¿Por qué llamamos tomates a los agujeros en los calcetines?

Es incómodo y da mucha vergüenza que alguien lo descubra, pero a todo el mundo le ha ocurrido alguna vez.

Un tomate también puede ser simpático.
Un tomate también puede ser simpático.

A todos nos ha pasado. Nos ponemos unos calcetines, descubrimos que tienen un agujero... y los dejamos puestos porque nos da pereza cambiarnos.

Todo irá bien si no ocurre algo que nos obligue a quitarnos los zapatos en público. Porque tener que enseñar el tomate es de esas cosas que dan mucha vergüenza.

Siempre podremos decir que el calcetín estaba nuevo cuando nos lo pusimos, pero el mal rato no nos lo quita nadie.

Ya puestos, y mientras miramos cómo asoma nuestro dedo por el agujerito, podemos preguntarnos por qué se llama tomate a ese roto en la tela.

En realidad, no hay muchos estudios etimológicos al respecto, y todo parece estar en una simple analogía estética: ese dedo que se escapa, un poco estrangulado por los bordes del agujero, tiende a ponerse rojo y parece un tomate (cherry, eso sí).

Los tomates dan mucho juego en cuestiones lingüísticas. No solo nos salen en los calcetines, sino que también podemos ponernos como un tomate (colorados) y sabemos que cuando una situación está a punto de estallar es que allí "hay tomate". Mil significados para el humilde protagonista del gazpacho.

Como curiosidad, los españoles somos los únicos que le damos el nombre de esa hortaliza a los rotos de los calcetines. Pero lo de usar vegetales es habitual: en muchos países de Latinoamérica llaman a los agujeros papas, quizá porque si hay suerte, y el dedo no se pone rojo, lo que parece es una patata pequeña, de las que se usan de guarnición.

Ah, y si alguna vez les pillan en público un tomate, piensen que no son los únicos. Hay casos tan memorables como el del entonces presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, que en una visita a Turquía en 2007 fue captado por las cámaras de todo el mundo cuando se descalzó para entrar a una mezquita y los dedos gordos de sus dos pies asomaron de sus elegantes calcetines grises. ¡Seguro que cuando se los puso estaban nuevos! O no...

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