Papá, mamá… ya me visto y como yo solo
Para ellos representan un gran reto, una superación personal, que demuestra que, poco a poco, van siendo capaces de hacer cosas de mayores.
Aprender a caminar, dejar el pañal por lo general entre los 18 y 24 meses, dormir en su habitación y, finalmente, comer y vestirse solos. Según los expertos en educación y psicología infantil estos dos últimos pasos son muy importantes en el largo camino hacia la independencia y autonomía de nuestros hijos. Para ellos representan un gran reto, una superación personal, que demuestra que, poco a poco, van siendo capaces de hacer cosas de mayores. Y ya sabemos que con la autonomía crece la autoestima.
Tiempo y mucha paciencia
Pero para enseñarles a vestirse solos necesitamos tiempo. ¿Vamos a iniciarlos en este hábito el primer día de colegio? Seamos sensatos. Las cosas se aprenden poco a poco; vestirse lleva su tiempo y, por ejemplo, durante el fin de semana, lo tenemos o deberíamos tenerlo. Podemos empezar por dejarles que se pongan la ropa interior, más adelante abordaremos otras prendas mucho más complicadas vestidos, pantalones, chaquetas.... Hay que tener paciencia y no intervenir a la primera de cambio; si no lo consiguen ellos solos, nos dejarán siempre lo difícil a nosotros recuerda: tenemos tiempo.
Fomentar su curiosidad
Para ir fomentando su curiosidad hay niños que se muestran algo perezosos podemos recurrir a algunos trucos como: buscar canciones divertidas que recuerden el orden en que ha de colocarse la ropa; jugar a los disfraces el juego siempre vence la pereza; y un recurso al alcance de todos, muy pedagógico y de los de toda la vida: vestir y desvestir a los muñecos. Especialmente ardua resulta para los chicos la tarea de colocarse los zapatos eso de la derecha y la izquierda entraña su propia dificultad, pero si pintamos un dibujo en cada plantilla, los relacionarán enseguida.
Sin desfallecer y sin perder los nervios
Estamos muy orgullosos: después de insistir, hemos conseguido que, prácticamente, ya se vistan solos; era nuestro objetivo. Ahora tenemos otro hándicap por delante: no debemos cambiar ni alterar este maravilloso hábito. Hay que ser consecuentes y seguir manteniéndolo día a día, sin desfallecer y sin perder los nervios. Los niños no pueden percibir que para nosotros esta es una acción rutinaria, sin importancia, porque para ellos tiene un gran valor. Y también se sienten muy satisfechos de sus avances.
A comer tocan...
Y, ya de paso, otro hábito que podemos aprovechar para reforzar es el de la alimentación. A los 3 años, los chicos ya van al colegio y muchos de ellos deberán afrontar la complicada experiencia sobre todo si son lentos y malos comedores del comedor escolar. Con nuestra ayuda aunque tengamos que trocearles los alimentos ya pueden ir comiendo en casa solos, aprender a no jugar con la comida, a beber en el vaso, a limpiarse con la servilleta ¡Ánimo!