Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Libros de ciencias y letras: una lista-cruzada

El término Tercera Cultura hace referencia al intento de acercar dos bandos que se alejaron demasiado: las ciencias y las letras. En esa particular cruzada, una pequeña aportación: una lista alterna (cruzada) de libros divulgativos y literarios, con sus múltiples puentes. Los primeros haciendo uso de herramientas particularmente de letras (cuando no explicando conceptos que en teoría les pertenecen), los segundos con la ciencia como telón de fondo, como motor interno. Una lista (una empresa) por completar.

Algunos puentes enlazan ciencia y literatura.
Algunos puentes enlazan ciencia y literatura.
AFP

Hace ya más de 50 años de aquella conferencia. En mayo de 1959, el científico y escritor C.P. Snow se levantó en la sala de grados de la Universidad de Cambridge y, sin atisbo de duda, criticó duramente la brecha que se había formado entre las que llamó las dos culturas: la de las ciencias y la de las letras.

Escuchamos a Snow: "Son dos grupos polarmente antitéticos: los intelectuales literarios en un polo, y en el otro los científicos. Entre ambos polos, un abismo de incomprensión mutua".

Esa conferencia es el germen de lo que se conoce como Tercera Cultura, un concepto que trata de restablecer los puentes perdidos entre ambos mundos. Cincuenta años después, la Tercera Cultura sigue trabajando esforzada en una cruzada por acercarlos, por ponerlos en el lugar que se merecen, a veces entremezclados, desde luego no aislados.

Con motivo del Día del Libro, una excusa para aproximarlos. No se trata de negar sus distinciones -uno sabe perfectamente si está leyendo una tesis científica o el comienzo de 'Cien Años de Soledad'-, pero los libros son un ejemplo más de las redes que tejen. Por un lado los libros de divulgación, aquellos que tratan de explicar conceptos científicos, utilizan en mayor o menor medida los recursos de la narrativa (también lo hacen los artículos científicos, incluso las cabezas de los propios científicos, aunque eso sea harina de otro costal). Por otro, existen libros profundamente literarios que se sustentan o tienen en consideración la ciencia, narraciones en los que esta sirve como motor o como paisaje, que en cierto modo no pueden entenderse sin ella.

Esta es una elección alterna de ambos tipos de libros, entremezclados para subrayar los cruces y la confusión. De tan subjetiva como es, está ya pidiendo a gritos nuevos nombres, crecer con otros.

Divulgación: 'La vida inmortal de Henrietta Lacks' (Rebecca Skloot)

Esta es la historia de unas células inmortales, las primeras células tumorales que consiguieron perpetuarse en el laboratorio, un salto de gigante en la investigación contra el cáncer. Su nombre: las células HeLa, las iniciales de Henrietta Lacks.

Henrietta era una mujer negra de familia muy humilde a la que en 1951, con 31 años, le diagnosticaron un cáncer de útero fatal. Casualmente, en el mismo hospital de Baltimore donde la atendieron trabajaba George Gey, un científico obsesionado con lograr cultivar células humanas. Gey llevaba años probando, pero sin éxito, con células de los tumores que llegaban al hospital. Hasta que le llegaron las de Henrietta, que de un día para otro comenzaron a proliferar sin control, como locas, inasequibles al desaliento. Era la primera línea celular, la base de cientos de avances e investigaciones, incluida por ejemplo la vacuna contra la polio. A partir de las células HeLa se generaron un sinfín de ingresos y patentes, pero todo ello de espaldas a la familia de Henrietta, a la que durante años y años se le ocultó el origen de esas iniciales.

Es una historia científica, pero también íntima, social, económica e incluso política. Desde un acontecimiento aparentemente particular de una familia de Baltimore se recorren episodios fundamentales de la lucha contra el cáncer, se describen profundas desigualdades, se termina discutiendo el papel de las patentes. Los temas tienen tanta fuerza, están tan bien documentados, que uno llega al final como se llega a algún lugar después de un largo viaje. Eso sí, no deja uno de preguntarse que habrían hecho con un libro así cronistas míticos de la no-ficción. Y piensa que, si de verdad se instalara la Tercera Cultura, la ciencia tendría muchas más posibilidades de encontrar a su Gay Talese, de celebrar a su Truman Capote.

"No se puede dejar de lado el tema de quién obtiene el dinero y en qué se usa -dice Ellen Clayton, de Vanderbilt-. Yo no estoy segura de lo que hay que hacer, pero sí de que resulta extraño que todo el mundo saque dinero excepto las personas que proporcionan la materia prima.

Eres famosa -susurró-. Solo que nadie lo sabe".

Literatura: 'Piezas en Fuga' (Anne Michaels)

Piezas en fuga fue la primera novela de la poeta canadiense Anne Michaels. Este es el resumen de su contraportada: El contacto entre el horror y la belleza es un bellísimo libro sobre las raíces más minerales de los hombres. En una absolutamente envolvente prosa poética, la novela sigue la vida de Jakob Beer, un superviviente de la II Guerra Mundial recogido y cuidado en una isla griega por Athos Roussos, un 'científico humanista'. Toda la poesía de la cercanía y la distancia entre las personas tiene realmente una atmósfera mineral, con referencias recurrentes a la geología de la isla, como una continuidad inquebrantable entre la vida y la piedra.

"Sentir la influencia de los muertos en el mundo no es ninguna metáfora, de igual modo que no es ninguna metáfora escuchar el cronómetro de radiocarbono, el contador Geiger amplificando la débil respiración de una roca de cincuenta mil años de edad. (Como el pálpito débil tras la pared de la matriz)".Divulgación: 'Tu cerebro y la música' (Daniel J. Levitin)

El viaje por la cultura de la música es también un viaje por la música en el cerebro. En un ejemplo de particular biografía americana, Daniel Levitin fue productor de discos antes de llegar a ser catedrático de Psicología. Sus supuestas dos obsesiones se juntan en este libro de música y neurología, donde se tratan las razones por las que diferentes melodías influyen en el estado de ánimo, se da cuenta de los entresijos que explican las distintas escalas, algunos secretos de la composición, la existencia del oído absoluto, las hipótesis sobre la importancia de la música en la evolución. Todo ello con numerosos ejemplos, desde lo más popular (los Beatles, su ídolo Springsteen) hasta el jazz o la aparentemente incomprensible música dodecafónica.

"La música aprovecha mucho más que el lenguaje estructuras del cerebro primitivo que participan en la motivación, la recompensa y la emoción. (…) A medida que la música se despliega, el cerebro va actualizando constantemente sus cálculos de cuándo se producirán nuevos tiempos. La música respira, acelera y aminora exactamente igual que lo hace el mundo real, y nuestro cerebelo goza ajustándose para mantenerse sincronizado".

Literatura: 'El padre de Blancanieves' (Belén Gopegui)

Belén Gopegui tiene un estilo inconfundible, que bebe (aunque se separa) del de su “madrina” Carmen Martín Gaite. Pero más allá de una gran ambición literaria, todas las novelas (salvo quizás la de su debut) tienen una profunda voluntad política, una llamada constante a la acción individual para mejorar la colectividad. Y en muchas de ellas aparece un trasfondo científico, un elemento que sostiene o mueve la trama, la base de dilemas sobre los que discutir y trabajar.

(El padre de Gopegui -Luis Ruiz de Gopegui- es físico, y fue el director de Programas de la NASA en España. ¿Si este dato influye? No lo sabemos.)

En 'El Padre de Blancanieves' ("el padre de Blancanieves está en el castillo, asiste a las maquinaciones de la madrastra pero guarda silencio. ¿Por qué no advertimos que estaba ahí?") una comunidad de conocidos decide desarrollar pequeños biorreactores para cultivar microalgas en la azotea de una panadería. Las algas fijarían algo de CO2, y se obtendría Espirulina, un alga muy nutritiva que podría usarse en la producción del pan. Nacida con voluntad de expandirse, la iniciativa responde ante todo a la necesidad de una acción concreta, por pequeña que pudiera parecer.

"Se lograrían varias cosas. Primero: dar a conocer que hay una línea de investigación muy interesante y que está siendo pospuesta en función de otras mucho más dañinas. Segundo: mostrar que una institución colectiva es capaz de divulgar eso mediante un dispositivo industrial, a pequeña escala, sí, pero que estaría realmente produciendo oxígeno cada día y también un alga de gran interés. Y lo más importante: plantear que las decisiones fundamentales sobre lo que es bueno investigar y elaborar y transformar nos han sido arrebatadas".

Divulgación: 'Con qué sueñan las moscas' (Javier Sampedro)

Javier Sampedro es periodista científico desde hace muchos años en El País. Aunque tiene un doctorado en genética, abandonó la investigación por “otro tipo de profesión que te permite ampliar un poco los puntos de vista de la especialización científica, que es de una estrechez profesional bastante agobiante”. Con qué sueñan las moscas es la recopilación de las libérrimas columnas sobre genética, neurociencia, física o evolución, que publicó en El País en los veranos de 2002 y 2003.

Sampedro tiene lo más difícil de conseguir: una voz, un estilo; ese extraño, inequívoco pero inexplicable reconocimiento al leer tres líneas y adivinar sin lugar a dudas quién se encuentra detrás. Y usa el humor, no tanto para provocar la risa como para hacer agujeros en el tema, para obligarlo a respirar. Quizás alguna vez rebaja la duda científica en favor del texto, pero es humano: resulta más fácil perdonar a quien te hace disfrutar.

