Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Monte Perdido, el diario secreto de un glaciar

Un equipo de científicos del Instituto Pirenaico de Ecología ha extraído el primer sondeo de hielo continental en la península ibérica. Ahora, en el laboratorio, afinan el oído. Pero para escuchar (y entender) la voz del hielo hacen falta muchos traductores: químicos, geólogos, biólogos... Los investigadores leen los mensajes atrapados en el hielo para tratar de reconstruir el clima desde el momento de formación del glaciar.

Ascenso a la parte más alta para tomar el primer sondeo
Ascenso a la parte más alta para tomar el primer sondeo
Luis Alberto Longares

El de Monte Perdido, en el Parque Nacional de Ordesa, es uno de los pocos glaciares que todavía podemos encontrar en el Pirineo. Sin embargo, el volumen total y el espesor del hielo disminuyen cada año y, dentro de pocas décadas, habrá desaparecido por completo. Lo sabemos porque investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC (IPE) lo ‘retratan’ cada año. Antes y después de que la nieve se funda, el equipo de Juan Ignacio López Moreno escanea con alta resolución la superficie del glaciar para obtener una imagen muy precisa del estado del hielo. Año tras año, comparan esa ‘foto’ de gran detalle y analizan su evolución. Resultado: el retroceso del glaciar es evidente, irreversible y de gran magnitud, una media de 2 metros de espesor desaparece cada año. Este cambio, actualmente acelerado pero iniciado a finales del siglo XIX, se achaca al calentamiento global de nuestro planeta, especialmente acusado en zonas de montaña.

Estos datos están claros, pero ¿experimentó el glaciar otros periodos de retroceso en los últimos milenios? ¿Pudo incluso desaparecer en algún evento anterior especialmente cálido? Para dar respuesta a estas preguntas necesitamos escuchar la voz del hielo.

Centinelas del cambio climático

Los glaciares son centinelas del cambio climático, muy sensibles a los cambios de temperatura, y por eso nos informan, mediante sus avances y retrocesos, de cómo varía el clima. Actualmente, en respuesta al calentamiento, están en claro retroceso, mientras que en épocas frías anteriores como la Pequeña Edad del Hielo (siglos XIV-XVIII) avanzaron considerablemente. Hace unos mil años, en la Edad Media, tuvo lugar un periodo llamado Anomalía Climática Medieval que llevó elevadas temperaturas medias y abundantes sequías a muchas zonas del planeta. Hoy necesitamos conocer si ese periodo climático, provocado por causas naturales (como la variabilidad solar) y muy anterior a que la especie humana originara el cambio climático de nuestros días, pudo ser más cálido o no que las últimas décadas. De esa manera podremos contextualizar el calentamiento actual y comprobar si estamos ante un cambio climático único en los últimos milenios o, por el contrario, se trata de una fase más, similar a la Anomalía Climática Medieval.

Aunque estos periodos climáticos se han investigado ya mediante el estudio de sedimentos lacustres o marinos, o a través de los anillos de crecimiento de los árboles, la respuesta en la alta montaña es todavía desconocida por la falta de registros. El glaciar de Monte Perdido guarda, escondidas en su hielo, todas las respuestas. Ahora, el proyecto Paleoice reconstruirá la evolución del glaciar durante los últimos siglos o milenios a partir de los sondeos de hielo obtenidos el pasado mes de octubre. Fue la primera extracción de hielo de glaciares en la península ibérica y se reflejará en el documental 'Chasing Traces from the Past', producido por la Universidad de Zaragoza y cofinanciado por la Fundación Española para Ciencia y Tecnología y el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. En el documental se explica cómo, a través de diferentes indicadores, en este caso el hielo del glaciar, podemos inferir las condiciones climáticas en el pasado.

Para escuchar (y entender) la voz del hielo se requieren muchos traductores –químicos, geólogos, biólogos...– ; el equipo de Paleoice es un ejemplo de cooperación científica. La interpretación conjunta de todos los análisis, junto con las dataciones que permitan conocer la edad del hielo, son los ingredientes necesarios para resolver el enigma: ¿es el periodo actual el más cálido de los últimos milenios?

