Males modernos

Las sociedades modernas y el Estado de bienestar han ido generando disfunciones que emergen de manera silenciosa y, lo que es peor, a las que a veces tampoco prestamos oído. La soledad de los mayores, en una población cada vez más envejecida porque el progreso y la ciencia nos regalan una mayor esperanza de vida, es uno de esos males modernos. El caso de Carmelo, el octogenario fallecido en Zaragoza tras varios días caído y solo en el suelo de su casa, es un ejemplo. Ni siquiera el más descarnado, pues él tuvo autonomía, lucidez y el amparo de su vecina Gloria hasta el último momento. La cara más cruel la ofrecen otras muchas personas que mueren en condiciones indignas. Lo denunciaba recientemente, en un escueto y conmovedor tuit, el juez Joaquim Bosch: "Cada vez me pasa más, como juez de guardia, encontrarme con cadáveres de ancianos que llevan muchos días muertos. No sé si está fallando la intervención social o los lazos familiares. Pero indica el tipo de sociedad hacia el que nos dirigimos". Más que fallos, debemos empezar a asumir un gran fracaso colectivo que obliga a cambiar el rumbo para reorientarlo como auténtica urgencia social.