Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Cerebros

La imagen de esos ocho investigadores de la Universidad de Zaragoza que han logrado más de un millón de euros para financiar sus proyectos es una metáfora de la esperanza y el futuro. Un desafío estimulante frente a esta realidad teñida de gris mediocridad, que nos impide vislumbrar horizontes como los trazados por estos ocho jóvenes cerebros. Ellos son excepción no solo por sus capacidades sino, también y en contraste, por la incapacidad dominante. La otra cara de la moneda de curso, la que cuenta mucho y cuesta poco, está en los cientos de investigadores cuyas becas rozan más la miseria que la precariedad; en los doctorandos que esta misma semana deberían haber firmado sus contratos, pero con las bases en la mano ya los habrían perdido sin incorporarse a sus equipos porque el Gobierno intentó adulterarlos convirtiéndolos en contratos de prácticas en lugar de obra y servicio; en los 100.000 emigrados –movilidad exterior, en palabras que jamás se debieron pronunciar para no ofender– que en 2016 elevaron a casi 2,5 millones los españoles fuera de su país. ¿Tendremos cerebro para recuperarlos algún día o seguiremos revolcándonos en nuestras incapacidades?