Orensanz, socio de honor de la Cofradía de la Borraja

Durante la ceremonia también se entregaron medallas a dos nuevos cofrades, Carlos Ventura y Roberto Iglesias.

Antonio Alfonso, Luis Plaza, Emilio Mené, Ángel González, Ángel Orensanz, Javier Mené, Francisco Burillo, Antonio Castelar y Miguel Pocovi, en el Museo de Zaragoza.
Antonio Alfonso, Luis Plaza, Emilio Mené, Ángel González, Ángel Orensanz, Javier Mené, Francisco Burillo, Antonio Castelar y Miguel Pocovi, en el Museo de Zaragoza.
Aránzazu Navarro

La borraja, la escultura y el pasado celtíbero de Aragón se unieron ayer en un curioso maridaje de argumentos en el salón de plenos del Museo de Zaragoza. La Cofradía de la Borraja y el Crespillo fue la responsable de establecer esos nexos de unión con motivo de la celebración del quinto capítulo de mayo en honor de San Isidro Labrador.


El acto principal consistió en el homenaje a dos aragoneses, uno vivo y otro ya fallecido. Ángel González Vera, presidente de la cofradía, destacó que este año uno de los elegidos es el escultor Ángel Orensanz, nombrado cofrade de honor, “cuya obra es muy reconocida y está repartida por todo el mundo; es un hombre valiente que lucha por sus ideales y que no se arredra ante las dificultades”.


El periodista Pedro Fondevila ofreció algunas pinceladas sobre su trayectoria pero fue el escritor Juan Domínguez Lasierra quien más detalles dio sobre la relevancia de su obra. Recién llegado de Venecia y todavía embriagado por el recuerdo de Tintoretto y Tiziano, Orensanz agradeció el nombramiento y recibió con satisfacción la capa verde y la medalla que simbolizan su nueva condición. Tomó una mata que le ofreció Emilio Mené y le declaró su cariño a esta verdura, que no le resulta nada fácil encontrar en Nueva York o París, ciudades donde pasa mucho tiempo. “Su forma me recuerda mucho a la de esas plantas que tienen una gran presencia en la arquitectura gótica”, comentó el escultor.


Siguiendo la tradición de la cofradía de homenajear a un aragonés ya fallecido, el profesor de la Universidad de Zaragoza, Francisco Burillo, glosó la figura de Caro de Segeda, primer nombre conocido de un aragonés que participó activamente en la defensa del poblado de Segeda, hoy conocido como Mara, ante la invasión romana.


“Esta ciudad celtibérica fue acusada de haber construido una gran muralla y le fue declarada la guerra –explicó el profesor–; debido a esta declaración, Roma cambió la elección de los cónsules, desplazándola de los idus de marzo a las calendas de enero (del 15 de marzo al 1 de enero), razón por la que el calendario actual empieza en enero”.


Durante la ceremonia también se entregaron medallas a dos nuevos cofrades, Carlos Ventura y Roberto Iglesias, y el punto reivindicativo lo puso el presidente Ángel González Vera. “Además de defender la borraja como producto simbólico de Aragón –dijo–, la cofradía también pone el acento en los problemas de supervivencia de la agricultura, en general, y de los hortelanos, en particular, una situación de la que los consumidores tenemos cierta responsabilidad”.


El colofón llegó en forma de jotas, las que interpretaron Antonio Mainar y Félix Villaverde, con alusiones directas a la borraja y a los homenajeados. Seguidamente se realizó un recorrido por las salas del museo donde se encuentran los materiales que corresponden al yacimiento de Segeda, como una vasija que demuestra que los celtíberos ya elaboraban vino antes de la llegada de los romanos.


Tras esta visita, la comitiva formada por socios como Antonio Alfonso, Luis Plaza, Javier Mené, Antonio Castelar o Miguel Pocovi, se dirigió al restaurante La Ontina donde se celebró la comida de hermandad. A la mesa, alrededor de recetas como un timbal de borraja con huevo pochado y parmentier de patata trufada y de vinos de la D.O.P. Somontano, fue como el maridaje de argumentos tan distintos terminó de cobrar sentido.

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