Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Un bronceado vitamínico

Millones de personas presentan insuficiencia de vitamina D, que escasea en los alimentos. El sol es necesario en su justa medida (que no es la de Alejandro Sanz).

Alejandro Sanz junto a Cristina Cifuentes este martes en Madrid.
Alejandro Sanz junto a Cristina Cifuentes, luciendo ultrabronceado.
Efe

A la vista del llamativo, comentado y aún más tuiteado bronceado que lució Alejandro Sanz en su última aparición pública, no cabe otra que pensar cuánta razón tenía Paracelso cuando afirmó que “solo la dosis hace el veneno”. En alusión a que cualquier sustancia es susceptible de resultar beneficiosa o dañina dependiendo de la cantidad o del tiempo de exposición a la misma, como es el caso. Y es que es tan malo un exceso de sol(arium) como un defecto del mismo. Entendiendo como tal no solo adoptar comportamientos vampíricos para evitar la exposición a Lorenzo, sino también el uso y abuso de protectores solares.

Viene esta reflexión a cuento de un reciente informe publicado por la American Osteopathic Association según el cual más de 1.000 millones de personas en todo el mundo presentan insuficiencia o deficiencia de vitamina D. Siendo las dos causas principales las enfermedades o trastornos que impiden la correcta absorción y/o síntesis de la misma en el organismo; y el uso cada vez más extendido -nótese el juego de palabras- de lociones y cremas con elevado factor de protección solar.

La vitamina D es una molécula liposoluble indispensable para el correcto desarrollo y crecimiento óseo, ya que favorece la absorción de calcio y asegura unos niveles adecuados de éste y de fósforo. Así pues, un déficit de la misma puede desencadenar que los huesos se vuelvan débiles y quebradizos; raquitismo en las fases de crecimiento; y osteoporosis en la edad adulta. A mayores, también está implicada en el crecimiento celular, la respuesta inmune, el sistema neuromuscular y el control de la inflamación.

La cuestión es que la vitamina D escasea en los alimentos. La principal y casi única fuente significativa natural son los pescados azules grasos; además de alimentos enriquecidos con la misma. Tanto es así, que son varios los países en los que se suplementa de forma sistemática determinados productos –generalmente la leche y sus derivados- para paliar esta carencia dietética.

Así las cosas, la principal fuente de vitamina D del organismo es la radiación solar. Las células de la piel la sintetizan cuando se exponen a los rayos solares. Concretamente a la radiación UV B con longitud de onda entre 290 y 320 nanómetros. Que al penetrar en las células promueve la conversión de la provitamina D en vitamina D, que una vez formada pasa al medio extracelular y entra en el torrente.

El tiempo de exposición mínimo necesario para que se sintetice en concentraciones suficientes (>30 ng/mL) depende de muchos y variados factores: la estación del año, la latitud, la hora del día, las condiciones meteorológicas (nubosidad, niebla,…), el color de la piel -cuando más pálida con más facilidad se sintetiza-, la edad y, por supuesto, la presencia o ausencia de una capa de protector solar.

Se estima que en promedio, una exposición de unos 30 minutos dos o tres días a la semana entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde con la cara, brazos y piernas al aire es suficiente en los meses de primavera a otoño (de marzo a octubre). Esta última consideración es porque por encima de los 37º de latitud –España está en el límite- en los meses de invierno la radiación UV incidente es insuficiente y no hay producción de la vitamina, por lo que el cuerpo tiene que surtirse de las reservas de la misma acumuladas en el tejido graso o bien de la dieta.

El dilema es que esa misma radiación UV, en virtud de su capacidad de penetrar en el interior de las células, es asimismo potencialmente carcinógena. Siendo la principal causa de cáncer de piel y melanomas; además de sequedad, envejecimiento de la piel, manchas, etc. Y aplicarse protector solar de factor de protección elevado impide la producción de vitamina (se considera que esto sucede con factores a partir de 8-10). Así pues, y tal y como revela el informe, lo que nos da la vida (en este sentido) es que por lo general lo aplicamos mal: ni en cantidad suficiente, ni bien extendido, ni con la regularidad necesaria. Por lo que incluso cuando nos embadurnamos, algo de vitamina D seguimos produciendo.

Dicho lo cual, es el momento de retomar la máxima de Paracelso al tiempo que apelar al sentido común: el sol es necesario en su justa medida -que no es la de Alejandro Sanz- y pasear al aire libre dejando que los agradables rayos de sol nos calienten y nos nutran es además de un placer, una necesidad a la que no conviene renunciar.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión