Pautas para resolver los conflictos con tus hijos

Los estudios, las aficiones, la ropa... tenemos que aprender a utilizar la mediación para alcanzar acuerdos sin que haya ganadores ni perdedores.

Sus sentimientos, aunque nos parezcan 'cosas de la edad' son importantes para ellos.
Sus sentimientos, aunque nos parezcan 'cosas de la edad' son importantes para ellos.
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A diario, en nuestras relaciones familiares nos enfrentamos al duro proceso de la negociación con nuestros hijos. Los estudios, las aficiones, la ropa, la hora de llegada a casa, las tareas domesticas... “En cualquier circunstancia y a cualquier edad, estas situaciones de negociación, que suelen generar conflictos, son una oportunidad clara para enseñarles a negociar, a exponer de forma adecuada sus necesidades, a afrontar sus decisiones y a manejar la frustración ante un “no”, pero un “no”, que ha de ser de mutuo acuerdo”, interviene Antonio Reloba Castro, educador social, máster en inteligencia emocional, que explica, ademas, que todo este proceso y las herramientas que utilizamos para negociar con los hijos, nos ayudaran como padres. “Utilizar la mediación en un conflicto -continúa Reloba- desde el acuerdo, sin ganadores ni perdedores, sin utilizar la autoridad como único argumento, contando con las necesidades y emociones de nuestros hijos, nos proporcionará, en definitiva, una herramienta más a la hora de llegar a acuerdos y compromisos, en los que todos tienen claro qué deben hacer, cómo y cuándo, y aceptar las consecuencias si no se hace”. Para lograrlo, Reloba nos propone algunas técnicas de mediación.

No somos oponentes, somos socios. Esta es una empresa familiar y la primera premisa es crear el ambiente propicio para el diálogo para que cualquier conflicto sea expuesto y resuelto de común acuerdo. Al final, solo debe haber ganadores; la sensación al término de la negociación con nuestros hijos ha de ser de acuerdo y no de sometimiento o de haber perdido la batalla. La idea de la que debemos partir se resume en: todos ganan. De esta manera, todos estamos vinculados a la solución, obteniendo derechos y deberes de ese conflicto. Ganadores y aprendices. Con estas palabras intentamos definir la búsqueda creativa de soluciones. Cuando ofrecemos en una negociación familiar un montón de posibles soluciones a un mismo conflicto, estamos desarrollando en nuestros hijos la capacidad de enfrentarse a un problema desde distintos puntos de vista. La relación 'ganadores-aprendices' nos dará la oportunidad de que busquen entre lo expuesto qué solución les gusta más; además de elegir la solución, se comprometerán con ella y trabajaremos en favor a su autoestima. Ellos deciden, sí, pero como padres, nosotros hemos propuesto esas soluciones que deben elegir. Escuchar con todo el cuerpo. La escucha activa con nuestros hijos ha de ser la única manera de escuchar qué nos quieren decir, porqué y cómo nos lo dicen. Escuchar activamente construye relaciones que durarán para toda la vida como medio de comunicación familiar. Escuchar, reflexionar y explorar son los pasos a seguir para una escucha activa. Leer con la mente y el corazón lo que nos están diciendo, repetir las palabras del otro y ver si hemos comprendido lo escuchado, no atacar y compartir abonará el camino en la búsqueda de la solución. Haciendo que nuestros hijos se sientan escuchados y entendidos. La negociación de cualquier conflicto pasa por un filtro emocional que nos ayudará a encontrar una solución mejor. Acordarse de lo que hacíamos nosotros a su edad. En demasiadas ocasiones, nos olvidamos de cómo éramos nosotros como hijos. Los modelos y las formas de ser se repiten en parte en nuestros hijos. Mirándolos, nos fijamos en sus defectos pero no los reconocemos como nuestros. La dinámica e historia familiar, el entorno, las relaciones... nos darán muchas veces las pistas de por qué nuestros hijos solicitan algo. Sus relaciones son importantes y tenemos que entender que sus sentimientos, aunque nos parezcan 'cosas de la edad', son importantes para ellos. No reconociendo esos sentimientos solo conseguiremos que no nos cuenten sus cosas en el futuro. Manejar las emociones ante el conflicto. Debemos hacernos este tipo de preguntas e intentar descubrir la respuesta y la solución. ¿Por qué nos sentimos tan enojados? ¿Qué queremos cambiar? ¿Qué necesitamos para alejar este sentimiento? ¿De quién es el problema, realmente? ¿Qué parte del conflicto nos corresponde a nosotros? Preguntas de este tipo, nos aportarán las claves sobre qué está fallando en la resolución de los conflictos familiares y también en nuestras relaciones personales. Nos centramos en el problema, no en la persona. Los conflictos son situaciones de desacuerdo, no guerras entre personas. Hay que ser duros con el problema, pero cariñosos con nuestros hijos. Cuando les decimos: "Si no estudias, serás un tonto" no les estamos transmitiendo la misma idea que si les decimos: "Estudiar es necesario para tu futuro, estudiar hace a las personas más listas". El problema es no estudiar y llamar tonta a una persona no la pone en disposición de hacerlo. Centrarnos en el problema y hablar de cómo solucionarlo, nos hace ver las cosas sin que las relaciones con nuestros hijos sufran daños emocionales. Lluvia de soluciones. Cuando la edad y el tiempo de negociación con nuestros hijos nos lo permitan, es importante sugerirles que escriban en un papel, en tres columnas diferentes: situación/problema/solución. En muchas ocasiones, la negociación se basará en elegir algo de lo que ellos mismos han escrito, y entonces, el conflicto no aparecerá por ningún lado. Dar la opción de buscar y encontrar juntos la solución a sus problemas los prepara para la vida adulta. Respetar y valorar las diferencias. Los conflictos relacionados con la diferencia generacional han existido y existirán siempre. En demasiadas ocasiones, generamos, como padres, un conflicto sin antes plantearnos esta poderosa pregunta: "¿Merece la pena discutir por esto, con la cantidad de cosas realmente importantes que ya tengo que debatir con mis hijos?". Lo mejor: definir y diferenciar desde el principio las cosas importantes de las que no lo son. Puntos en común. Cuando nos enfrentamos a un conflicto familiar, no debemos olvidarnos de situar el problema y ver, con anticipación al debate, qué puntos en común y acuerdo tenemos. Partir de la base de que existen cosas en las que estamos de acuerdo, nos dará un inicio de debate más positivo que si abordamos directamente las diferencias desde el comienzo. Siempre desde el corazón. El conflicto puede convertirse en una oportunidad para comunicarnos, para estar juntos, para conocer, para compartir con nuestros hijos aquellas cosas que les preocupan. Las relaciones familiares, en demasiadas ocasiones, se deterioran por discutir sin cariño y sin respeto las normas y limites que tenemos que imponer y que cumplir en el hogar. Intentar discutir sin atacar a la persona, sin respetar su opinión, diciendo cosas como: "Esto son tonterías propias de la edad", nos complicará en un futuro el estilo de comunicación que queremos y necesitamos mantener con nuestros adolescentes.

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