Tercer Milenio

En colaboración con ITA

¿Por qué me gustan tanto las películas de miedo?

¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando una escena nos causa angustia o pavor? Miedo y placer están más cerca de lo que parece.

Nuestros antepasados contaban historias de miedo alrededor de las hogueras para preparar a sus hijos para enfrentarse al mundo y para convertir a la tribu en una piña, dicen los antropólogos. Pero lo de recurrir al terror para divertirnos es una costumbre bastante reciente. Que está detrás de algunos de los grandes taquillazos de la historia: 'El exorcista', 'El resplandor', 'The ring', '[REC]'... ¿Tiene sentido o nos hemos vuelto masoquistas?

La neurociencia apunta a lo primero. Los neurocientíficos explican que si una escena nos causa angustia o pavor, nuestro cerebro más básico -la amígdala- interpreta que estamos en peligro. La sesera se nos inunda de adrenalina, endorfinas y dopamina. Es decir, emoción y hordas de placer. La sensación es, incluso, adictiva. Encima, cuando todo acaba y aparecen los títulos de crédito, el resto del cerebro pone las cosas en contexto. La corteza prefrontal nos recuerda que es solo ficción y que estamos a salvo, en un espacio seguro. El cerebro se siente como si nos acabásemos de librar de una buena. Hasta se vanagloria de haber gestionado a la mil maravillas esos difíciles momentos. Y, a toro pasado, libera sustancias que generan una grata sensación de recompensa. Incluso se incrementa nuestra autoestima.

Eso sí, algunos disfrutan más que otros con los sustos. Tal y como demostró hace poco David Zald, neuropsicólogo de la Universidad de Vandelbilt (EE. UU.), existe un perfil de personas, los 'buscadores de riesgos', que tienen en el coco más receptores para la dopamina, la molécula del placer. Y, por consiguiente, disfrutan más temblando de miedo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión