Violencia y desigualdad

Apenas unas horas después de que el pacto de Estado contra la violencia de género diera el miércoles sus primeros pasos, un nuevo nombre se sumó ayer a la insufrible lista de mujeres asesinadas en España. El consenso político alcanzado frente a tan terrible realidad es positivo, pero la adopción de medidas no debe demorarse y hay que insistir en la concienciación contra todo tipo de actitudes machistas.

El asesinato cometido ayer en Azuqueca de Henares eleva a 48 el número de mujeres asesinadas en España en lo que va de año. Desde 2003, son más de novecientas las víctimas mortales de la violencia machista. La sociedad española y sus dirigentes han ido tomando conciencia de la gravedad de esta situación y de que se trata de un fenómeno no solo trágico y repudiable, sino inadmisible en un país que aspira a la igualdad. La Ley Integral contra la Violencia de Género dio un paso fundamental en el tránsito de la toma de conciencia hacia una política activa para la erradicación. Pero los hechos han mostrado que los medios para hacerla realidad no han sido suficientes ni adecuados. El pacto suscrito este verano por las fuerzas políticas debe ser un nuevo hito en esta lucha, que es urgente reforzar. Pero la denuncia pública que muchas mujeres están realizando en los últimos meses sobre las frecuentes situaciones de acoso sexista que padecen muestra que la violencia está enraizada en la discriminación. Luchar contra la violencia machista supone por tanto trabajar a favor de la igualdad, de la no discriminación entre las personas en razón del sexo. Porque la igualdad efectiva entre hombres y mujeres está lejos de ser una realidad. Avanzar en esa dirección es una obligación moral y política para la sociedad española.