Tercer Milenio

En colaboración con ITA

SOS. Somos científicos, ¡sácanos de nuestra torre!

«Me siento importante porque los científicos están contestando a mis preguntas». Esta es la sensación de una de las participantes en una iniciativa en la que científicos y estudiantes se encuentran en la red a través de dinámicos chats. Dos institutos aragoneses han participado.

Más de mil alumnos han participado en esta primera edición española de 'Somos científicos'.
Más de mil alumnos han participado en esta primera edición española de 'Somos científicos'.

¿Las ratas con las que trabajas tienen nombre?


-Pues sí, tienen nombre. Digamos que distinguirlas por la cara se vuelve un poco complicado a partir de la tercera rata blanca que ves.


En mi laboratorio nos referimos a ellas con números y alguna letra que indique el experimento del que provienen, por ejemplo KA34 o P342. De esa manera siempre podemos identificarlas en los cuadernos y en los resultados del ordenador.


Hubo una vez un compañero del laboratorio que, en un arranque de originalidad, decidió poner a sus ratas el nombre de alguien famoso que hubiera nacido el mismo día y mes que la rata. Pero al final comprobó que era peor porque debía recordar qué rata era de qué experimento.


(Además, nos echaron la bronca por tener en el animalario una rata llamada Hitler)».


Acabamos de meter las narices en la conversación entre un alumno y un científico, participantes ambos en la iniciativa ‘Somos científicos. Sácanos de aquí’. Estudiantes de 9 a 18 años desafían a los científicos a través de dinámicos chats de texto en directo a través de internet. Finalmente, los alumnos votan para que su científica o científico favorito gane un premio de 500 euros destinado a divulgar su trabajo.  


Dudas, curiosidades..., vale preguntar todo lo que se les ocurra: ¿Por qué las nubes flotan si el agua pesa mas que el aire? ¿Te gustaría comer rata, ya que dices que te gusta comer cualquier comida? ¿En qué consistían las prácticas que hacías sobre el cáncer de mama? ¿Se puede convertir una persona con una inteligencia pequeña en alguien listo? ¿Funciona de manera diferente el cerebro si se está enamorado? ¿Tú crees que algún día los dinosaurios volverán a existir? ¿Te da asco algún insecto?


Estas y muchas otras preguntas fluyeron en el chat de la Zona Hidrógeno –hay tres zonas en ‘Somos científicos’, cada una con 25 clases y cinco científicos de diferentes disciplinas– en el que participó, el pasado miércoles 13 de abril, un grupo de 19 de alumnos de Física y Química de 4º de ESO del IES Biello Aragón de Sabiñánigo (Huesca).


Después de la experiencia, saltan en pedazos los estereotipos: «La verdad es que tenía una imagen equivocada de los científicos –reconoce Emilia Iuliu–, pensaba que eran mucho más serios, pero también tienen su lado divertido y se nota que se toman muy en serio su trabajo». Algo parecido le ocurre a su compañera Noa Cristina Puértolas: «Mi opinión sobre un científico siempre ha sido la misma y es que investigan por gusto y por ayudar a los demás; sin ciencia, el mundo no sería como es ahora. Aunque personalmente pensaba que eran gente aburrida, que se pegaba la vida en laboratorios y poco más, conociendo científicos, los de ayer y algún otro, me doy cuenta de que son todo lo contrario, gente normal y divertida».


Y a veces puede que se consiga incluso encender nuevas vocaciones. Noa Cristina añade que «el mundo de la investigación siempre me ha parecido interesante; es asombroso ver todo lo que se descubre... Me gustaría dedicarme a algo de ciencia si fuera capaz de ello y descubrir algo e investigar». Emilia tal vez se replantee su futuro «y trabaje en un laboratorio de biología como científica».


Otro grupo de alumnos aragoneses está también entre los más de mil que participan en esta conversación con científicos. Se trata de un grupo de 29 alumnos de 4º de ESO del IES Sierra de la Virgen, de Illueca (Zaragoza) que tenía el pasado lunes 18 de abril su turno de chateo en directo con los científicos de la Zona Litio: «Tenemos a Óscar, bioquímico que trabaja con bacterias en Zaidín; Omar, biólogo que trabaja en los efectos del cambio climático en los seres vivos en Madrid; José Miguel, astrónomo que intenta descubrir las primeras galaxias del Universo en la isla de La Palma; Bárbara, bióloga que investiga la obesidad y la diabetes, y Dolores, química que trabaja con fluidos en aplicaciones para medicamentos y nanociencia», enumera Encarna Matute, su profesora.


