Tercer Milenio

En colaboración con ITA

¿Por qué es más común la gripe en invierno?

Las partículas del virus de la gripe son más estables en el aire frío, pero la humedad elevada no favorece el contagio
Las partículas del virus de la gripe son más estables en el aire frío, pero la humedad elevada no favorece el contagio
Oliver Duch

Aunque el inicio de la temporada de gripe es difícil de predecir, siempre tiene lugar alrededor del invierno, coincidiendo con los meses más fríos del año, tanto en el Hemisferio Norte como en el Hemisferio Sur. Pero, ¿sabemos por qué la gripe estacional ocurre siempre en invierno?¿Qué es la gripe?

La gripe es una enfermedad infecciosa causada por un virus, que afecta a las vías respiratorias. Los primeros síntomas de la infección, entre los que se cuentan la tos, el dolor de garganta y la congestión nasal, se confunden a menudo con los de otra infección respiratoria mucho más frecuente en invierno, causada por un virus distinto: el resfriado común. Aunque algunas personas aquejadas de un resfriado puedan pensar que se trata de una gripe, esta es una enfermedad mucho más grave y menos frecuente: los adultos de media nos resfriamos entre dos y cuatro veces al año y los niños entre seis y ocho. La gripe, por el contrario, afecta cada año a un 10 por ciento de la población y, en años con epidemia, puede llegar a infectar un 25 o 30 por ciento. Se diferencia del resfriado por presentar un inicio repentino de la fiebre, con dolor de garganta y secreción nasal, escalofríos, dolor de cabeza, fatiga extrema, con dolores musculares y articulares, y pérdida de apetito. Los síntomas empiezan de repente, uno o dos días después de la infección y la mayoría duran menos de una semana. Se estima que durante la temporada de gripe, entre un tercio y tres cuartos de los casos son asintomáticos.


La gripe es altamente contagiosa. Se puede transmitir desde un día antes de la aparición de los primeros síntomas y hasta siete días después de su inicio. Normalmente se propaga por vía aérea, a través de la tos y los estornudos de una persona infectada o bien de forma indirecta, a través de las secreciones respiratorias en las manos. Cada año, entre 4 y 50 millones de europeos presentan infecciones sintomáticas durante la temporada de gripe y entre 15.000 y 70.000 mueren a causa de ella o de complicaciones asociadas. Fuera de la temporada de gripe también pueden tener lugar infecciones esporádicas.¿Por qué en invierno?

La temporada de gripe tiene lugar generalmente entre noviembre y marzo, en el Hemisferio Norte, y entre mayo y setiembre en el Hemisferio Sur.


Existen distintas hipótesis de por qué esto es así; ahí van unas cuantas. Es en los meses más fríos cuando la gente pasa más tiempo en espacios interiores, con las ventanas cerradas (es decir, mal ventilados) y con otras personas, aumentando el riesgo de transmisión del virus. También son los meses con los días más cortos, en los que experimentamos una menor exposición al sol (con la consiguiente falta de vitamina D y de melatonina) que, junto con el frío, debilita nuestro sistema inmune que no puede hacer frente de forma tan efectiva a las infecciones. Otra hipótesis apunta que el frío favorece la diseminación del virus.


Para poder probar estas y otras hipótesis los investigadores necesitaban encontrar un animal de laboratorio que transmitiera la gripe igual que ocurre en los humanos. Los ratones de laboratorio, por ejemplo, se infectan pero no la transmiten. El doctor Peter Palese, del Departamento de Microbiología de Mount Sinai School of Medicine, en Nueva York, encontró la solución. En un artículo de 1919 que describía la llegada al campamento militar de Camp Cody, en Nuevo México, de la gran pandemia de gripe de 1918 (la conocida como gripe española), se mencionaba que las cobayas del laboratorio del campamento habían contraído la infección y habían muerto. Palese infectó cobayas y demostró que estas desarrollaban la gripe y la transmitían. Se dispuso, entonces, a testar la hipótesis de que la diseminación de la infección es más eficiente en el frío y crudo invierno.


Modificando las condiciones de humedad relativa (del 20% al 80%) y de temperatura (5, 20 y 30 grados) a las que mantenía a las cobayas, Palese y sus colaboradores demostraron que la transmisión del virus de la gripe a través de aerosoles dependía efectivamente de la humedad relativa y la temperatura. La mayor transmisión del virus ocurría a 5 grados y se detenía por completo cuando se aumentaba la temperatura a 30 grados. Una baja humedad relativa, del 20%, también favorecía su transmisión, mientras que esta no se producía con una humedad del 80%.


La vía principal de transmisión de la gripe es la aérea. Las partículas del virus son más estables en el aire frío, y la baja humedad ayuda también a que se mantengan durante más tiempo en el aire, aumentando las posibilidades de infectar a otra persona. A medida que aumenta la humedad, las partículas que contienen virus absorben agua, aumentan de peso y caen más rápidamente al suelo.


En el trabajo de Palese se comparó también el sistema inmune de las cobayas mantenidas a 5 y a 20 grados y se determinó que no existían diferencias entre ellas, sugiriendo que el frío no modifica la inmunidad innata. Por lo tanto, no era un hipotético impacto del frío sobre el organismo sino el del aire seco y frío sobre la diseminación de las partículas del virus lo que explicaba la relación entre gripe e invierno.


Así fue como, gracias a unas simpáticas cobayas y a un artículo médico de hace casi un siglo, la ciencia empezó a dar respuesta a la pregunta de por qué la gripe es cosa del invierno.

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