La campaña, día a día
Lunes, 2 de octubre Un helicóptero traslada a seis miembros del proyecto Paleoice y un guía de montaña hasta el glaciar de Monte Perdido. Equipados con crampones y bien abrigados, comienzan la campaña de sondeos. Con el apoyo de Ibai Rico, montañero y guía, los investigadores del IPE Nacho López Moreno, Miguel Bartolomé y María Leunda alcanzan la parte más alta y complicada también, donde se toma el primer sondeo: ¡4 metros! El sondeador funciona.
Monte Perdido, el diario secreto de un glaciar

Ascenso a la parte más alta para tomar el primer sondeo. Luis Alberto Longares

Francisco Navarro, de la Universidad Politécnica de Madrid, y Carlos Pérez y Ana Moreno, del IPE, esperan mientras tanto en el frente del glaciar y preparan a pico y pala unas zanjas en el hielo para guardar los sondeos obtenidos. Sin casi tiempo ni para un pequeño tentempié, los científicos continúan sondeando y consiguen otro sondeo más, a media altura, esta vez de 3 m de longitud. Ya cansados, empiezan a acusar el frío y deciden aplazar el trabajo hasta el día siguiente. No hay mucho que hacer a 3.000 metros de altitud una vez se hace de noche…, así que el cuerpo agradece un buen reposo hasta el siguiente amanecer.

Martes, 3 de octubre Bien temprano, sin perder mucho tiempo, los científicos organizan el día y comienzan el trabajo. Falta intentar un nuevo sondeo y tomar muestras en el frente del glaciar con el objetivo de conseguir en ellas la datación más antigua del hielo. A primera hora deciden acercarse al frente. El frente de un glaciar es siempre una zona peligrosa, pueden caer bloques de hielo o rocas y no conviene esperar a que el sol caliente y vaya fundiendo el hielo porque aumenta el riesgo. Toman dos muestras con un taladro al que se le ha acoplado una gran broca y cruzan los dedos para que contengan materia orgánica que se pueda datar por la técnica del carbono 14. El resto de la mañana se les va en los trabajos con el tercer sondeo, el de menor altitud. No acaba de salir bien. El sondeador se atasca, el hielo se resquebraja y, tras varios intentos de conseguir una segunda sección, los investigadores se tienen que conformar con solo la primera y dar por terminados los sondeos en el glaciar. A pesar del mal sabor de boca final, son 9 los metros de hielo recuperados y, para ser un primer intento, ¡no está nada mal! Por la tarde llegan refuerzos. Nacho López-Moreno y Esteban Alonso, que habían bajado el día anterior al Balcón de Pineta para realizar la habitual campaña de escaneado láser del glaciar, se reúnen con el equipo en Monte Perdido y comienzan a ayudar con el siguiente muestreo. Como plan B a la toma de sondeos, por si algo falla en el análisis posterior, el equipo científico decide tomar muestras cada metro, desde la base del glaciar (lo más antiguo) hasta su zona más alta (lo más moderno). Las líneas de flujo marcan una especie de estratos que facilita la tarea. Sin embargo, la noche se acerca y tan solo una treintena de las cien muestras (100 m) que se preveían se han podido taladrar en el segundo día de campaña. Habrá que esperar al tercer día para completar el muestreo. En el campamento, les espera una sorpresa no muy agradable: las grajas han picoteado todo, hasta las cajas de los huevos, y aunque todavía hay comida aprovechable, los científicos... ¡se quedan sin tortillas! Miércoles, 4 de octubre Último y soleado día de la campaña Paleoice. La vista del Balcón de Pineta es increíble desde el glaciar. Al punto de la mañana, los investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología comienzan el trabajo de toma de muestras cada metro de altura, de abajo arriba. En cada metro se obtienen cuatro pequeños cilindros de hielo para poder realizar todos los análisis que hay planteados y…, finalmente, llegan a la parte más alta acabando satisfactoriamente el trabajo. Ahora hay que ordenar todo y asegurarse de que el hielo está bien guardado y protegido. El helicóptero les recoge por la tarde y se da por acabada la campaña. Abajo, en el aparcamiento de Pineta, les espera Pedro Sánchez, también del IPE, con una furgoneta donde los sondeos y muestras se pueden mantener congelados hasta que lleguen al laboratorio. Esa noche, ya de vuelta en Zaragoza, todo el mundo descansa feliz mientras sueña con los amaneceres en el Monte Perdido.