"Los científicos no saben aún por qué hay zurdos. Tampoco saben por qué hay diestros, que es otra forma de preguntar lo mismo.

El hecho se produjo hará unos ocho o nueve meses. Bioy había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta polémica sobre el carácter azaroso de la creatividad. Entonces Bioy recordó que un genetista japonés se había propuesto elaborar un mapa, o una lista, de las 10.000 posibles ideas humanas. Le pregunté dónde había visto eso, y me dijo que venía en el último número de Nature, que había llegado a la biblioteca ese mismo día".Literatura: 'Solar' (Ian McEwan)

Si hay un escritor literario por antonomasia que introduzca la ciencia en sus novelas, quizás ese sea el inglés Ian McEwan. Lo hizo en 'Solar', sobre el cambio climático, lo hizo en 'Amor Perdurable', sobre el síndrome de Clérambault, o el trastorno psicótico por el que una persona se enamora de un personaje público, creyendo que le hace constantemente señales de amor. Y, ante todo, lo hizo en 'Sábado', la crónica de un día en la vida (cual Ulises de Joyce) de un neurocirujano en Londres.

McEwan pasó temporadas enteras en hospitales, con cirujanos y neurólogos, documentándose para que la ciencia sirviera como telón y motor de la narración, al lado o detrás de cada conflicto moral, personal y político que le sacude durante esas 24 horas. Es un thriller cotidiano desde la perspectiva científica de aquel que, trabajando con cerebros, observa alrededor.

"Un hombre que trata de aliviar las calamidades de mentes deficientes reparando cerebros no tiene más remedio que respetar el mundo material, sus límites y lo que sostienen: la conciencia, nada menos. Para él no es un artículo de fe, sino un hecho cotidiano, que la mente es lo que el cerebro, mera materia, ejecuta. Lo cual sobrecoge, pero también merece curiosidad; el desafío debería ser lo real, no lo mágico.

Un antiguo dilema evolutivo: la necesidad de dormir, el miedo a ser devorado. Por fin resuelto mediante el cierre centralizado".

Divulgación: 'El hombre que confundió a su mujer con un sombrero' (Oliver Sacks)

Si hablamos del cerebro y hablamos de divulgación, hay que citar a Sacks. Y si hay que citar a Sacks hay que hablar de 'El hombre que confundió a su mujer con un sombrero' (también de otros, pero aquí escogemos este). Oliver Sacks era un neurólogo y escritor, -fallecido recientemente- conocido por presentar casos de pacientes a los que atendía desde una perspectiva profundamente humana, primando especialmente su individualidad.

El caso que da título al libro es el de un paciente con prosopagnosia, el trastorno por el cual el cerebro pierde la capacidad de reconocer rostros como tales. Pero son multitud, y a cada cual más sorprendente, los casos de pacientes atendidos por él. Están los gemelos autistas que se 'comunican' mediante números primos; el hombre que no reconocía su pierna como suya, que la pensaba procedente de una sala de disección; aquel que, aquejado (como el protagonista de la película Memento) de la llamada psicosis de Korsakoff, era incapaz de recordar nada más allá de lo que hubiera pasado en los últimos segundos.

Las historias son fascinantes, y están contadas de forma asombrosa. Pero no todo le son alabanzas. Hay neurólogos que reconocen haber escogido su profesión a raíz de haber leído sus libros. Hoy en día -aun convencidos de la elección- reniegan en cierta forma de Sacks: la realidad cotidiana de la enfermedad dista bastante del halo que sus historias desprenden, aseguran. Otros, como el activista Tom Shakespeare, al referirse a él hacen juegos de palabras con el título del libro: 'Sacks, el hombre que confundió a sus pacientes con una carrera literaria', dicen.

En el fondo, es el tema de la tensión entre lo que cuentan las historias y la realidad. Hasta qué punto esta, al narrarse, debe informar o fascinar. Y hasta qué punto es posible agarrar un verbo sin soltar el otro.

En este párrafo de Sacks, seguramente, gran parte de su fuerza y algo de su debilidad.

"Si queremos saber de un hombre, preguntamos '¿cuál es su historia, su historia real interior?', porque cada uno de nosotros es una biografía, una historia. Cada uno de nosotros es una narración singular, que se construye, continua, inconscientemente, por, a través de y en nosotros, a través de nuestras percepciones, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones; y, en el mismo grado, nuestro discurso, nuestras narraciones habladas. Biológica, fisiológicamente, no somos distintos unos de otros; históricamente, como narraciones, somos todos únicos".

Ahora, si quieren, pueden continuar la lista.

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