Síndrome del emperador: hijos violentos y tiranos

Son los amos de la casa y de la familia porque ellos lo deciden todo y se comportan como auténticos dictadores que no aceptan la autoridad de sus padres, si esta contradice sus deseos. Lo quieren todo y lo quieren ¡ya!

Estos adolescentes tienen serios problemas para gestionar sus sentimientos y emociones.
Estos adolescentes tienen serios problemas para gestionar sus sentimientos y emociones.
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Gritan, amenazan… y poco les cuesta agredir física o psicológicamente a sus padres para conseguir sus caprichos y propósitos. Son niños que padecen el llamado ‘Síndrome del emperador’ o Trastorno de Oposición Desafiante (TOD), denominado así por los psicólogos educativos en sus contextos profesionales, a pesar de que no existe ningún cuadro clínico que describa este desorden de la conducta. Su perfil, según los especialistas, suele ser el de varón -lo que no excluye a las chicas- de entre 11 y 17 años, hijos únicos y de clase media-alta, aunque los principales síntomas pueden detectarse ya con facilidad a partir de los 6 años.

Los amos de la casa y de la familia

Son los amos de la casa y de la familia, porque ellos lo deciden todo: qué comer, dónde ir, cuándo estudiar, qué programa de televisión ver… en definitiva, se comportan como auténticos dictadores que no aceptan la autoridad de sus padres o tutores, si esta cuestiona o contradice sus deseos, porque lo quieren todo, ahora y ¡ya! y sin ningún esfuerzo. Son niños manipuladores –conocen como nadie las debilidades de sus progenitores-, violentos y agresivos, que parecen insensibles a sentimientos como la culpa, el perdón, la compasión o el amor, porque -según argumentan los expertos- su nivel madurativo en el ámbito de la empatía (la capacidad que todos tenemos para ponernos en el lugar del otro) está subdesarrollado. Hablamos de niños egocéntricos, que toleran fatal la frustración, que no saben autocontrolarse, tienen serios problemas para gestionar sus sentimientos y emociones; y, por supuesto, son incapaces de comprender que sus exigencias no sean cumplidas, ya sea en casa o en el colegio, donde, por lo general, suelen encontrar una mayor resistencia y dificultad, por parte de maestros y educadores; resistencia que muchas veces minamos los propios padres cuando desautorizamos a sus profesores, reforzando, así, el ego de estos pequeños grandes tiranos.

Pero… el niño autoritario, ¿nace o se hace?

Aunque determinados psicólogos contemplan los factores genéticos entre las causas de este comportamiento, la mayoría aboga por un origen psicosocial. Y, al parecer, tienen mucho que ver tanto la calidad como la cantidad del tiempo que los padres, presionados por las actuales condiciones laborales, pasamos con nuestros hijos. Y también tienen mucho que decir nuestra incapacidad -de los padres, digo- para establecer normas y límites, a la hora de educarlos, y nuestra excesiva tendencia a la ultrapermisividad y a la sobreprotección, al ‘todo vale’ y al culto ciego reconocido al consumismo. A nadie se le escapa que estamos criando generaciones demasiado comodonas y consentidas, tal vez porque la cultura que nosotros recibimos se basaba, en la mayoría de los casos, en el autoritarismo. Y está claro que autoridad y autoristarismo no son lo mismo, ni tan siquiera conceptos parecidos.

¿Qué estamos haciendo mal los padres?

Los padres debemos permitir que nuestros hijos se familiaricen con cierto grado de frustración; es la única manera de que comprendan que, aunque les parezca mentira, ellos no son el centro del universo, e inculcarles, poco a poco, los valores del esfuerzo en la vida, para lograr sus retos, y el respeto hacia los demás. Y, aunque nos cueste, hemos de ser capaces de ponerles normas y límites, de obligado cumplimiento y desde la infancia, así como fomentar e insistir, con nuestro ejemplo, en una educación en valores. Solo así evitaremos que hijos maravillosos se conviertan en maltratadores de sus propios padres. Casos muy graves -que aumentan día a día en el ranquin de denuncias de las comisarías de todo el país- y en los que, por lo general, suele ser la madre la que se lleva la peor parte, en un 87% de los casos.

Y un último consejo en boca de psicólogos y fiscales: es muy importante detectar precozmente el problema y, si es necesario, ponernos, sin ningún reparo, en manos de un especialista. Porque nadie piensa que eso, le puede suceder a él o a su familia.

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