Y estas vacaciones... ¿con papá o con mamá?

Conviene ser muy cuidadosos y evitar que los chicos generen un sentimiento de culpa, de traición, al ‘abandonar’ a uno de los progenitores para disfrutar parte de sus vacaciones con el otro.

No hay que caer en un excesivo sentimentalismo y ceder a todas sus exigencias y caprichos.
No hay que caer en un excesivo sentimentalismo y ceder a todas sus exigencias y caprichos.
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Cuando los padres están separados, afrontar las vacaciones con los hijos suele resultar francamente duro. Y más, si es la primera vez después de la separación.

Por lo general, y en la mayoría de los casos, las vacaciones se reparten de manera que los pequeños puedan pasar unos días con el padre y otros con la madre. Según los expertos, esta es la decisión más acertada, pero conviene ser muy cuidadosos y evitar que los chicos generen un sentimiento de culpa, de traición, al ‘abandonar’ a uno de los progenitores para disfrutar parte de sus vacaciones con el otro.

Por eso, formular la típica pregunta: «¿Con quién quieres ir de vacaciones, con papá o con mamá?» es totalmente impertinente y perjudicial para ellos, ya que les estamos obligando a tomar una decisión tremendamente difícil: que elijan entre las dos personas que más quieren en el mundo. ¿Y cómo debemos actuar? Esta es la pregunta del millón, que trataremos de responder siguiendo los consejos de psicólogos y educadores.

Información, al milímetro. Conviene ser muy claros y contarles con antelación cómo se van a desarrollar sus vacaciones, dónde, cuándo y con quién van a ir, e intentar no romper los acuerdos a última hora. Y, mientras estén con uno de nosotros disfrutando las vacaciones, es muy aconsejable que puedan mantener algún tipo de contacto con el otro progenitor. Aparcar los conflictos personales. Debemos abordar las vacaciones con nuestros hijos aparcando los conflictos personales y las desavenencias con nuestra expareja, con optimismo y pensando qué vamos a hacer para que disfruten como antes, cuando la familia estaba unida; de lo contrario, corremos el riesgo de transmitirles nuestros miedos, nuestras angustias y frustraciones. Seguimos educando. Pero tampoco hay que dejarse llevar por un excesivo sentimentalismo –seguimos educando– y ceder a todas sus exigencias y caprichos porque nos tienen en exclusiva para ellos solos. Son pequeños, pero no tontos, y saben perfectamente cómo manipularnos. Así que, conviene tener a punto un «no» para cuando sea necesario. Seguridad y firmeza. Nuestros hijos siguen necesitando la seguridad y firmeza de la figura paterna o materna a la hora de hacer respetar las normas y límites que conlleva la convivencia. Además, los chavales piden muchas veces cosas materiales, cuando lo que de verdad nos están demandando es atención y cariño. No caer en las descalificaciones hacia nuestra expareja. Dicen que las comparaciones son odiosas y en estos casos mucho más: “Pues mamá me deja hacer esto”. “Papá sí que me lo compraría”... Hay que aprender a controlar estas situaciones y por supuesto jamás hay que caer en el círculo vicioso de las siempre tediosas e injustificables descalificaciones hacia el otro. No generar falsas esperanzas de reconciliación. Y si por el bien de los chicos decidimos pasar las vacaciones todos juntos, hay que procurar que no se confundan, que no generen falsas esperanzas sobre una posible reconciliación. Aunque, seguramente, este es un sueño al que les costará mucho tiempo renunciar.

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