser sencillos para que el niño los pueda comprender.

Y, sobre todo, no se debe subestimar el poder de un abrazo como antídoto a la irrefrenable ira del pequeño. “Esta es mi opinión -matiza la psicóloga-, pero un buen abrazo, no como algo forzado (para sujetar al niño), es lo mejor para tranquilizarle”, concluye Alejandra García Pueyo.