Hace unos días, ya les hicieron las primeras preguntas desde la página web de ‘Somos científicos’. «Les hizo mucha ilusión que les contestaran». A través de esta actividad, «que les llega más que una charla o un vídeo, ven a las personas que trabajan en ciencia como algo real y les hace pensar en sus posibilidades de trabajar o estudiar ciencias», señala.


Su colega en el IES de Sabiñánigo, Jéssica Cámara, cree que es una forma ideal de eliminar «la brecha que existe entre el mundo de la investigación y lo que mis alumnos saben de él: muchos de ellos no saben qué es una tesis doctoral, sobre qué se está investigando actualmente, qué supone ser científico o cómo llegar a conseguirlo». Todas estas dudas que les surgen ahora –en 4º de ESO toman la decisión de irse por ciencias o letras– las resuelven preguntando a las personas que hacen ciencia.

Cantera de divulgadores y trampolín para estudiantes tímidos
«A diferencia del futbolín o el chupachups, ‘Somos científicos, ¡sácanos de aquí!’ no es un invento español». Así cuenta Ángela Monasor cómo 'I’m a Scientist, Get me out of here' fue importado a España desde Reino Unido, donde han participado más de 1.500 científicos y 100.000 estudiantes desde 2008. Ella es la responsable de su expansión a España, gracias al apoyo de la Obra Social la Caixa. Le pregunto qué aprisiona a los científicos para lanzar ese grito: ¡Sácanos de aquí! En Reino Unido, venía de un programa de televisión y dudaron al hacer la adaptación al castellano, pero «me convenció un investigador cuando me dijo que implicaba que tenían que salir de su torre de marfil –relata Monasor– y un par de profesoras cuando me comentaron que les gustaba que se reclamara algo (¡casi ayuda!) de los alumnos». Más de mil alumnos han participado hasta la fecha en esta primera edición española. En total, 15 científicos se han puesto al habla con 75 clases de 50 centros docentes. «La respuesta ha sido espectacular, ha superado todas nuestras expectativas», señala, pues se apuntaron 140 científicos y 150 clases y hubo que dejar gente fuera.


La evaluación de la experiencia anglosajona da interesantes pistas. «La actividad funciona en Reino Unido como una cantera de divulgadores, que luego continúan haciendo más y más. De hecho, algunas universidades como el University College de Londres han incorporado ‘Somos científicos’ como elemento introductorio a la divulgación para sus investigadores». Además, a través de anécdotas y comentarios comprueban que «los científicos van modificando su discurso durante la actividad; tallando la forma en que describen su trabajo: una investigadora que participó cuando estaba haciendo el doctorado y ahora tiene su propio grupo, nos comentó que a día de hoy siempre utiliza la descripción que acuñó participando en la actividad para describir su trabajo de forma breve».


Por su parte, los estudiantes «comprueban que quienes se dedican a la investigación científica son personas normales, ven cómo lo que aprenden en clase se aplica en la vida real y su entusiasmo por la ciencia aumenta». Además, «la naturaleza ‘online’ de la actividad no solo hace posible conectar científicos y estudiantes de lugares distantes, sino que, además, permite a los estudiantes tímidos atreverse a preguntar amparados por el ‘anonimato’ digital y no tener que levantar la mano, mientras que los más atrevidos se animan a hacer preguntas un tanto irreverentes, que quizá no se verían en otros formatos». En un estudio con una muestra amplia de alumnos del Reino Unido, vieron que «cuanto más tiempo pasaban chateando, preguntando y leyendo las respuestas de los científicos, más ganas tenían de escoger optativas de ciencias el curso siguiente o incluso de dedicarse a la ciencia de forma profesional».


Ya sea en inglés o en español, se repiten muchas preguntas: ¿por qué el cielo es azul?, ¿cuánto ganas?, ¿qué opina tu familia de que te dediques a la ciencia?, etc. «¡Hasta hacen las mismas bromas y travesuras similares durante los chats!», constata Monasor. Pero la diferencia más notoria es «la cantidad de preguntas sobre si España es un buen lugar para investigar, y que si no preferirían irse a otro sitio. Esto no pasa en Reino Unido». Lo que le lleva a preguntarse si, «a pesar de lo necesario del reclamo por un mayor apoyo a la investigación, estamos usando los canales adecuados o si, en contra de lo que buscamos, estamos generando una sensación de desesperanza entre los niños y adolescentes».

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