Madrugar es bueno, pero no para todos

Superada la división entre búhos -vespertinos- y alondras -mañaneros-, ahora la ciencia culpa a la genética de las dificultades para levantarse al amanecer.

Debido a la interrupción continua del sistema circadiano, el riesgo metabólico puede aumentar notablemente.
Madrugar no le sienta bien a todo el mundo.

Iniciar el día con el sonido del despertador es una de las rutinas más democráticas que existen, casi todos la practican. Pero que resulte más o menos costoso es algo que "está escrito en el ADN".

Según explica José Ramón Valdizán, especialista en Neurología en la clínica Montpellier de Zaragoza, "la capacidad de madrugar tiene un origen genético y corresponde a cada individuo". El culpable: un gen llamado ABCC9, que provoca en los perjudicados la necesidad de unos minutos adicionales de sueño. "Este es un problema que afecta a muchas personas", comenta el doctor. Para los no predispuestos genéticamente a madrugar, la solución pasa por "adelantar la hora de acostarse", obviedad que no siempre es fácil de cumplir.

"Madrugar les produce decaimiento, una bajada de la tensión e, incluso, algunos de los signos propios de la depresión", explica el neurólogo. Además de las personas denominadas alondra, que se encuentran más activas por la mañana, y los llamados búhos, cuya energía se manifiesta por la noche, la doctora María Jesús Valiño, especialista en la Unidad de Alteraciones del Sueño del hospital MAZ en Zaragoza, señala que "lo más frecuente son las personas cuyo ritmo óptimo se alcanza entre las 9 de la mañana y las 9 de la noche". "En general, lo que más afecta a las personas es la turnicidad en el trabajo, que interfiere en la rutina del sueño", comenta Valiño.

Existen notables diferencias entre la duración del sueño de cada individuo. Las personas que presentan un patrón corto son aquellas que, para encontrarse a pleno rendimiento, necesitan dormir al día cinco horas y media o menos, mientras que los sujetos con patrón largo necesitan más de 9 horas. Valiño también subraya la importancia de conocer la personalidad del sueño. "Saber cómo eres durmiendo es imprescindible para poder adaptarte, algo en lo que también tiene que ayudar la familia".

La manifestación del código genético no es la única culpable de que 'se peguen las sábanas'. En el caso de los adolescentes, "la melatonina -hormona que regula el reloj biológico- tarda más en dejar de segregarse durante el sueño, lo que produce un retraso en la preparación del organismo para afrontar el nuevo día", explica Valdizán. "Los centros escolares deberían tenerlo en cuenta para no programar las asignaturas más costosas en las primeras horas". "Un país que cuida el sueño de sus habitantes es un país culto", asevera el doctor.

Los problemas más frecuentes que impiden el descanso son el insomnio y las patologías respiratorias, aunque como apunta la doctora Valiño, cada vez se ven más casos de "retraso de fase", personas que voluntariamente, o involuntariamente, aplazan hasta la madrugada el momento de dormir, generalmente por el uso de dispositivos electrónicos.

"Durante la noche, dormir seguido es muy importante. Ir dando cabezadas, a pesar de que en conjunto puedan sumar el número de horas recomendadas, no sirve para descansar", subraya Valiño.

¿Qué pasa con la siesta?

Ambos doctores coinciden en que la siesta ayuda, pero en pequeñas dosis. Lo recomendable es dormir de 20 minutos a media hora, alcanzando un sueño superficial que "permite descansar pero no desconectar", comenta el doctor Valdizán. "No es recomendable dormir más de una hora, en ese caso puede ser perjudicial", indica.

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