Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Buscando a nuestros padres en el ADN

¿En qué se basan las pruebas de paternidad? ¿Qué fiabilidad tienen? ¿En qué casos tienen validez delante de un juez?

Todos los humanos tenemos los mismos genes, pero si comparamos los genomas de dos personas, numerosos segmentos del ADN son ligeramente distintos de una persona a otra
Todos los humanos tenemos los mismos genes, pero si comparamos los genomas de dos personas, numerosos segmentos del ADN son ligeramente distintos de una persona a otra
Estitxu Carton

En los últimos meses las demandas de paternidad de Javier Sánchez Santos, presunto hijo del cantante Julio Iglesias, y de Pilar Abel, que afirmaba ser hija del pintor Salvador Dalí, han vuelto a poner de relieve los test de paternidad con los que se analiza y compara el ADN de un supuesto padre y de su presunto hijo para determinar si existe o no un parentesco. ¿En qué se basan estas pruebas, qué fiabilidad tienen y en qué casos se tienen en cuenta delante de un juez?

¿En que se basan las pruebas de parentesco?

No existen dos personas genéticamente idénticas, salvo en el caso de los gemelos univitelinos. Aún así, entre familiares cercanos el grado de similitud es mayor que entre personas con lazos de parentesco más lejanos. Los hijos heredan una copia del genoma materno y una copia del genoma paterno, que a su vez son una combinación de los genomas de los abuelos maternos y de los genomas de los abuelos paternos. Es por ello que, comparando el ADN de dos personas, podremos determinar si existe entre ellas una relación directa de parentesco.

Todos los humanos tenemos los mismos genes y aunque su secuencia, y la del resto de nuestro ADN, es en gran parte idéntica, si comparamos los genomas de dos personas, encontramos también numerosos segmentos del ADN que son ligeramente distintos de una persona a otra. Estos segmentos variables se denominan regiones polimórficas o, simplemente, polimorfismos genéticos. Pueden presentarse en distintas formas (o alelos) y, para cada uno de ellos, poseemos dos alelos, uno heredado de nuestra madre y otro de nuestro padre, que pueden ser distintos o idénticos.

A mediados de los años ochenta, Alec John Jeffreys y sus colaboradores encontraron que algunas de estas regiones de ADN polimórficas contenían secuencias de ADN repetitivas, en las que un segmento de 2-6 bases (letras de ADN) se repetía varias veces. En función del número de repeticiones contiguas, la longitud total de la secuencia de ADN era variable: de ahí el polimorfismo. Este tipo de polimorfismos se denominan microsatélites o repeticiones cortas en tándem, y están distribuidos por todo nuestro genoma.

El número de repeticiones es muy variable de un individuo a otro, con lo que Jeffreys y su equipo pensaron que estos marcadores genéticos polimórficos podrían utilizarse para identificar personas y describieron, por primera vez, la técnica que se conoce como huella genética (por analogía con las huellas dactilares) o perfil de ADN. Normalmente un alelo concreto de un marcador puede ser compartido por entre un 5 y un 20% de las personas. Para poder identificar un individuo de forma precisa, se analizan distintos marcadores a la vez, con lo que se incrementa el poder de discriminación de la prueba.

Con los años, las técnicas para determinar la huella genética se han ido perfeccionando y automatizando y, en la actualidad en función del país se emplean distintos números de marcadores. En los Estados Unidos se utiliza el sistema Codis, que consiste en el análisis de 20 marcadores, en Inglaterra se emplea el DNA-17, que considera 17 marcadores, y en Australia se analizan 18.

Cada persona presenta una huella genética específica, una combinación característica de alelos para el conjunto de marcadores analizados. En el caso que exista una relación real de parentesco, si comparamos los perfiles de ADN de un padre y de su hijo, el hijo debería haber heredado del padre (y por lo tanto compartir con él) uno de los dos alelos (o formas distintas) de cada uno de los marcadores analizados en el perfil genético.

¿Qué fiabilidad tienen estas pruebas?

El perfil genético se realiza normalmente a partir de una muestra de saliva o mediante un hisopo con el que se obtienen células del interior de la boca, de las que se extraerá el ADN que se quiere analizar. Para que puedan tener validez delante de un juez, se debe garantizar que se mantiene la cadena de custodia, es decir, que se puede certificar la procedencia de las muestras que se quieren comparar y que en todo el proceso no se ha introducido ningún elemento que pueda alterar y poner en tela de juicio el resultado final.

Si los patrones de ADN entre el niño y el supuesto padre no coinciden en dos o más marcadores de ADN, entonces el presunto padre puede ser descartado por completo. Si los patrones de ADN entre la madre, el niño y el presunto padre coinciden para cada uno de los marcadores, la probabilidad de paternidad es del 99,9 por ciento.

Otras aplicaciones de la huella genética

Más allá de las pruebas de paternidad, el perfil genético se emplea en lo que se conoce como genética forense para identificar a los responsables de un asesinato o de una agresión sexual, a partir de muestras biológicas presentes en el escenario del crimen, y para exonerar a personas que en realidad eran inocentes. Otras aplicaciones de la genética forense son la identificación de los restos de personas desaparecidas o de las víctimas de desastres naturales o de atentados, por ejemplo.

El ADN de la memoria

En España está de actualidad también su aplicación para la identificación de los restos humanos encontrados en fosas comunes de la Guerra Civil. En 2015, científicos del Laboratorio de Genética Forense de la Universidad de Barcelona iniciaron el proyecto 'El ADN de la memoria: banco de ADN de la UB de víctimas de la Guerra Civil española', una iniciativa encaminada a recoger muestras de ADN de personas que buscan restos de algún familiar desaparecido durante la Guerra Civil y que podría encontrarse, en un futuro, en alguna de las 344 fosas documentadas oficialmente en Cataluña. Un año después el proyecto fue asumido por la Generalitat de Cataluña con la creación del Programa de Identificación Genética de Desaparecidos. Varios centenares de muestras han sido recogidas desde entonces y otras iniciativas se han desarrollado en otros lugares, como en el País Vasco, con el objetivo todas ellas de poder encontrar respuestas gracias al análisis del ADN. Encaminadas a encontrar padres, abuelos y otros familiares desaparecidos durante más de 80 años y así recuperar centenares, miles, de memorias individuales.

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