Monte Perdido, el diario secreto de un glaciar

El sondeador manual obtiene secciones de un metro de largo. Miguel Bartolomé, IPE-CSIC

Así se extrae un sondeo
En Groenlandia y la Antártida, grandes equipos internacionales extraen sondeos de hielo de cientos de metros mediante sofisticados equipos de gran tamaño que requieren una gran infraestructura alrededor. En Monte Perdido, y en los Alpes, se utilizan sondeadores manuales con un pequeño motor. Mediante rotación, el tubo de metal penetra cortando el hielo y permite recuperar secciones de un metro de largo. Acoplando una varilla, se profundiza un metro más y, en tres o cuatro maniobras, se consiguen sondeos de 3 o 4 m. Si se encuentra agua, al congelarse atasca el sondeador. Las muestras se almacenan en cámaras congeladoras para evitar la fusión y que el hielo cambie de estructura.

Hielo que habla
Qué edad tiene Los restos orgánicos acumulados en el hielo, desde pequeños trozos de hojas o ramas hasta materia orgánica amorfa, se aíslan y se envían a laboratorios externos donde, por la técnica de carbono 14, pueden determinar su edad.
Monte Perdido, el diario secreto de un glaciar

Hoja de Dryas octopela encontrada en el glaciar. María Leunda, IPE, Zaragoza

La textura La textura del hielo, es decir, la organización interna de sus cristales, nos habla de la temperatura de formación y de los procesos posteriores que han ocurrido y que lo han podido transformar. En los contornos y las inclusiones del hielo queda gas atrapado cuya composición se analiza.

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Cristales de hielo vistos con microscopio óptico. Sergio Faria, BC3, Bilbao

Organismos extremófilos En el hielo viven bacterias de diversos tipos que incluso pueden corresponder a antiguos periodos y que nos pueden indicar el ambiente en el que se desarrollaron.Cristina Cid, especialista en bacterias extremófilas del Centro de Astrobiología (CAB-CSIC), indica que, hasta ahora, "la mayor parte del ADN secuenciado (97%) corresponde a bacterias típicas de zonas frías: Cianobacterias, Bacteroidetes y Proteobacteria. Aunque también hemos encontrado otras especies menos abundantes de regiones templadas. El resto de ADN es de virus (2%) y arqueas (1%). Es un resultado interesante, porque no es frecuente encontrar arqueas en el hielo".

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Microorganismos del hielo glaciar observados por microscopía electrónica. Cristina Cid, CAB-INTA, CSIC

Metales y hollín La concentración en la atmósfera de algunos metales (como el plomo o el mercurio) está asociada a la contaminación provocada por la especie humana en las últimas décadas. Encontrar valores altos de dichos metales, o de hollín, en el hielo glaciar ayudaría a reconocer la edad de la secuencia. El hielo fundido de las muestras del glaciar se filtra para analizar su composición.

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Material resultante tras filtrar el hielo fundido para analizarlo. Jorge Pey, IGME, Zaragoza

Polen fosilizado Los restos de polen marcan el tipo de vegetación que en otros periodos se encontraba en las cercanías del glaciar, por ejemplo, en el valle de Pineta, dando así pistas de cómo era el paisaje en el pasado.

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Grano de polen de pino aumentado al microscopio petrográfico. María Leunda, IPE, Zaragoza

Ana Moreno Caballud Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), y miembros del proyecto Paleoice

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