Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Me cuesta resistirme a las tentaciones al final del día

No es culpa de tu estómago, sino de tu cerebro, concretamente de la corteza prefrontal medial.

¿Por qué un dulce nos resulta más irresistible al final del día?
¿Por qué un dulce nos resulta más irresistible al final del día?
Marco Verch

Que cuando se pone el sol sucumbas fácilmente ante un apetecible pastel de chocolate o una colorida golosina no es culpa de tu estómago, sino de tu sesera. La capacidad para resistirse a las tentaciones del mundo que nos rodea y ejercer el autocontrol depende principalmente de la corteza prefrontal medial. De aquí parten órdenes de frenar hacia el núcleo accumbens, encargado de procesar las recompensas e implicado en comportamientos relacionados con la comida, el sexo y las drogas. Es decir, la corteza prefrontal actúa a modo de Pepito Grillo, recordándonos las razones de peso por la que debemos rechazar eso que tanto placer nos produciría. Cuando la comunicación entre ambas regiones se bloquea, no somos capaces de controlar nuestros impulsos y resulta demasiado fácil lograr que capitulemos y nos dejemos tentar.

La fuerza de voluntad flaquea también cuando las neuronas de la corteza prefrontal están excesivamente ocupadas. Después de todo, también son las responsables de gestionar la memoria a corto plazo, planificar las tareas del día, mantener la atención, resolver problemas abstractos y tomar decisiones. Si a la multitarea se suma el estrés, apaga y vámonos. Sobre todo porque dos de las hormonas que sintetizamos bajo presión, la noradrenalina y la hidrocortisona, reducen la actividad de esta región. Lo suficiente para que empiece a pesar más la búsqueda de recompensas inmediatas placenteras que cualquier otro incentivo.

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