Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Deconstruyendo el Día Internacional: la ciencia, la Niña, la mujer

‘Deconstruir’ es "deshacer analíticamente los elementos que constituyen una estructura conceptual". Hoy, deconstruimos el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia (sin que por ello pierda significación).

En los años cincuenta, Joanne Simpson analizó miles de imágenes de nubes tropicales
En los años cincuenta, Joanne Simpson analizó miles de imágenes de nubes tropicales
The Schlesinger Library-NASA Earth Observatory

La ciencia

La meteorología estudia la atmósfera y los meteoros, es decir, los fenómenos o agentes atmosféricos que se originan en ella; sus características, comportamiento y dinámica. Estudia las condiciones de la atmósfera en un momento concreto. Este matiz la diferencia de la climatología, que estudia el comportamiento, estado y condiciones medias o promedio de la atmósfera y de los fenómenos atmosféricos durante periodos de tiempo suficientemente largos como para poder establecer una pauta o patrón.

Así pues, la meteorología se ciñe al tiempo meteorológico o temperie y la climatología se centra en el clima: sus condiciones normales, la oscilación estacional y su evolución a lo largo del tiempo.

‘La Niña’

Fenómeno ‘meteoclimatológico’ (puesto que suele durar entre 9 meses y tres años) también conocido como ‘El Viejo’ o 'El Anti-Niño' por presentar condiciones contrarias a las que se dan en este. La Niña se origina cuando se produce un enfriamiento notable de las aguas en las regiones tropicales y subtropicales del Pacífico que bañan la costa sudamericana, lo que conlleva un aumento de la presión atmosférica al nivel del mar. Dado que los vientos son movimientos ‘horizontales’ de masas de aire desde zonas de altas presiones a otras de bajas presiones a fin de igualarlas, ello provoca que los vientos se intensifiquen y arrastren consigo más cantidad de aguas superficiales, con lo que disminuye el nivel del mar en la costa americana y aumenta en la región oceánica e indonésica. Además, las aguas profundas y más frías quedan al descubierto en el Este (a la par que se acumulan las aguas cálidas en el Oeste) causando una disminución de la temperatura del mar que afecta a las condiciones atmosféricas imperantes, propiciando un clima más frío del habitual en América –en el Pacífico occidental sucede lo contrario, que aumenta la temperatura del mar propiciando una condiciones más calurosas, mayor nubosidad, precipitaciones más abundantes e intensas y mayor incidencia de ciclones tropicales–.

La mujer

La meteorología se cruzó en la vida de Joanne Malkus Simpson (Boston 1923- Washington 2010) a causa de la Segunda Guerra Mundial, cuando, ante la ausencia de instructores masculinos, fue reclutada junto a otras 50 licenciadas en Ciencias por el ejército para, tras realizar un curso intensivo, enseñar Meteorología a los cadetes de las fuerzas aéreas. Tras el conflicto acudió a la Universidad de Chicago para obtener el doctorado en la disciplina en el departamento dirigido por Carl Gustaf Rossby, el considerado por muchos como el más importante meteorólogo de la historia. La respuesta de Rossby no pudo ser más desalentadora: "Ninguna mujer ha obtenido nunca el doctorado y ninguna lo obtendrá jamás y, aunque así llegase a suceder, nunca obtendría trabajo". En 1949, Joanne se convertía en la primera mujer en obtener el título. Era el inicio de una carrera que viviría uno de sus clíma(x) en 1983 cuando la American Meteorology Society la premió con su mayor distinción, la Medalla Rossby.

Con su título en el bolsillo, Joanne participó en un novedoso estudio sobre las nubes tropicales dirigido por Herbert Riehl. Por entonces, se consideraba que las nubes eran una consecuencia de los fenómenos atmosféricos y no un agente o meteoro en sí mismas que interviniese en las condiciones meteorológicas. Y tampoco se entendía el mecanismo que gobernaba la denominada Circulación o Celda Hadley, el circuito atmosférico que transporta el calor y la humedad de los trópicos hasta los polos. Hasta que, en 1958, Simpson propuso su hipótesis de las columnas o torres calientes (‘Hot towers hypothesis’): en la superficie marina de las regiones tropicales se formaban cúmulos a modo de enormes columnas verticales que transportaban el aire caliente y cargado de humedad hasta una altura de 15.000 metros, originándose con ello las condiciones adecuadas para que se generasen vientos que transportasen este aire a latitudes más altas donde, al enfriarse, la humedad condensaba en forma de precipitaciones, al tiempo que liberaba gran cantidad de calor latente (energía en forma de calor que se libera al pasar del estado gaseoso al líquido, más estable y menos energético). Hipótesis que conseguiría probar de forma experimental 20 años más tarde.

Entre medias, Simpson se incorporó al recién creado Programa Gubernamental de Investigación de Huracanes, uno de cuyos objetivos primordiales era descubrir cómo se originaba y abastecía el núcleo de calor que mantenía activos estos intensos ciclones que los impulsaba a recorrer grandes distancias sin perder poder destructivo. Simpson ayudó a explicarlo al aplicar su hipótesis de las Torres Calientes a este fenómeno.

Ocupó los últimos años de su carrera profesional en el Laboratorio de la Atmósfera de la NASA, donde, en 1986, lideró la puesta en órbita del primer satélite con un radar de lluvia, el TRMM, para medir las precipitaciones en las regiones tropicales y que, entre otros logros, iba a permitir descubrir cómo la presencia de masas de humo y polvo en la atmósfera afectan de forma decisiva al régimen de precipitaciones a una escala global.

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