Los tambores y las imágenes entusiasman en la jornada inaugural de la Semana Santa

Cuando algo sale a la perfección, abusar de los epítetos aporta poco o nada. Se puede decir que la jornada del pasado domingo fue radiante, luminosa, redonda e, incluso, excelsa, pero eso ya lo saben los cofrades que participaron en las primeras ocho procesiones de la Semana Santa zaragozana con las calles repletas de público y unas temperaturas inmejorables.

El Domingo de Ramos fue el soñado por todos y el hambre de cofradías de los zaragozanos era tal que incluso una hora antes de que empezara la procesión de las Palmas ya había en la plaza del Justicia quienes reservaban sitios y se hacían fuertes defendiendo sus posiciones. Muchos de los adultos portaban ramas de olivo recién bendecidas en sus manos, mientras que los más pequeños portaban enormes palmas repletas de caramelos que no se sabe –milagro– cómo no se vencían por el peso. Unos y otros se supone que, como marca la tradición y la sabiduría popular, llevaban algo de estreno...

Entonces, poco después de las 12.00, las puertas de la iglesia de Santa Isabel se abrieron para que saliera el paso de la ‘borrica’ y con los primeros redobles la plaza estalló en aplausos. Son ya 79 años los que la cofradía de La Entrada de Jesús en Jerusalén lleva inaugurando la Semana Santa con su exclamación de ‘Hosanna’ y sus alegres toques de tambor.

La procesión de las Palmas contó con numerosísimo público por todas las calles del Casco –se calcula que pueden verla unos 20.000 espectadores– y los más exquisitos no se perdieron detalle de las imágenes (son nueve figuras talladas en roble y datadas en 1940) ni de faroles o la preciosa greca que cubre el contorno del paso. También para iniciados son los toques alegres de la cofradía que, a eso de las 15.30, cuando ya se recoge, enfila la calle de Manifestación tocando ‘La Calandina’ a una velocidad endiablada. Tras casi cuatro horas de recorrido y después de ofrecer estupendas estampas a su paso junto al paño mudéjar de la Seo –allí había tantas palmas como móviles grabando–, con la silueta del Pilar de fondo o por la imbricada calle del Sepulcro.

Una tarde para enmarcar

El sol y el numerosísimo público tampoco faltaron a su cita con las procesiones en horario vespertino, cuando salieron a las calles siete hermandades muy distintas entre sí. Acaso la que más expectación genera año tras año es la de la Humildad, dado que suele arrancar aplausos y lágrimas a partes iguales en su salida del convento de las religiosas de Santa Mónica. Medio centenar de costaleros exhiben su entrega y esfuerzo primero en el retranqueo y, después, cuando mecen y sacan a su Cristo (Jesús de la Humildad) y su Virgen (María Santísima del Dulce Nombre) del interior de rodillas y prácticamente a pulso. Cada una de las piezas pesa unos 1.200 kilos, de modo que la emoción, el sudor, la piel de gallina y los vítores están más que justificados. "¡Primera! ¡Vámonos! ¡Todos!" eran algunas de las indicaciones del capataz para que los hermanos esquivaran el bajísimo dintel. Mientras, los aledaños de las calles de Celma y Palomar llevaban horas llenas de público y más de un espontáneo ensayaba las saetas ("María del Dulce Nombre, desde que te vi te amé...") que les iba a cantar a las imágenes. Las tallas de la Humildad brillaron con luz propia a su paso por Dormer o por San Nicolás (donde es recibida por La Piedad), sino que también sus músicas de impronta andaluza constituyen un aliciente añadido.

La tónica de la tarde fue similar a la de la mañana con calles y plazas llenas a rebosar, temperaturas por encima de los veinte grados y no pocos espectadores en camiseta de tirantes. Así lucía parte del público de la procesión del Traslado de la Columna, que completó su amplísimo itinerario (desde Vía Hispanidad hasta la puerta del Carmen) para llevar en peana a su Cristo (una talla del siglo XVI) hasta la iglesia de Santiago. La cofradía, que este 2017 celebra el 50 aniversario de su sección instrumental, hizo sonar los tambores con fuerza a su paso por Cortes de Aragón, Hernán Cortés y César Augusto, donde los hermanos de la Columna demostraron que tienen hinchada.

Otra de las procesiones kilométricas del Domingo de Ramos es la del Prendimiento, que sale a las 18.30 de Arzobispo Morcillo y se recoge pasadas las 22.00 en la iglesia de Santa Isabel. Los hermanos sacaron a la calle su Virgen de los Dolores, bajo artístico palio, y la peana del Cristo de Daroca, que muchos zaragozanos disfrutaron por el paseo de Sagasta y en su quinta predicación, cuando fueron recibidos por el Calvario, en Santa Engracia.

¿Otras cofradías en las calles? La Humillación, esta vez rodeada de incienso y con toques más solemnes, salió de la iglesia de San Felipe poco después de las siete. Los cofrades sacaron su paso de Cristo, talla anónima del siglo XIX, que entusiasmó a mucho público por la calle Alfonso, la plaza del Pilar o la zona del Teatro Romano. No muy lejos, por el Coso y el entorno de San Felipe, se pudieron ver a los hermanos del Nazareno que completaron un viacrucis previo a su procesión titular de esta noche. La Llegada completó un recorrido matinal por el barrio Oliver, la Coronación de Espinas salió en horario vespertino por San Gregorio y, como se ha convertido en tradición en los últimos años, las Esclavas y el Silencio protagonizaron un viacrucis conjunto en el Gancho. Uno de los momentos más espectaculares es la salida del Cristo de la Agonía de la iglesia de San Pablo, pues se ha de maniobrar con la carroza que porta la talla del siglo XVI y evitar las escaleras gracias a una rampa.