Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Nostalgia de verano

El 1 de septiembre, muchos son los que vuelven de vacaciones y se reencuentran con el trabajo. Evocar los felices días de veraneo resulta inevitable. Pero la neurociencia ha demostrado que ser nostálgicos tiene efectos muy placenteros en nuestro cerebro, dado que activa circuitos de recompensa. Aplicándolo a la vuelta al trabajo, recordar las vacaciones actuaría como un bálsamo sobre nuestras neuronas.

Recordar el disfrute pasado resulta placentero porque activa circuitos de recompensa.
Recordar el disfrute pasado resulta placentero porque activa circuitos de recompensa.
Mathias Apitz

Estás en la oficina, inmerso en la redacción de un informe de última hora, y de repente suena la canción del último verano en la radio. ¡Justo esa que escuchabas durante tus vacaciones en la playa, tumbado en la hamaca! Y, claro, inmediatamente te invade una tremenda sensación de nostalgia. ¿Pero sabes qué es la nostalgia desde el punto de vista neurocientífico?


Se trata, sencillamente, de la evocación en la memoria de recuerdos con connotaciones positivas. Y aunque podríamos pensar que causa tristeza, la neurociencia ha demostrado que ser nostálgicos tiene efectos muy placenteros en nuestra sesera, dado que activa circuitos de recompensa. Usando imágenes de resonancia magnética funcional, científicos de la Universidad de Rutgers (EE. UU.) llegaron a la conclusión de que, cuando nuestra memoria autobiográfica se pone en marcha para evocar recuerdos positivos, se activan circuitos neuronales en la corteza y en el núcleo estriado que coinciden con los que se encienden con las recompensas económicas. Es más, cuanto más intensamente se activan estas neuronas recordando momentos felices, más duradero es el efecto positivo que produce la nostalgia sobre nuestro estado de ánimo. Y la sensación resulta tan gratificante que en los experimentos los voluntarios mayoritariamente preferían el placer de un recuerdo nostálgico que una recompensa tangible.


¿Pero por qué es placentero recordar el disfrute pasado? Todo apunta a que se trata de un mecanismo de supervivencia. Tim Wildschut y sus colegas de la Universidad de Southhampon (Reino Unido) han llevado a cabo varios estudios que sugieren que la nostalgia actúa como mecanismo de compensación de momentos de transición en la vida que pueden bajarnos el ánimo. Por ejemplo, cuando nos independizamos y nos vamos de casa de nuestros padres, o cuando emigramos a otro país, la nostalgia nos ayuda a sobrellevar el duro comienzo de una nueva vida. Aplicándolo a la vuelta al trabajo, recordar las vacaciones actuaría como un bálsamo sobre nuestras neuronas.


Recordar la felicidad pasada puede incluso curar la depresión, sobre todo si ha sido inducida por el estrés crónico. Así lo demostraron científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE. UU.) y del Instituto de Neurociencias Riken (Japón), que incluso proponen como terapia antidepresiva la reactivación artificial de recuerdos felices y placenteros formados antes del inicio de este trastorno del estado de ánimo. En concreto, en sus experimentos, descritos en la revista 'Nature', observaron una mejoría duradera cuando se reactivaban las células cerebrales que almacenaron el recuerdo positivo durante 15 minutos dos veces por semana.


Lo que también parece claro es que los recuerdos que guardas de tus vacaciones serán bastante más intensos si seguiste la regla del 'peak-end' del premio Nobel Daniel Kahneman, es decir, si dejaste las mejores vivencias para el final. De acuerdo con Kahneman, la memoria humana está configurada de tal manera que lo que ocurre al concluir un período se recuerda más que lo que sucede al principio. Y, por lo tanto, la sensación de felicidad -o infelicidad- que nos deja una experiencia depende de cómo termina.


No obstante, si a pesar de lo dicho hasta ahora quieres aparcar a un lado la nostalgia posvacacional, la neurociencia también te pone en bandeja la mejor solución: empieza a preparar las siguientes vacaciones. Mientras hacemos planes de ocio se liberan grandes cantidades de dopamina en el núcleo estriado, por las expectativas de placer, y eso hace que a veces la parte más grata del viaje sea, precisamente, planearlo.

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